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A tiro limpio

Cine negro Para crear una banda de atracadores, Martín y Antoine se ponen en contacto con Román para que les consiga armas y un cuarto hombre. Román convence a Picas, un antiguo atracador que ahora trabaja en una masía. (FILMAFFINITY)
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
28 de octubre de 2011
8 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace un tiempo algún amigo me comentó que existía una película española de cine negro que estaba muy bien. Su nombre es "El crack". La cara que puse fué de indiferencia; a saber, cine español, cine negro y Jose Luis Garci de director. Pero esta me cambió cuando me dijo que Alfredo Landa era el actor principal, y claro, me imaginaba mujeres desnudas y este hombre haciendo el idiota, que es a lo que nos tenía acostumbrados. Me pidió que la buscara y la viera.
Así hice, y buscando buscando la encontré y la revisé, y he de decir que para ser española no me defraudó, y mucho menos su actor.
Y buscando información encontre que esta no era la única ni la mejor. (esto claro, es a título personal)
La mayoría de las que se hablaban en este enlace no las encontramos por vias legales, pero que casualidad, en Fnac obtuve recompensa.... Tachánnnnnn "A Tiro Limpio".

Bueno, la verdad es que no está mal, pero no espereis un peliculón ni un guión trepidante.
Antes de entrar en materia explicaremos un poco a lo que se refiere la historia, ya que está basada en la actividades delictivas de dos de los "maquis" españoles del antifranquismo, Quico Sabater y Facerias, los cuales robaban a empresarios adinerados y entidades bancarias para financiar actividades contra el régimen.
Dada la época en la que está rodada, los personajes se tuvieron que maquillar para pasar la censura, así que lo que se nos enseña difiere un poco de la realidad.
José Suarez (Román) sería Facerías y Luis Peña (Martín) sería Quico.
Ahora sí, entremos en materia.
Los personajes están bién contruidos, realistas y creibles. La actitud de los mismos también nos muestra la sociedad de antaño, Román es machista y homófobo, pegando a su mujer y llamando marica a Antoine. No hay heroes, solo luchadores anti régimen que buscan sobrevivir haciendo daño donde más le duele al poderoso.

Tipica cinta que transpira puro cine negro americano, pero rodada en las calles de barcelona y guión español. Aquí no hay narcotraficantes ni mafiosos, sinó activistas comunistas pero con musica jazz acompañando las mejores escenas. Veracidad y realismo, critica social y política, vamos, el guión de cualquier cinta española.
Para destacar, la primera escena que sirve para presentar a Martín y Antoine, y como dato curioso, empieza igual que A Bande a part de Godard, rodada un año más tarde.
Plano picado en el WC y la larga escena final en la masia abandonada.

http://celuloideclandestino.blogspot.com
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
DeepInside
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9 de noviembre de 2016
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
No se le agradece lo suficiente a TVE la encomiable labor, aunque se deba a un acuerdo comercial con Enrique Cerezo, que está realizando en "Historia de nuestro cine", programando tanto clásicos y películas muy conocidas, como rarezas y como filmes olvidados, de culto. "A tiro limpio" sería una de las últimas, y el público de 2016, no demasiado cinéfilo, puede conocerla, y todo por Televisión Española (no precisamente gracias a La Sexta o a Telecinco). Quien escribe, el primero.

"A tiro limpio" es una de las dos únicas películas de otro director maldito, Francisco Pérez-Dolz, y se trata de una pequeña gran joya de cine negro, que bebe mucho de ciertos clásicos del género en EEEU de los años 40 y 50, pero también del estilo francés y con incluso algunas gotas del neorrealismo italiano. Con ella realizamos un vibrante viaje a los bajos fondos de la Barcelona de 1963, e incluso tiene valor documental, por las veraces situaciones cotidianas y populares reflejadas.

El vaivén de las embarcaciones en el puerto (casi se huele el salitre), las estaciones de metro, los pinares de las afueras, el Camp Nou recién terminado, las sardanas a la salida de la catedral, las lustrosas avenidas y los barrios de peor fama, burdeles incluidos. Todo en un áspero blanco y negro aderezado con música de jazz, mujeres fatales, buenas ráfagas de disparos sin misericordia, disfrutables planos secuencia y otros movimientos de cámara, veladas referencias nada amables a la dictadura y a la situación cultural de la época y mucha miseria. Pero miseria moral.

