Cuenta Trapero que una de las experiencias más curiosas y halagadoras que ha tenido tras sus estrenos, es que pasado un tiempo mucha gente le pregunta cómo están ahora sus personajes. Qué es de la vida de El Rulo (protagonista de Mundo Grúa), cómo van las cosas en la "familia rodante" tras la boda, etc.
Estas anécdotas nos llevan directamente a la caracterísitica fundamental de su estilo: unos personajes absolutamente verosímiles. "No es que a mí me guste el cine realista -deja en claro Trapero- Lo que me interesa es la confusión entre ficción y realidad".
Aquí una vez más, el joven director de Ramos Mejía vuelve a construir todo un mundo de ficción sobre su más cercano entorno cotidiano, en un tono casi documental.
Su meta es que disfrutemos del cine con el asombro con que lo hace un niño. Porque cuando uno es un chaval nada sabe de rebuscados movimientos de cámara... ni quiénes son las estrellas actorales. "Aquella actitud ingenua y mágica es la que me interesa a mí como experimento. Y eso es lo que quiero conseguir en el espectador: hacer una película en la que parece que nadie filmó nada, que nadie escribió un guión, que no hay actores."
Todo esto (hacer un gran trabajo para que ese trabajo no se note) está plenamente conseguido en esta comedia que por momentos te sacude dejándote la risa congelada.
Al igual que algunas de las últimas películas argentinas (pienso en la excelente La ciénaga, en Un oso rojo, en Buena Vida Delivery...) esta road movie por la Argentina profunda nace desprejuiciada, sin intentar hacer juicios de valor, sin vocación didáctica. Es decir que viene a engrosar esa rama del cine argentino que se aleja de la de los, también interesantes, Aristarain, Campanella, Solanas...
Venid a este curioso viaje. Pablo Trapero invita.