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Operación Monumento

Bélico. Drama. Acción A finales de la II Guerra Mundial (1939-1945), a un selecto grupo de historiadores, directores de museos y expertos en arte, tanto británicos como norteamericanos, se les encomienda la importante y peligrosa misión de recuperar las obras de arte robadas por los nazis durante la guerra para devolvérselas a sus legítimos propietarios. Era una misión imposible: las obras estaban muy bien custodiadas y el ejército alemán tenía orden de ... [+]
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Críticas 110
Críticas ordenadas por utilidad
23 de febrero de 2014
22 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
El enfrentar el valor de las obras de arte con el de las vidas humanas en el contexto sangriento de una guerra fue ya un tema tratado por John Frankenheimer en la genial película "El tren", filmada en 1964 e interpretada magistralmente por Burt Lancaster y Paul Scofield. También lo hizo Antonio Mercero, con "La hora de los valientes". El propio desarrollo histórico de los hechos, su veracidad, legitiman que el cine se haga el necesario eco e intente reflejar las repugnantes ambiciones de quienes, además de acabar con la vida de millones de personas, pretendían también adueñarse de los mejores exponentes de su creatividad, de su civilización cultural de siglos: las obras pictóricas y escultóricas de museos, catedrales y colecciones privadas.

Esta película hace justicia a aquellas personas que arriesgaron sus vidas (sin necesitarlo directamente, pues vivían alejadas del conflicto bélico) para recuperar un patrimonio artístico que corría gravísimo peligro de desaparecer. Creo que es una película sincera, fiel en cuanto puede a los hechos reales, bien interpretada y que resulta muy didáctica para quienes podrían considerar que la pérdida de obras de arte en el desarrollo de un conflicto bélico es un tema "menor" sin importancia, como se dice ahora "un daño colateral". Gracias a personas como las que aquí se recuerdan, Europa pudo reconstruir una gran parte del legado artístico de siglos, que ha seguido contribuyendo a su riqueza cultural. Evidentemente, las vidas humanas eran irrecuperables, pero hubieran sido aún mucho peor las consecuencias de esa maldita guerra si hubierámos perdido, por una destrucción sin sentido como la que quiso perpetrar Hitler, toda la riqueza artística del continente.

Hay que agradecerle, por tanto, a George Clooney que haya dirigido esta película y que reivindique el papel que sus compatriotas tuvieron en esta salvación del patrimonio cultural de una Europa devastada por seis años de guerra. No era un asunto fácil ni cómodo pero, a mi modo de ver, lo resuelve con contención, sensatez, equilibrio y buen ritmo. La ambientación es magnífica y todos los demás detalles de la dirección artística son adecuados, incluida la música.
turinilla
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22 de febrero de 2014
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine, dentro de sus muchas virtudes, cumple una importante función narrativa y de divulgación al plasmar en pantalla historias que de otra manera, difícilmente tendrían la repercusión que de una manera u otra merecen. El expolio y robo de nuestra cultura por parte del ejército nazi, y su posterior recuperación gracias al ejército aliado, que pese a todo se repartió el "botín" como buenamente quiso, es en esta ocasión el centro de un relato que busca homenajear a algunos de esos soldados desconocidos que lucharon, sufrieron y, en ocasiones, perdieron la vida en uno de los episodios más funestos de nuestra historia.

George Clooney, protagonista, director, productor, guionista y estrella mediática del firmamento hollywoodiense, busca con su última película recordar con honor y cariño la difícil labor que llevaron a cabo un grupo de antihéroes obligados a vencer las vicisitudes de la contienda para lograr un objetivo más que loable: salvaguardar los restos de nuestra cultura de la barbarie destructora de la desquiciada avaricia del ser humano. Porque la cultura, como expresión de nuestras pasiones, creencias y amores, es una de las bases sobre las que se cimenta nuestra sociedad, un recurso finito pero de proporciones grandiosas en lo que a importancia se refiere. Al fin y al cabo, la cultura de un pueblo, es su manera de entender la vida y afrontarla. Ese mensaje, es una de las mayores virtudes de "Monuments men", una película que sin embargo, pese a aspirar a grandes logros, se queda en pequeños detalles de calidad.

