Familia rodante

Cuenta Trapero que una de las experiencias más curiosas y halagadoras que ha tenido tras sus estrenos, es que pasado un tiempo mucha gente le pregunta cómo están ahora sus personajes. Qué es de la vida de El Rulo (protagonista de Mundo Grúa), cómo van las cosas en la "familia rodante" tras la boda, etc.
Estas anécdotas nos llevan directamente a la caracterísitica fundamental de su estilo: unos personajes absolutamente verosímiles. "No es que a mí me guste el cine realista -deja en claro Trapero- Lo que me interesa es la confusión entre ficción y realidad".
Aquí una vez más, el joven director de Ramos Mejía vuelve a construir todo un mundo de ficción sobre su más cercano entorno cotidiano, en un tono casi documental.
Su meta es que disfrutemos del cine con el asombro con que lo hace un niño. Porque cuando uno es un chaval nada sabe de rebuscados movimientos de cámara... ni quiénes son las estrellas actorales. "Aquella actitud ingenua y mágica es la que me interesa a mí como experimento. Y eso es lo que quiero conseguir en el espectador: hacer una película en la que parece que nadie filmó nada, que nadie escribió un guión, que no hay actores."
Todo esto (hacer un gran trabajo para que ese trabajo no se note) está plenamente conseguido en esta comedia que por momentos te sacude dejándote la risa congelada.
Al igual que algunas de las últimas películas argentinas (pienso en la excelente La ciénaga, en Un oso rojo, en Buena Vida Delivery...) esta road movie por la Argentina profunda nace desprejuiciada, sin intentar hacer juicios de valor, sin vocación didáctica. Es decir que viene a engrosar esa rama del cine argentino que se aleja de la de los, también interesantes, Aristarain, Campanella, Solanas...
Venid a este curioso viaje. Pablo Trapero invita.

Las peripecias ocurridas en el camino moldean el carácter, el viaje se vuelve una suerte de redescubrimiento de uno mismo, y la visión del mundo que teníamos se transforma (casi) indefectiblemente. En resumidas cuentas, ésas son las premisas que caracterizan a un modelo narrativo de indiscutible filiación estadounidense como es la road movie. El cine latinoamericano (etiqueta amplísima, es cierto) últimamente ha tenidos sus aproximaciones a las "películas de caminos", dando respiro al tópico del film urbano (ciudades tan desmesuradas, violentas, seductoras y ambivalentes como Río de Janeiro, Buenos Aires, México D.F., o San Pablo han sido retratadas mil y una veces, pero sólo fragmentariamente). Con "Diarios de motocicleta", la mega-coproducción sobre el viaje iniciático del "Che" Guevara, esta tendencia cobró popularidad, y no es casualidad que este molde que intentó convertirse en grito libertario a finales de los sesenta por obra y gracia de la mítica "Easy Rider", hoy se esté transformando también en una parte relevante y sustantiva del cine latinoamericano. A base de motocicletas, colectivos y casas rodantes, se le presenta principalmente al mercado europeo una imagen y un puñado de historias que revelan algo más de estos países (que por momentos, cuando las fronteras se tornan difusas, se convierten en un único país) donde la exuberancia propia del realismo fantástico no ha desaparecido del todo.

Pablo Trapero, con sus dos primeras películas, sin lugar a dudas se convirtió en uno de los jóvenes directores más influyentes del nuevo cine argentino. Pero mientras "Mundo grúa" y "El bonaerense" trazaban una radiografía urbana del estado de descomposición social en que estaba inmerso el país hacia principios de siglo, con "Familia rodante" se aleja, a medida que el filme avanza, de la gran ciudad, para adentrarse no tanto en una geografía determinada como sí en el interior de una familia argentina. El viaje aquí sirve de punto de partida y de excusa argumental para mostrar, con un realismo asombroso, instantáneas inscriptas en una red de personajes por demás transparentes.

La abuela Emilia tiene 84 años y, quizás como último gran acontecimiento de su vida, ha sido elegida madrina para el casamiento de una sobrina. Tal es el motivo que conduce a una docena de personas a viajar mucho más de mil kilómetros, hasta el noreste de la Argentina, donde se llevará a cabo el matrimonio. Emilia –el espectador lo puede notar desde las primeras escenas– es el núcleo y el sostén de una familia con poca cohesión.

Me gustan este tipo de comedias dramáticas que últimamente encuentran un gran espacio en la producción cinematográfica argentina (la realidad social es muy dura como que florezcan comedias a secas, la gente está muy abrumada como para aguantar dramas a secas...). Son películas con un sentido del humor muy especial, muy incisivo, bastante localistas, con una gran dosis de autocrítica.
En "Familia rodante" (¡en la que vuelve a aparecer una vez más la abuela del director con sus 84 años!) vuelve a estar presente el tema del viaje y del desarraigo, pero no de una manera tan dura como ocurría en "el Bonaerense".
Trapero, con su estilo tan especial, nos mete de dentro de esa caravana familiar y nos lleva de una situación a otra con gran fluidez, pegándonos a los personajes pero manteniendo a la vez una respetuosa distancia.
Como en toda road movie hay pasajes más interesantes que otros, pero el recorrido en general resulta en todo momento muy atractivo.

Como anécdota que define un poco más a este director, os comento que días atrás leí que después de haber estado rodando durante miles de kilómetros para filmar esta obra, Carlos Trapero se lanzó por las carreteras perdidas de la Argentina profunda para llevar su película por diferentes pueblos en los que los cines no existen. Hubiese sido interesante presenciar una de esas proyecciones. Ver cómo se cerraba el círculo rodante.

Estilo italiano, donde la miseria familiar sirve de anzuelo para el humor; esta road movie casi documental despierta ternura y carisma de la forma más sencilla. Personajes entrañables, pese a que algo tópicos, supongo que es inevtable en este tipo de films. Pero la película le llena de curiosidad a uno y engancha con muy buen ritmo. Se pasa muy buen rato y deja un gran sabor de boca.

Cine independiente, sin grandes estrellas, sin nada que pretenda ser espectacular, sin poses, sin huecas moderneces... Cine pequeño, sincero, maravillosamente imperfecto, arriesgado, gratificante.
Sé que no es el tipo de películas que le encantan a la mayoría de la gente, así que no me atrevería a recomendársela a todo el mundo, pero a aquellos interesados en encontrar voces que no tomen como modelo los cánones de Hollywood, "Familia rodante" puede depararles una grata sorpresa.
Una propuesta estimulante, para volver a creer -una vez más- en el cine de autor.