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Viñas de ira

Drama Tom Joad (Henry Fonda) regresa a su hogar tras cumplir condena en prisión, pero la ilusión de volver a ver a los suyos se transforma en frustración al ver cómo los expulsan de sus tierras. Para escapar al hambre y a la pobreza, la familia no tiene más remedio que emprender un larguísimo viaje lleno de penalidades con la esperanza de encontrar una oportunidad en California, la tierra prometida. (FILMAFFINITY)
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Críticas 123
Críticas ordenadas por utilidad
13 de octubre de 2007
80 de 107 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me pasa algo con esta película. Recuerdo mi niñez. Recuerdo una televisión sin mando a distancia y un pequeño salón. Recuerdo unas persianas de madera hinchada por el sol y la lluvia que pesaban una tonelada y no subían del todo. Recuerdo que ponían “Las uvas de la ira” en la televisión y no entendía un carajo. Recuerdo que alguien mayor, llamado yayo, me miraba mosqueado por mi incomprensión se levantaba renqueante y se iba a su pequeña biblioteca. A la vuelta me tiró un libro y me aconsejó que primero lo leyera. Era amante de Ford y de los western. Era un lector empedernido de las novelas vaqueras que se compraban en quioscos en mi niñez. Sé que el libro que me lanzó al regazo se llamaba como la película y que sólo vi un tocho de letras impresas que me pareció igual de aburrido que la película.

Decidí hacerle caso a este viejo y sabio hombre. Cojo por un balazo en la rodilla; serio y bonachón. A pesar de las oportunidades jamás quise ver esa película hasta que no leyera el libro.

Un día mi abuelo murió y yo busqué ese libro por toda la casa. Registré meticulosamente todos los cajones y todos los libros pero “Las uvas de la ira” nunca apareció. Me puse a penar si no lo había soñado todo, si jamás ese libro estuvo en mis manos y nunca vi esa película con mi yayo.

Era muy fácil buscar el libro en cualquier librería o biblioteca pero prefería que fuera el libro el que llegara a mí. Un día una buena amiga me lo regaló. Sabía que iba a empezar un vaivén de recuerdos en el momento que abriera la primera página. Espere el momento oportuno para empezarlo.

En un avión hacia un extraño país comencé a leer. Y sus páginas quedaron impresas en mi memoria y en mi corazón. Tiempo después me puse la película.

Es una gran película. Quizá sea una buena adaptación, que lo es. Quizá plasme una época y unas ideas del libro. Seguro que esta película está bien dirigida y bien interpretada. Emociona hasta la médula el personaje de la madre interpretado por Jane Darwell. Pero no es John Steinbeck. No me dice lo mismo. No me llena como lo hace la pluma de un hombre que me emociona hasta descomponerme. Que recrea la vida y la nostalgia con la magia de los grandes.

Estoy seguro que esta película me hubiera gustado mucho más de no haber leído el libro. O de no haber tenido la historia que tuve con “Las uvas de la ira”. Esa historia que mezcla vida y fantasía con mi abuelo cojo por un balazo en la rodilla.

Quiero dedicar esta crítica a Bloomsday que consiguió hacerme recordar muchas cosas con “El extraño recuerdo de la bayoneta que nunca existió.”
Chagolate con churros
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8 de abril de 2010
51 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
El 16 de mayo de 1955, en el asiento trasero de un taxi neoyorkino, el corazón de James Agee decidió dejar de latir. Al morir, Agee tan sólo tenía 45 años, pero había sido capaz, en tan breve espacio de tiempo, de convertirse en uno de los críticos de cine más agudos y exigentes de su época, de firmar los guiones de “La Reina de África” y “La noche del cazador” y de escribir dos novelas, una de las cuales, al menos, es una auténtica obra maestra. Sin embargo, si por algo se recuerda a James Agee es por un artículo que nunca llegó a publicarse. En 1936, la revista “Fortune” encargó a Agee un reportaje acerca de las duras condiciones de vida de los campesinos durante la Gran Depresión. Acompañado del gran fotógrafo Walker Evans, Agee viajó a Alabama, donde pasaron ocho semanas conviviendo con tres familias algodoneras. Tanto el artículo que Agee escribió acerca de aquella experiencia como las fotos tomadas por Evans fueron rechazados por la revista, que entendió que era un material demasiado crudo para ser editado. Agee, sin embargo, revisó y amplió sus textos hasta convertirlos en un libro, y en 1941 él y Evans lograron que una editorial publicara su trabajo, que se ha convertido en uno de los documentos más hermosos y terribles que vieron la luz en el siglo XX. El libro se tituló “Elogiemos ahora a hombres famosos” y John Huston, tras leerlo, dijo de Agee que era un “Poeta de la Verdad”.