Clooney, amante del cine más clásico, busca en su última cinta, recuperar ese género bélico y de aventuras marcado por títulos como "La gran evasión" o "Doce del patíbulo". Ya desde la presentación de los personajes, hasta la excelente banda sonora de Alexandre Desplat, toda la película busca desesperadamente evocar el aroma de ese cine tan maravilloso. Sin embargo, las hechuras del relato persiguen una grandeza que Clooney nunca consigue alcanzar. Empleando recursos excesivamente formales, y más preocupado por la autocomplacencia ética de su mensaje que por perfilar correctamente los matices del relato, la narración de "Monuments men" llega a resultar atropellada y por momentos carente de tensión dramática, esbozando unos personajes excesivamente arquetípicos que cumplen a la perfección los roles que se espera de ellos.

Por consiguiente, al final la historia resulta ligeramente intrascendente. De ella, sólo permanece en la retina la nobleza de su mensaje y la imagen en pantalla de un reparto soberbio que, aunque se divierten juntos y no desmerecen la grandeza de sus nombres, tampoco llegan a esbozar escenas memorables como su talento podría hacer esperar. "Monuments men" es una película que podría haber aspirado a más, pero que prefiere mantenerse como un correcto entretenimiento de grandes aspiraciones y pocas reafirmaciones. Con la sensación de que la defensa de la cultura, merecía una voz más épica y valiente, Clooney compone una obra menor que decepcionará a aquellos que esperen una obra bélica de las de toda la vida.
EuTheRocker
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28 de febrero de 2014
31 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque el cine estadounidense, salvo contadas excepciones, me interese muy escasamente, y aunque la película de Clooney, por completo irrelevante, se pierda en esa masa indistinta de mediocridad que reúne a todos los productos comerciales destinados al consumo masivo --entre los que se incluye la inmensa mayoría de las películas que hoy en día se fabrican--, hay en ella un aspecto que me induce a escribir estas líneas; líneas que no pretenden ser tanto una crítica del film, cuanto una sucinta anotación marginal sobre una circunstancia que estimo significativa. Lo que suscita mi interés es el hecho de que esta película se promocione con el eslogan “basada en hechos reales”, circunstancia de ningún modo excepcional, pues últimamente un número no desdeñable de creaciones de ficción --sobre todo cinematográficas-- se apoyan en esa misma pretensión; y, puesto que el mercado no es tonto, cabe suponer que la fórmula debe de generar un atractivo adicional para el espectador medio.

Supongo que la veracidad de tal pretensión podrá ser mayor o menor según los casos; en el que nos ocupa, imagino que es muy relativa, y que, más que “basada en”, habría que decir, como máximo, “lejanamente inspirada en”, pero eso es lo de menos. Lo importante es, en mi opinión, que a esa circunstancia se le conceda una importancia relevante, como si fuera un “valor añadido” o una garantía de algo, lo que, por vía de inversión, vendría a significar que aquellas obras que no están “basadas en hechos reales” pueden tener una carencia o defecto de valor. Ahora bien, ¿estaban “La odisea”, “La divina comedia” o “Hamlet”, pongamos por caso, “basadas en hechos reales”?, ¿lo estaban --por limitarnos al hecho cinematográfico-- “Ordet”, “Stalker” o “Satántangó”?

Sin necesidad de llevar demasiado lejos las problemáticas implicaciones “filosóficas”, por decirlo así, del eslogan en cuestión sobre la naturaleza de la realidad, podríamos preguntarnos por qué se le concede importancia a que una obra esté “basada en hechos reales” y por qué eso puede significar un reclamo para el público. Esa es la cuestión. ¿No será quizá porque vivimos cada vez más en un universo de ficción, porque el mundo a nuestro alrededor, y en nuestro interior, es cada vez más radicalmente irreal y, de algún modo, existe la vaga y difusa intuición de que podemos estar viviendo un gigantesco simulacro, una mentira colosal, tal vez de dimensiones literalmente cósmicas?, ¿no será porque hay, en definitiva, una avidez de realidad en la medida en que carecemos precisamente de ella, ya sea por motivos históricos --como propondría quizás Angelopoulos-- u ontológicos --como más bien plantearía Béla Tarr?

