El mejor lugar del mundo

He leído el resto de críticas publicadas solo con el fin de ver si alguien destacaba lo que, a mi entender, es la verdadera esencia de esta película: ¿encontraremos en alguna de nuestras paradas por media américa del norte alguien que entienda el amor como lo hacemos nosotros?.
La peli habla precisamente de eso y de la incertidumbre que crea en los protas (excelentes, algo que no dede extrañar ya que son dos de los mejores actores que han pasado por Saturday Night Live) el miedo a no encontrar un lugar en un mundo al que no consideran hostil, acabado o en declive y en el que ellos han elegido ser felices, sin más. Y es precisamente esa pespectiva elegida por ellos lo que más les aleja del mundo.
El personaje de Verona define todo esto en una sola frase tras su primer viaje: "nadie se quiere como nosotros, es tan raro, ¿qué vamos a hacer?"
Una obra de Arte en la que no sobra absolutamente nada.


Por cierto, la banda sonora es perfecta.

Parejilla mitad white trash, mitad power flower se quedan preñados y deciden hacer un viaje de esos iniciáticos para decidir en qué condiciones deben criar al monstruito (no entiendo muy bien esto).

No sé lo que pensará el espectador optimista ante semejante y pavoroso punto de partida. Yo, que soy pesimista con las películas veo la sinopsis y tiemblo de anticipado y masoquista placer: sé a lo que me voy a enfrentar. Como dice Galadriel al comienzo de "La comunidad del anillo":

Han mathon ne nen
"Lo siento en el agua"
Han mathon ne chae
"Lo siento en la tierra"
A han noston ned ´wilith
"Lo huelo en el aire"

¡Bodrio!

Me pongo a ello. La peli empieza y me percato por los títulos del inicio que es de Mr. Winslet, también conocido como Sam Mendes. Me lo imagino elucubrando en su casa: "Voy a hacer una película para que mis hijos puedan verla cuando sean mayores". Amigos, cuando un director tiene este nefasto pensamiento, es el principio del fin. Un director NUNCA debe rodar una película para sus hijos, a menos que decida incluir dragones, magos adolescentes, gente que vuela y mascotas parlantes.

En la pantalla, John Krasinski y Maya Rudolph, dos actores que por lo general molan, se dan de morros con un montón de personajes excéntricos. No excéntricos desde dentro -Mendes no sabe retratar eso- sino excéntricos de adornito. La niñata lesbiana, los frikis macrobióticos, la familia multicultural a lo Brangelina...sólo les falta llevar un cartelito, miradme, qué distinto soy y que cosas más frikis hago, jojojo.

Se supone que a través de todos estos encuentros, la pareja llegará a grandes y trascendentales conclusiones sobre la paternidad y ¡oh sorpresa! así es.

Con todo esto y el buenrollismo indie que hiede de principio a fin y la banda sonora hippiojosa, el invento acaba pareciéndose más a un especial del Ep3 sobre el Burning Man que a una decente road movie sin pretensiones moralizantes. Lástima que no diera el presupuesto o las ganas para pillar al Devendra Banhart en la banda sonora: hubiera sido apoteósico.

Cínicos y gente con criterio, huid. Parejas o mujeres con bombo en camino, reservarla sólo como complemento para las clases de preparación al parto.

Menuda castaña nos ha intentado colar Sam Mendes, claro que leyendo las críticas y la nota me parece que lo está consiguiendo.

Para no extenderme mucho, ya que la ocasión tampoco lo requiere les daré tres datos:

1. Es la peor película con diferencia de la filmografía de Sam Mendes.
2. Lo que dice el señor Carlos Boyero es completamente cierto.
3. Resulta una versión cutre, hippie y aburrida de “American Beauty”, con dos actores principales con marchamo de subnormales y que en ningún momento consiguen que te interese su vida, en realidad ni a sus padres.

