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Vacaciones en Roma

Comedia. Romance Durante una visita a Roma, Ana, la joven princesa de un pequeño país centroeuropeo, trata de eludir el protocolo y las obligaciones que implica, escapándose de palacio para visitar la ciudad de incógnito. Así conoce a Joe, un periodista americano que busca una exclusiva y finge desconocer la identidad de la princesa. La pareja vivirá unas jornadas inolvidables recorriendo la ciudad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 111
Críticas ordenadas por utilidad
13 de julio de 2008
80 de 139 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya he dicho en alguna ocasión que probablemente los dos mayores mitos femeninos de la historia del cine sean Marilyn Monroe y Audrey Hepburn, cada una muy diferente a la otra, pero ambas iconos que trascienden lo estrictamente cinematográfico para convertirse en modelos a imitar socialmente.

El mito de la Hepburn comienza aquí, en Roma, en un papel que le viene hecho a la medida: Princesita aburrida que tiene ganas de divertirse porque está estresada.

Y allá se va, sale de su “prisión” y se pega un moscoso de 24 horas para cargar las pilas antes de volver más marimandona que nunca.

¿De quién se enamora? Pues ya se sabe, de un italiano como que no, o son pobres, feos o graciosos, pero galanes no. Menos mal que teníamos a un periodista americano de buen ver que se encargará de darla vidilla, eso sí, sin sexo que estamos en el 1953.

Se supone que la señorita es europea –casa real holandesa o belga- y a medida que avanza el metraje se va comportando como una norteamericana más, entiende más de dólares que de liras.

Luego está Roma, a la que muchos consideran un protagonista. ¿De veras? Lo único que yo percibo de la Ciudad Eterna son postales para turistas domingueros donde todo transcurre con musiquilla de fondo. No sabemos si la princesita volvió del viaje sabiendo distinguir a Nerón de Calígula, pero a bote pronto no sé por qué pero me da que no.

Lo más curioso es que el guión es de Dalton Trumbo, sí, el comunista perseguido por la caza de brujas, la verdad es que no comprendo como pudo escribir la historia con seudónimo, si la hubiese escrito con su nombre le hubiesen levantado las imputaciones contra él y le hubiesen dado un puesto en el partido republicano.

Eso de que ser princesa es ser esclavo y hay que compadecerla deberían de preguntárselo a la gente que madruga mañana como un campeón y tiene que aguantar el mobbing en el trabajo, pero más allá de eso usar esa expresión es inmoral, sobre todo cuando aún existen en el mundo millones y millones que no metafóricamente sino en la realidad son esclavos, entre ellos mucho niños en muchos lugares del mundo. La tía esta, pena, ninguna.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
vircenguetorix
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9 de febrero de 2012
20 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Divertida comedia romántica del maestro Wyler de la que, para ser sinceros, esperaba más. Rodada con mucho oficio, ofrece situaciones hilarantes que logran arrancarte la carcajada. Audrey Hepburn y Gregory Peck están grandiosos. Para mí, el trabajo que desarrollan estos dos grandes actores es lo mejor de la película. Ambos aportan una química muy necesaria para darle un mínimo de verosimilitud a una historia que, en realidad, no es sino un cuento para niños colmado de situaciones imposibles e idílicas. Hepburn y Peck logran conectar con el espectador, hacerle cómplice de la mentira que tejen –cada uno por su lado– y le mantienen gratamente entretenido durante todo el metraje.

Por lo demás, pues no es para tanto, la verdad, y ni de lejos pienso que sea una de las mejores “comedias clásicas” que haya visto. Ni llega a la rotundidad que sí alcanzan otras, ni su hilaridad roza el calificativo de “desternillante”. Además, la película está colmada de tópicos, algunos de los cuales no son gratuitos (los niños de la Roma de los años 50 jugando en la calle, por ejemplo, me recuerdan a las fotografías antiguas de mis padres en la España de la misma época, por lo que pienso que ofrecen una estampa real) pero otros, pues ya se sabe: los italianos siempre están piropeando a las mujeres, la policía es tonta de remate, los españoles son feos, morenos o calvos, y bajitos (véase la escena de la rueda de prensa, cuando se presentan dos periodistas españoles con la altura de un pigmeo)…

Finalmente, el viaje turístico por Roma, a quien no la conozca, probablemente, le gustará; y a quien sí haya estado en tan maravillosa ciudad, pues le provocará recuerdos nostálgicos. Pero, lo que está claro es que todo ese repaso de los monumentos y lugares más conocidos de la “ciudad eterna” no es mucho más interesante de lo que ofrecería cualquier guía turística.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Angie Banshee
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18 de agosto de 2007
21 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pongámonos en lo peor: imaginemos la misma historia protagonizada por Matthew McConaughey y Kate Hudson, añadiéndole más equívocos y un final feliz cogido con pinzas. O imaginemos un remake con Julia Roberts y Hugh Grant (bueno, es Notting Hill). Por eso aprecio tanto este pequeño clásico, porque me permite valorar en su justa medida dos tipos de películas que en el caso de Vacaciones en Roma son una sola (doble felicidad, por tanto): una es la comedia romántica clásica americana, que no tiene NADA que ver con la actual, saturada de almíbar y demás sustancias estomagantes en unas dosis tan exageradas; la segunda es la película de actores. Sí, de actores, única y exclusivamente de actores. Y no es por quitarle méritos a Wyler (al contrario, su trabajo tras la cámara es prodigioso en todos los sentidos), pero es que ellos “son” la película, ellos la hacen avanzar con su carisma y su talento, con su chispeante química, con su belleza.