Poeta de la Verdad. ¿Hay mejor manera de referirse a John Ford? El bronco Ford, el misógino Ford, el racista Ford, el fascista Ford. Cuántas idioteces ha habido que tolerar asociadas a su nombre. Mucho antes de que docenas de marisabidillos descubrieran el significado del verbo “sobrevalorar” y se pasaran el día conjugándolo como monitos, Ford ya era uno de los artistas más sutiles y delicados de la historia. Nadie ha llegado al fondo del corazón humano de modo más limpio, honesto y sencillo, sin afectación ni aspavientos ni vacuas coartadas intelectualoides. Lo único que nos exige Ford es que prestemos atención a los detalles, que leamos entre líneas, que entendamos que el hombre es la suma de mil pequeños momentos, minúsculos e insignificantes: gestos, silencios, miradas, tal vez palabras. Recuerdos que arderán con nosotros cuando dejemos para siempre nuestra casa, abandonada al polvo y el viento, y busquemos con las manos la tierra que nos vio nacer.

“Todo lo que existe es sagrado”. Lo dice Casy, el predicador sin fe encarnado por John Carradine. No es extraño que James Agee cierre con esas mismas palabras una de las últimas secciones de su libro. Tanto Ford como Agee cantan la invencible entereza humana, intentan restituir la dignidad perdida de unos seres que no comprenden por qué han sido condenados a vivir y morir como perros. “Las uvas de la ira”, como el libro de Agee, es a la vez hermosa y terrible: hay muerte, desolación y miseria, y también risas y baile, alegría y esperanza. Hermosa y terrible como la música de la vida, así es esta película.
Normelvis Bates
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12 de septiembre de 2010
34 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) La indignación de Ford al dar voz a los desheredados e indefensos provoca algunas estridencias narrativas, es verdad. Ciertos alegatos, sobre todo, son como los discursos freudianos que un personaje acababa soltando cuando estaba de moda explicarlo todo mediante el psicoanálisis, pero seguramente más disculpables porque no nacen de la pedantería sino de la vehemente denuncia de una injusticia insoportable: que los pobres paguen la crisis financiera pauperizándose aún más mientras los ricos aprovechan para seguir amasando dinero.

2) Lo que carga de indignación son las familias expulsadas de las tierras que labraban. Los tractoristas que arrasan las casas, unos mandados. Los manda una compañía remota, sin explicaciones. Los manda la banca y nadie da la cara.
Empujadas por la necesidad a la emigración forzosa, las familias son tratadas como ganado. Buscan la Tierra Prometida donde hay chabolas y barro, ladridos, hambre y miseria, empresarios sin escrúpulos y policías corruptos.

3) Henry Fonda, con su planta y aplomo, confiere dignidad de hierro a su personaje, aunque salga de la cárcel tras pagar por un homicidio no detallado.

4) Se le puede aceptar a Ford la exaltación, por lo justo de la causa y porque mientras tanto no escamotea excelente cine, en escenas estremecedoras, como la del predicador descreído que bebe y vaga como un fantasma de los campos, la del relato a la luz de unas velas que dan contrastes tan duros como lo relatado, el camión increíblemente sobrecargado en odisea a través de la épica US-66 camino de California, la llegada al campamento en largo plano subjetivo que recoge en “primera persona” todas las miradas de la muchedumbre hacinada y pone de golpe al espectador en medio de un mundo opresivo, o el momento tan fordiano de la familia que al final del día reúne jornales en torno a la mesa, como en la película de los mineros galeses, canto inapelable a la honradez sencilla; una familia que antes tenía un mundo, tierra propia y estaba unida, y ahora es un grupo errante vapuleado por una crisis de la que no son responsables, como le sigue pasando hoy a demasiada gente.
Y tantas secuencias más…

5) El director carga las tintas para dar voz al pueblo y llamar a la conciencia social, y sigue siendo John Ford.
Archilupo
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7 de noviembre de 2006
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Hace tiempo cuando teníamos tierra éramos una familia tan completa y unida... pero ahora ya no es así..."

Ya nada es lo mismo, toda crisis tiene como consecuencia inmediata el cambio (sea para bien o para mal) y la depresión que sufriera el sistema capitalista luego de la crisis del ´29 sucumbió a gran parte del mundo, pero por sobre todo el territorio estadounidense.

La historia de "Las uvas de la ira" se centra en la depresión y la pobreza es la protagonista, basada en la genial novela epónima de John Steinbeck de 1939 y dirigida por el genial John Ford, que en esta película sí alcanza el nivel de excelencia.

Posee un gran contenido social, da testimonio de una dura realidad, tan antigua como actual, pues lo mismo que le pasa a la familia Joad sigue y seguirá pasando en la realidad (y lo digo no solo por verla en la TV sino también por verla desde tan cerca como hijo del tercer mundo que soy).

