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Cuando dejes de quererme

Drama. Thriller Laura (Flor Torrente) vive en Buenos Aires con su padrastro Fredo (Eduardo Blanco). Siendo una niña, ella y su madre se marcharon del País Vasco, supuestamente tras ser abandonadas por su padre. Pero un día recibe una llamada desde España: el cuerpo de su padre acaba de ser encontrado enterrado en un bosque cercano. Las pruebas forenses han sido claras: Félix Careaga (Eneko Sagardoy) murió hace más de 30 años asesinado de un disparo en ... [+]
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
27 de diciembre de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trama histórica hurgando en el pasado para desentrañar oscuros acontecimientos se sigue con interés. El desarrollo mantiene la curiosidad. Lo malo es que, conforme avanza la trama, se pierde la credibilidad. Demasiados vericuetos enrevesados, faltos de cohesión y forzados, metidos con calzador. El buen trabajo de los actores y de la dirección hace que el film se pueda ver. La narrativa tiene su parte positiva. Las sombras del pasado desaparecen al desaparecer sus protagonistas.
JOSEMIDIAM
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18 de junio de 2022
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Vi “Cuando dejes de quererme” (España, 2018) dirigida por Igor Legarreta [1974-], siendo esta su opera prima. El guion es de Asier Guerricaechevarría, Jon Iriarte y Javier Félix Echániz, la música de Lucio Godoy (aplausos) y la fotografía de Imanol Nabea (aplausos). El reparto es interesante: Flor Torrente (aplausos), Miki Esparbé, Eduardo Blanco (aplausos) y Joaquín Climent, entre otros. En cuanto al género, es algo difícil de clasificar: pivotea entre el cine policiaco, el thriller, el drama y el romance, con algunos elementos de comedia negra a son de condimento.
La película narra cómo Laura (Flor Torrente), quien vive en Buenos Aires con su padrastro Fredo (Eduardo Blanco), descubre lo que realmente pasó con su padre biológico en el País Vasco, 30 años antes; mientras tanto, empieza un romance con Javier Egoskue (Miki Esparbé), agente de seguros, quien le ayuda a cobrar un seguro de vida que su padre difunto le legó.
Empiezo resaltando los méritos de la cinta. Las actuaciones son relevantes. Flor Torrente logra una dupla protagónica de impacto junto con Eduardo Blanco. Este último, concilia en su personaje el drama y la comedia, cosa que no es nada fácil. Por demás, ese elemento cómico neutraliza un poco el fuerte drama político y atrae el entretenimiento de la audiencia. Algunos críticos elogian esa combinación, mientras que otros consideran que lo cómico restó seriedad al drama humano de quien descubre los restos de un familiar en medio de un conflicto armado como el que se vivió entre Eta y el gobierno español. Dejo este asunto a criterio de mis lectores. Otro aspecto para relevar en relación con las actuaciones está en la dirección artística o, mejor dicho, en la apuesta de la dirección sobre basar la trama micro (el drama del encuentro con la verdad por parte de Laura) en los actores protagónicos y lo macro (el conflicto suscitado entre España y Eta) en los actores secundarios. Esto último hace parte de la estrategia para armonizar lo micro y lo macro, que es un elemento bien complejo en filmes como este. Incluso, por esta estrategia es que aplaudimos la fotografía: conecta las emociones de lo micro con la imagen que se nos muestra de lo macro.
Otro mérito de la obra está en la música, que está muy enfocada en las escenas dramáticas, realzando las emociones humanas de los personajes. Esto me hizo pensar en la importancia de la banda sonora para la correcta transmisión de las emociones al auditorio. Eso sí, la música se queda atrás en las escenas cómicas. No sé si esto fue intencional.
En relación con la historia misma, hay varios asuntos por señalar. El primero es que, a pesar de tener elementos de diferentes géneros, la mezcla final es muy correcta, dando lugar a una historia con un buen ritmo que entretiene al público. Sin embargo, hay varias pistas y desenlaces en la escalada detectivesca que son difíciles de creer, pero bueno, hay que tener mente abierta, máxime que el tiempo es limitado para narrar la complejidad de estos temas. El segundo es que, si bien la película no toma partido en el conflicto armado de fondo, sí se le ha criticado varios clichés sobre los vascos, que no han pasado desapercibidos para la crítica especializada española. En este sentido, mutatis mutandis, podría decirse que esta cinta se acerca a ser un “Secreto de sus ojos”, versión vasca. Y, finalmente, es una buena excusa para reflexionar sobre la memoria histórica en el contexto de una confrontación armada de la envergadura que allí se expone.
Profundicemos sobre esto último: la importancia de este tipo de narraciones estéticas es que vehiculiza mejor las emociones que los fríos textos jurídicos y académicos, que por su esencia se concentran más en lo macro que en el doloroso microcontexto. Este filme da dramaticidad, rostro humano si se quiere, a temas como el desaparecimiento forzado, el homicidio, la lucha política, el conflicto armado, el desplazamiento, la inmigración, etc. En este sentido, la obra, desde lo dicho anteriormente, se torna política.
Por todo lo anterior, recomiendo la película, pero reitero que el espectador tiene una buena oportunidad de ir más allá del entretenimiento si acepta el reto de pensar lo político que está en los intersticios de la narración. 2022-06-17.
Andres Botero
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