Tal vez haya que repetir una vez más que la función del arte (y no me interesa en absoluto el cine si no es como arte) es precisamente ponernos, de algún modo, en contacto con lo real, con nuestra realidad más profunda que perpetuamente se sustrae tras el velo de las apariencias, las convenciones, los hábitos, la vida social... en definitiva, de la “mundanidad”. Pero la pretensión de “estar basada en hechos reales” confunde, por decirlo así, el lugar de la “realidad” en la obra de arte, que no tiene por qué estar en su origen, sino en su destino. La película de Clooney puede partir de lo que convencionalmente llamaríamos “hechos reales”, pero está destinada a mantener al espectador en el universo más convencional de las más inanes y estúpidas ficciones, cuya perfecta materialización (en la medida en que la estupidez pueda ser perfecta) es la bandera de las barras y las estrellas ondeando en la entrada de la mina. En el fondo, esa transmutación de lo real en su contrario es similar a la de los “reality shows” televisivos, basados también, sin duda, en “hechos reales”. Homero, Dante o Shakespeare, por el contrario, no necesitaban basarse en “hechos reales”, sacaban personajes y situaciones de su imaginación personal, pero sus obras nos enfrentan de lleno con nuestra realidad universal más profunda y esencial. Y lo mismo podría decirse, salvando las distancias y en la proporción correspondiente, de los grandes creadores cinematográficos (Dreyer, Tarr, Tarkovsky, Sokurov, Bresson, Angelopoulos, Bergman...). Ahí, en el punto de llegada y no en el de salida, es donde debe producirse el encuentro con lo real.

Hay más equívocos habituales de índole similar en el mundo del cine, por ejemplo, el omnipresente y absurdo tópico de las películas “lentas” y “previsibles” (como si la prisa fuera un valor, y el susto, una categoría estética); pero eso quizá lo comente en otra ocasión.
Ludovico
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9 de marzo de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Monuments Men" no es una mala película; pero se queda corta no solo a nivel de expectativas sino también respecto a sus propias aspiraciones. Su principal problema es que le cuesta encontrar su propio tono, el equilibrio entre comedia y drama no parece que sea el adecuado, o al menos no el que el espectador espera, y esto lastra enormemente la película, ya que cuando se le coge el punto puede que sea demasiado tarde e incluso haya llegado el aburrimiento. A esto también hay que añadirle la sensación de que todo podía haberse contado de manera más interesante.

Se agradece que narre un hecho hasta ahora bastante desconocido. La misión que llevan a cabo, loable y digna de conocerse, se ve ensombrecida por una justificación moral bastante más discutible. Esto le hace daño a la película, especialmente en su final.

El reparto, repleto de caras conocidas y carismáticas, es una arma de doble filo. Los personajes caen bien, resultan simpáticos y muchas escenas con otros actores no hubieran funcionado. Sin embargo, también hace aumentar las expectativas. Por otra parte, no me he creído a ninguno de los personajes en su papel de historiador, director de museo o experto en arte.

Dicho esto, la película me ha gustado moderadamente, o al menos no me ha disgustado y me ha entretenido bastante. Iba con bajas expectativas y eso puede haber ayudado. Considero que hay mejores alternativas en cartelera, pero si quieres ir al cine puede ser una opción.
vjsp
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23 de febrero de 2014
16 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
De esta película se podía esperar cualquier cosa, menos que no fuera entretenida. Los ingredientes con los que contaba George Clooney no podían ser más atractivos: una buena historia inspirada en hechos reales que le servía la posibilidad de ofrecer dosis de épica y emoción, un grupo de buenos y conocidos actores con ocasión de lucimiento para todos y todo ello redondeado con la excelente música de Alexandre Desplat. Así pues, lo que sorprende es la incapacidad que muestra Clooney para lograr con semejantes mimbres una película que como mínimo sea capaz de entretener al espectador durante las dos horas de metraje. Ya no digo emocionar, pues ni siquiera lo logra en sus momentos más dramáticos, pero si al menos cohesionar sus diferentes sub-historias y darle una pátina de brillantez a todo el conjunto. Al contrario, “Monuments men” se presenta como una película caótica y deslavazada, con un argumento que parece avanzar a trompicones, confusa en su planteamiento y con unos personajes con los que increíblemente no llegas nunca a empatizar (Cate Blanchett nunca ha estado tan fuera de su personaje como en esta película).

Sin la carga emotiva que desprendían sus principales referentes (Clooney apelaba al espíritu de cintas como “La gran evasión” o “Un puente lejano”), “Monuments men” acaba pareciendo más una reunión de viejos amigos que el espectáculo vintage que pretendía. Un paintball de lujo al que Clooney no acaba de encontrar el tono en ningún momento y que queda muy lejos del realismo y la inspiración que transpiraba “Buenas noches, y buena suerte”, su mejor película hasta la fecha. Una pequeña y torpe lección de historia tan insulsa como olvidable.

Lo mejor: el carisma de sus intérpretes, con mención especial a un George Clooney más Clark Gable que nunca.

Lo peor: la poca emoción que transmiten sus imágenes.
AMQE
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