Porque son miserables los protagonistas, sin ningún atisbo de simpatía, aunque alguno de ellos tenga ciertos códigos de honor; pero todos son miserables, más o menos criminales pero perdedores de la vida, que lo llevan escrito en esa cara que se acoda en la barra a pedir un coñac doble.
Para mí están soberbios especialmente dos, grandes secundarios de nuestro cine, como son el excelso Luis Peña (el inolvidable "Mellao" de "Surcos") en el papel de Martín, un tipo despreciable, violento, cruel y misógino (tal vez para desviar la atención de su homosexualidad, que se deja entrever pese a la censura), y el sólido José Suárez ("Calle Mayor") como su compinche Román, alguien no menos violento pero ciertamente de mejor corazón y con más ganas de escapar hacia una vida más honorable lejos de esa resaca de eterno perdedor.

En suma, una película que, con sus pequeños fallos (choca la casi total ausencia de sangre, pese a todos los disparos que se efectúan; cosas de la producción) y las limitaciones de la censura, si no fuera española sería mucho mejor valorada.
Ferdin
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9 de noviembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El estilo narrativo es convencional y no reserva grandes sorpresas pero la elegancia que se palpa en la puesta en escena mantiene atento al espectador. Hay algunos planos de gran valor estético y también una cierta tosquedad en la resolucion de varias escenas. Tiene un esquema argumental parecido al de "El cerco" de Miguel Iglesias y visualmente es atractiva. Bien notable es la interpretación de María Francés, la inolvidable madre de familia de "Surcos". Realmente José Suárez y Luis Peña están magníficos interpretando a dos seres de personalidades antitéticas y María Asquerino ofrece una eficaz ayuda en un personaje que tiene interesantes matices. En el momento de intervenir en "A tiro limpio" todos estos intérpretes estaban ya acreditados por anteriores trabajos de calidad y siguieron estando muy cotizados. No hay que olvidar tampoco a Carlos Otero que destacó también en "La piel quemada". Esta célebre producción Balcázar que al fin se ganó el reconocimiento que no tuvo en su momento no deja indiferente por su tono abatido y cortante y por la personalísima frialdad expositiva y tonal que se manifiesta en ella de principio a fin. Otra cosa destacable es la música de los títulos de crédito que resulta adecuada para un exponente de cine negro pero que al mismo tiempo presenta otros matices porque al oirla bien se palpa un curioso tono de desencanto. Buena película.
Cromatico
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1 de diciembre de 2016
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un clásico del cine policiaco español, que aúna referentes tanto franceses como estadounidenses. Su argumento versa sobre una banda de cuatro atracadores cuyas desavenencias harán que acaben eliminándose entre ellos; los personajes están inspirados en los guerrilleros del maquis.

Se trata de la ópera prima de Francisco Pérez-Dolz, a quien la pésima distribución y la peor acogida de su cinta convertirían en un director maldito. En los años noventa se rodó un prescindible remake homónimo y más tarde un interesante documental donde ya se hablaba de un thriller de culto.



"Todos estarán pensando que el domingo por la tarde cambiará su suerte. La nuestra también."
CINECLUB
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22 de mayo de 2021
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un domingo por la tarde. Mientras el dinero de los ingenuos se recuenta en las oficinas de las quinielas algunos maridos infieles y zorras desvergonzadas se ven furtivamente en hoteles de mala fama.
Todo el mundo cree estar tranquilo...pero cuatro hombres aguardan en las sombras, preparados para el saqueo.

Cataluña fue un gran caldo de cultivo del cine negro y a la manera de Los Angeles en los '40 se convirtió en escenario de tramas llenas de intriga, violencia, pasiones fatales y una pizca de crítica política (no mucha por la censura...). Francisco Pérez-Dolz, ya con 41 años, da un salto cualitativo en su carrera, pues hasta ese entonces ejerció de asistente de dirección, lo que le dio la experiencia necesaria para pasar al otro lado de la cámara; y tanto en su longeva labor como en su rol de realizador demostró ser un autodidacta con inteligencia y audacia para abrirse camino por sí mismo.
No puede, sin embargo, ser todo lo audaz que quiere debido a la época y el guión original escrito junto a José María Ricarte y Miguel Cussó, titulado "La Senda Roja" y que en un principio iba a ser una fábula sobre las andanzas de dos famosos criminales anarquistas, se metamorfosea hasta adoptar la dinámica convencional de un relato negro del más clásico orden, que de todas formas en absoluto desmerece. Ya desde el inicio Pérez-Dolz aplica el gusto de un auténtico conocedor del cine; arropados por el carbonoso blanco y negro de la fotografía de Francisco Marín, dos delincuentes urden una situación desesperada dentro de un garaje.