La cruel realidad nos golpea en esta realización y la fotografía de Gregg Toland logra agudizar el golpe, una fotografía únicamente de grises y negros, es destacable la falta del blanco puro pues los blancos que aparecen son sucios y opacos logrando fielmente la sensación de la suciedad que trae consigo la pobreza, en parte está basada en las fotografías originarias de esa época que quedaran como importante documento. La música es correcta también.

Narrada linealmente de forma simple, sobriamente pero firme gracias a la maestría de John Ford, se centra en la búsqueda de un buen futuro de una familia que ha perdido todo cuanto tenía, una familia en lucha ferviente por la supervivencia, por la identidad y el sentido de pertenencia, de sentir aunque sea solo un pequeño pedazo de tierra como suyo.

Gran parte de la cinta se entrevé como una road movie, la familia toda junta en el pobre vehículo que va sufriéndo, parece, como los demás. El viaje es desde Oklahoma donde han perdido sus tierras hacia California, pensada como la tierra prometida del trabajo y el salario digno, después se descubrirá que ya no es así. Los dueños de las tierras en plan aprovecharse lo máximo de la situación explotan a los obreros obligados a aceptar cualquier tarea solamente para satisfacer el hambre suya y de su familia.

Tom Joad (Henry Fonda en uno de sus mejores papeles), salido bajo palabra luego de estar 4 años en la cárcel por homicidio, es quién protagoniza esta epopeya, una odisea por la libertad. Luego será quién busque mediante la conciencia colectiva cambiar la explotación a la que todos son en parte sometidos, no busca nada más que un trabajo digno para poder llevar alimento a su casa todos los días

John Ford no solo nos deja un clásico inolvidable en la historia del cine sino también cumple el papel de genial artista, quién no solo debe crear sino también dejar testimonio de su época y creo que es con esta película que logra este objetivo.

"Somos el pueblo... existiremos siempre"
Maldita Fiera
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4 de abril de 2009
31 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los fatídicos años treinta, la Gran Depresión asoló los Estados Unidos y se extendió por otros muchos países en una reacción en cadena.
La legendaria Ruta 66, que discurría desde el noreste hasta el suroeste, atravesando los estados de Illionis, Missouri, Kansas, Oklahoma, Texas, Nuevo México, Arizona y California a lo largo de unos 3.945 kilómetros, se pobló de miles de familias de granjeros que, desahuciados de sus tierras y bajo la amenaza de la inanición, se pusieron desesperadamente en camino hacia promesas de trabajo y sustento en el oeste, en las ricas áreas de cultivo de California.
La América profunda agonizaba. Aquella América de campesinos que trabajaban de sol a sol sus propios terrenos, que durante generaciones habían heredado las propiedades de sus antepasados; gentes sencillas que veneraban el suelo que les ofrecía su medio de vida y que bendecían el cielo y a Dios por cada nueva cosecha, por cada año de bonanza, por estar vivos. Que estaban preparados para soportar condiciones de gran dureza, porque la tierra es tan exigente que quienes la trabajan se vuelven casi tan duros y resistentes como el lecho de piedra que se encuentra debajo del cieno fértil.
Y aquel honor inquebrantable de ser supervivientes de la madre naturaleza y de estar unidos como una piña. De comprender verdaderamente el valor de la unidad y lo que significa sentir el tacto de la arena en tus manos, esa arena que te permitirá continuar y perpetuar el ciclo vital.
Pero llegó un momento en que aquellas gentes perdieron lo que poseían. Perdieron su estabilidad. Se les arrebató el sentido de sus existencias. Y se las condenó a ser nómadas hambrientos.
Por la Ruta 66 desfilaban incesantemente campesinos macilentos, demacrados, sucios, muchos de ellos terriblemente delgados. Avanzando a duras penas en sus camiones destartalados, viajando hacia un destino que se anunciaba como nubes oscuras en el horizonte, pero tratando por todos los medios de disfrazarlo de esperanza y de un sol bienhechor.
Miles de personas azuzadas por el hambre y el miedo, caminando entre penurias y rodeadas de lobos que se acercaban a llevarse su buen bocado, explotadas por la avaricia de los peces gordos sin escrúpulos que se aprovechaban. Esas ratas que debían de lucir generosas carnes de copiosas comilonas obtenidas quitando el pan a otros menos afortunados, con sus trajes caros, sus puros habanos y sus coches de lujo. Ratas que no debían de tener grandes remordimientos de conciencia mientras condenaban a montones de infelices a destrozarse la espalda recogiendo toneladas de fruta por una miseria, a no tener hogar, a malvivir de campamento en campamento de deshauciados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Vivoleyendo
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