Esto no ocurre a menudo, ni siquiera en otras películas de los mismos actores, pero aquí se da el milagro, se aprovecha el jugoso e inteligentemente resuelto texto de Ian McLellan Hunter y nos queda un regalo para amantes del amor y de la comedia ligera, de la sutileza y la guía histórico/sentimental. Los tópicos (que haberlos haylos) se camuflan con destreza, los secundarios tienen su turno para brillar (el gran Eddie Albert, muy divertido), y la presumible cursilería propia de dicho cuento de hadas es definitivamente echada por tierra gracias a una sensibilidad genuina que alcanza su punto álgido en una antológica secuencia final que es cine en estado puro. Unas vacaciones inolvidables...

Lo mejor: los actores y el final.
Lo peor: nada.
nachete
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18 de julio de 2007
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace unos años tuve el privilegio de visitar Italia y, por supuesto, paseé por Roma. Entre el fragor caótico del tráfico y de las multitudes políglotas que abarrotaban las calles, la belleza majestuosa de sus innumerables edificios, monumentos y restos arqueológicos justificaba a mis ojos la legendaria magia de una de las ciudades más veneradas y admiradas del planeta.
Esta película le rinde un delicado y vivificante homenaje. Convirtiéndose en el escenario en el cual una joven princesa, hastiada de sus obligaciones, se toma por su cuenta un día de asueto, Roma se hace cómplice de sus ansias de libertad y la sumerge en un cúmulo de divertidas y románticas aventuras que ella jamás ha tenido ocasión de vivir con anterioridad. Un día perfecto en el que ella simplemente es una chica normal y anónima que se divierte a su aire y va y viene por donde quiere, sin nadie que dirija sus pasos ni una escolta de personajes de la corte que controle sus movimientos.
Son las inesperadas vacaciones de una princesa que se atreve a soñar que, siquiera por unas horas, es una chica como las demás. Una especie de hermoso cuento al revés de la Cenicienta.
Gregory Peck hace un gran papel como villano-pícaro que espera sacar provecho lucrativo de la situación, pero las cosas no saldrán como él las planifica.
Un clásico tan mágico como la ciudad a la que rinde admiración.
Vivoleyendo
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19 de abril de 2010
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un gran actor, un grandísimo director, un entorno inmejorable, una muy buena película. Pero ese plus diferencial que hace que esta buenísima película entre en la categoría de obras imprescindibles, de obras que se guardan en cajas acorazadas para que nos conozcan los habitantes futuros de este planeta, si es que queda alguno, eso se lo confiere una actriz que no es la más bella ni la de mejor figura, ni tampoco la mejor actriz de la historia de este arte tan querido, pero que, sin ninguna duda, es la actriz más encantadora de todas cuantos se asomaron a pantalla alguna, grande o chica. Una actriz maravillosa a la que la fotografía hace justicia pero cuyo encanto trasciende todos los revelados hasta enamorarnos con ese rostro de buena chica, de princesa de un cuento donde el príncipe no es solo Gregory Peck sino todos nosotros. Pongamos que hablo de Audrey Hepburn.

Wyler lo vuelve a hacer, y van… La heredera, Ben Hur, La calumnia, Los mejores años de nuestra vida,… unas cuantas. Roma pone lo mejor que tiene, su paisaje, sus calles, sus monumentos, sus gentes. Gregory Peck lo hace lo mejor que sabe en un personaje con vena cómica pero sobre todo con vena humana. Un argumento donde ¡que diferente de las tomateras realidades! el amor no se vende por exclusivas. Un amor tan real como imposible. No hay sorpresas. En realidad nadie las espera. Hay cosas que no pueden ser y además son imposibles. Las ranas podrán convertirse en príncipes pero no está escrito que siempre acaben casándose con las princesas. Y todo ello, Wyler, Peck, Eddie Albert, Roma y especialmente Audrey conforman un tanto a lo príncipe y mendigo y otro tanto a lo Cenicienta con cucuruchos de helado en lugar de zapatitos de cristal y bailes populares a la luz de la luna al amparo de Sant'Angelo , una historia maravillosa de verdaderas reinas por un día y sueños que habrán de desvanecerse con el alba.

Excelente fotografía. Ser un buen fotógrafo en Roma es algo tan natural como ser banderillero en Cádiz o flautista en Hamelin. Y si encima el objetivo recrea la sonrisa, la lágrima o cualquiera de los gestos de un hada cinematográfica como Audrey Hepburn, sería una pecado fracasar en el intento. Pero la fotografía no lo es todo. El flequillo, la ingenuidad, el pijama, los ojos, la risa, la moto, las escaleras de la Plaza España. Todo. Tutti genial. Y ella en el centro.

Y colorín, colorado. Abuelito, porfa, cuéntamelo de nuevo…
FATHER CAPRIO
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