¿Entonces cuál es el truco? Muy sencillo si se habla de tema pareja y tema maternidad y son las mujeres treintañeras las que van al cine, por muy mal que lo hagas harás caja, y encima esas mujeres en un acto de generosidad nunca votarán y hablarán mal de esas historia, porque pensarán que lo hacen sobre su embarazo, lo hayan tenido o no.

Si me preguntan que les aconseje “Un lugar donde quedarse”, les diría que en el bar de enfrente del cine, y a poder ser sin niños, que son muy pesados.

Me parece muy bien que un niño prodigio como Mendes decida marcarse de repente una peli pequeña. El problema es que más que pequeña le queda raquítica, enana, minúscula, disminuida. Más parece la obra resultona de un director novel que la 5ª película de un consagrado cineasta.

Tras contarnos en anteriores pelis (American Beauty / Revolutionary Road) cómo una pareja llega a la destrucción (parejil e individual) por culpa de sus arraigados apegos, aquí Mendes le da la vuelta a la tortilla para contarnos la historia de una pareja que emprende un extenso periplo en busca de algún apego al que arraigarse. Me parece muy bien, pero me importa una leche.

Descafeinada como comedia, absurda como drama, ridícula en cuanto a personajes, aburrida en ocasiones y por momentos hasta inaguantable. Una joya, vamos.

Me gustó la última secuencia. Menos es ná.

Un lugar donde quedarse es una gozada. Una delicia. Una pequeña maravilla. ¿Y por qué? Pues porque es una lección de cine independiente bien entendido. Y cuando una película independiente, como esta, es tan equilibrada y medida, el resultado no puede ser otro que redondo, como en Pequeña Miss Sunshine, película con la que la cinta de Sam Mendes guarda ciertas similitudes.
La cinta del genial director inglés de American Beauty tiene drama y comedia a partes casi iguales, aunque a primera vista no lo parezca, y exhibe un balance tan perfecto que me lleva a preguntarme si no es realmente una obra maestra, y no la "casi" idem que he citado en el título. Como todo el cine independiente, trata de transgredir y de ir más allá para tratar de enmascarar que lo que te está contando es simplemente una historia sobre el amor de pareja y la familia (es decir, más convencional imposible). Pero lo hace sin ser burda ni de mal gusto, como evidencia la secuencia de sexo oral inicial o las divertidas referencias sexuales de los diálogos, y resultando tan conmovedora (que no cursi) que nos hace uno con Verona y Burt en su búsqueda, algo absurda y muy "Peterpanesca" de un lugar donde criar a su hijo nonato.
Pero todo caería en saco roto de buenas intenciones si no fuese porque Mendes dispone de un impresionante elenco de actores. Todos, desde el primero hasta el último, están soberbios, magníficos, espectaculares. John Krasinski y Maya Rudolph desprenden tanta naturalidad que es imposible no simpatizar con sus personajes: él es un alarde de espontaneidad, y ella es tan rotunda, tan desbordante en su contención, que emociona en muchas ocasiones. Y por supuesto, están Chris Messina, Melanie Lynskey, Jeff Daniels, Josh Hamilton, Catherine O'Hara, Allison Janney (lo que me he podido reír con ella)... sólo Jim Gaffigan y Paul Schneider quedan algo atrás de la brillantez de su compañeros. Sólo cabe hacer una pregunta: ¿Por qué le está costando tanto a Maggie Gyllenhaal ser la estrella que, por talento y valentía, merece ser (y a este paso, parece que no será nunca)? No me explico cómo es posible que una actriz tan inmensa como ella, capaz de prácticamente todo delante de una cámara, nadie le ofrezca papelones como los que hacen Cate Blanchett o Kate Winslet, por ejemplo.
Lo demás es simple y llanamente, una película soberbia, de las que dejan huella. Gracias, Sam. Gracias por otra maravilla más.

Lo mejor: El guión de David Eggers y Vendela Vida, y todos los actores.