El homenaje a "Sed de Mal" y quizás "Gun Crazy" durante un plano-secuencia desde el interior de un coche acaba en una magnífica escena con dos claros objetivos: demostrar el primero su dominio de la tensión y los ambientes claustrofóbicos y dejar entrever ese espíritu anárquico que rodea todo el film (a la manera de los asesinos del relato de Hemingway, Martín y Antoine humillan a varios ciudadanos de clase burguesa). Y empieza la historia, con los conocidos rebotes argumentales de la "crook story" desarrollados en un clima que destila la esencia del "noir" americano y el "polar", tanto en lo formal como en lo narrativo.
Una historia observada en multiperspectiva con la intención de practicar la distancia ontológica de los personajes aunque operen, sufran y se remuevan en la misma realidad, la de una España que en pleno surgimiento económico de migraciones masivas y llegada de extranjeros a las costas presenta las mismas debilidades que antaño; la sociedad bajo la sociedad, donde abunda la miseria, el paro, la violencia callejera y el malestar. Por eso es esencial la caracterización de personajes de Pérez-Dolz: a un lado los criminales cínicos, descritos de forma sencilla, muy superficial, y cuya maldad y codicia carecen de justificación (Martín y Antoine); al otro los perdedores, la generación de los derrotados que han de adoptar los mismos comportamientos para salir de la miseria (Román y Jorge).

En estos dos bandos, como en toda fábula gangsteril, se disputan la amistad, la lealtad y los códigos morales, que debido a la presencia venenosa de la fatalidad acaban siempre siendo presa de la traición, la corrupción y el engaño. Entre ellos la sociedad, radiografiada a ras de calle en un contexto muy realista que recuerda a lo propuesto por Dassin, cuyos extremos chocan: los oficiales de policía, intachables, transparentes, necesarios para que la justicia se aplique a los villanos; los familiares, con el único deseo de llevar vidas humildes y honestas aun precarias; y la cara oculta y farragosa, formada por los hombres infieles, las mujeres fatales (perfecto ejemplo el encarnado por María Asquerino) y las clases altas.
Así el cariz pesimista es más creíble y la violencia mucho más profunda de lo que en un principio pueda parecer; la violencia aquí es el único medio para abrirse camino. Las desgracias que van sucediendo (no disparadas por culpa del primer robo sino de un segundo aún más espectacular, lo cual resulta muy original) no difieren de las referenciales "Rififi", "La Jungla de Asfalto" o "Atraco Perfecto" (a la que se le brinda el mayor homenaje), pero el director maneja la dinámica del ritmo a nivel narrativo como un Siegel, un Karlson o un Huston cualquiera, por medio de una técnica sobria en la que subyace un nervio irrefrenable.

Y que se manifiesta a través del personaje de Román, cuya escalada de violencia emprendida por Martín le atrapa en los pliegues de una atmósfera desasosegante donde sólo queda responder con crueldad y brutalidad. Así se nos brinda un último acto (el del conflicto interno y la imposible huida) realmente excitante, a la altura de los grandes clásicos del cine de atracos, con los protagonistas metralleta en mano cuales gángsters de Chicago ajusticiándose entre ellos como sólo los auténticos criminales saben hacer. Luis Peña ofrece una interpretación dura a lo Lee Marvin o Jean Servais, modélicamente malvada, que contrasta con la más torturada y desesperada personalidad de José Suárez.
Igual de dignos están Carlos Otero, Pedro Gil de implacable comisario, Rafael Moya y, vuelta a reivindicarla, esa espectacular y preciosa Asquerino (cuyo papel revela también otra cara oculta de la sociedad, la de la mujer subyugada por la brutalidad masculina). El director, pese a recrearse en la áspera violencia y la perversidad humana, permite la redención en sus personajes, aun a través de la sangrienta venganza; remata así este relato crudo y brutal que podrían haber escrito W.R. Burnett, Dashiell Hammett o Juan Gallardo Muñoz y que por desgracia no gozó en su momento de merecida popularidad.

Pero el tiempo y sobre todo la cinefilia la han elevado a la imprescindible obra de culto que es, esencial e influyente para el cine negro patrio, la cual inspiraría un "remake" a finales de los '90 dirigido por Jesús Mora, que también pasó sin pena ni gloria por las pantallas.
Desde luego un buen ejemplo de estirpe de película maldita...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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