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Hacha de guerra

Western A las llanuras del Medio Oeste de los Estados Unidos llega un tipo ambicioso y sin escrúpulos. Ha hecho un largo viaje con el objetivo de recuperar unas tierras que, según él, pertenecieron a sus antepasados antes que a los indios. Para que su plan tenga éxito, tendrá que lograr que los colonos, los soldados y los indígenas se enfrenten entre sí. (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
16 de mayo de 2007
23 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
El que fuera director de toda la última parte de la saga de las películas de Tarzán en los años cuarenta, Kurt Neumann fue un director de serie B de escasa calidad que aunque más conocido sobre todo por películas de ciencia-ficción –“La mosca” especialmente- también realizó algún western curioso como este por título “Hacha de guerra”.

Aunque más bien se trata de un “eastern” más que de un western, ya que la acción transcurre en ese lado del continente americano en el siglo XVIII, concretamente en el Valle de Mohawk, cerca del lago Ontario (Canadá) y no en el medio Oeste americano como señala la sinopsis de la película de esta web.

Sin ser nada del otro mundo y chirriando en muchos momentos sus indios prefabricados creo que la película le da para un aprobado por cinco razones principales:

Primero por la maravillosa fotografía y color de Karl Struss, uno de los pineros del cine mudo que trabajó con Murnau, Griffith, Mamoulian o De Mille entre otros, y que nos ofrece en cada fotograma auténticos cuadros Kitsch que llaman poderosamente la atención.

En segundo lugar unos diálogos punzantes y muy bien desarrollados que sorprenden en un guión tan pobre y en una película de serie B tan limitada. Los dialoguistas muy superiores al guionista.

En tercer lugar un más que correcto montaje, que aúna muy bien las escenas de estudio con otras de exteriores y que están en postproducción muy bien trabajadas algo atípico de este tipo de proyectos de escaso presupuesto.

En cuarto lugar un buen elenco de bellísimas protagonistas como Allison Hayes, Lori Nelson y sobre todo Rita Gam que seguro que hicieron pasar un buen rato al actor Scott Brady durante el rodaje.

Y por último el adelanto de su visión del conflicto entre blancos e indios que es desde luego de agradecer. Para tratarse de los años 50 estamos hablando de una historia pro india sin ningún género de duda, donde el villano es un comerciante blanco y el protagonista está enamorado de una mujer del pueblo de los iroqueses.

De todas formas, película menor, sólo recomendable para amantes del género y estudiosos de la historia del cine ya que las escenas surrealistas son en ocasiones esperpénticas y difíciles de digerir en nuestros días. Eso sí, por lo menos no aburre, que no es poco.
vircenguetorix
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13 de febrero de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Convencional película de colonos americanos agradable de ver sin ánimo de exigir. Doscientos colonos quieren establecerse en territorios compartidos por iroqueses y tuscarores donde existe un fuerte y todos viven en armonía. Pero el elemento discordante (John Hoyt) reclama en secreto todo el territorio y no quiere a inmigrantes por allí, y de paso a los indios tampoco, y conspirará para que le dejen en paz. En el fuerte está el pintor (Scott Brady) que vive del cuento, más o menos, y tiene su recompensa: modelo y prometida, se ve que le va bien; es un tío encantador. Encima le surge un bonito romance con la pizpireta y simpática india iroqui. El guión está bien para el encuentro entre ambos y luego la relación siguiente es divertida con comentarios que chocan por sus diferentes culturas que hacen que surjan tiernos puntos en común.
Lo demás es lo clásico en estas películas, hay que verla casi con los ojos de un niño para aceptar la oferta, pero es fácil porque este cine tiene un color atractivo, las decoraciones y los escenarios están muy currados, el vestuario y las caracterizaciones son más que correctas, y de fondo tiene bonitos paisajes montañosos que hacen creer que la vida de ellos será de ensueño.
floïd blue
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15 de octubre de 2020
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Integrantes del pueblo iroqués, los mohawks formaban una nación india que habitaba en el valle del mismo nombre cerca del lago Ontario, que vivían del cultivo del maíz, fríjol, calabaza y tabaco, además de la pesca y la caza. Tal como se aprecia en varias escenas, habitaban casas rectangulares amplias que construían con madera y otros productos que abundaban en la zona.
La imagen que de esta cultura se transmite en la cinta es de lo más respetuosa, pues en todo momento eluden la violencia y tratan de convivir en armonía con los colonos blancos que llegan a la zona, todavía en la época colonial de dominación inglesa. No ocurre lo mismo con algunos indios tuscarones que residen con ellos, pues se muestran mucho más beligerantes en su oposición a los hombres blancos, "El hombre blanco es blando como un cerdito y gime al menor dolor". Lo mismo sucede con algunos de estos, como el malvado Buttler, empeñado en expulsar de allí tanto a los indios como a los que llegan con sus caravanas para cultivar las tierras de lo que considera "su valle". Escandalizado proclama: "Vienen colonos, predicadores, soldados y hasta pintores que encierran los paisajes en un marco".
Y es que, comisionado por una Sociedad científica del Este (circunstancia que no era entonces del todo rara), ha llegado hasta allí el pintor Jonathan Admas (Brady) para plasmar en sus lienzos el paisaje y las gentes de esas lejanas tierras. Y lo hace, pero de paso se pega la gran vida disfrutando con Greta (Nelson), la tabernera que le sirve de modelo en paños menores, hasta que se presenta desde Bostón su prometida Cinthia (Hayes) acompañada de una tia como carabina. Ni una ni otra se harán con el amor del desenfadado galán, que se permite frases como "Que el Señor me libre de una mujer inteligente". Y cae precisamente en las redes de una de ellas, pues ahí estaba la también bellísima Onida (Gam), hija del gran jefe mohawk para quedarse con él. Con estos ingredientes comprenderemos que el amor juega también una partida importante, y es que "Cuando una mujer se pone las pinturas de guerra es más peligrosa que un mohawk".
Tras diversos avatares y luchas que no hacen al caso aquí, al final se alcanzará un armisticio y volverá a reinar la paz tras el justo castigo al malvado. Como comenta uno de los indios "El que llena su boca de palabras sucias, acaba comiendo tierra". Pues eso.
En lo sanitario apenas encontramos a las mujeres del fuerte preparando hilas y vendas ante el asalto inminente de los indios, y luego lavando las heridas a los caídos y reconfortándolos con buenos tragos de brandy.
El guión, ya lo vemos, no es muy original que digamos, pero no ocurre lo mismo con los diálogos que, como venimos recogiendo, no tienen desperdicio. La caracterización de los indios y de los colonos es muy cuidadosa, si bien algunas escenas chirrían bastante y desmerecen del conjunto de la obra. En resumen una película un poco fuera de época pero entretenida y tierna.
Lafuente Estefanía
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14 de enero de 2016
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película del oeste bastante floja hasta algo simplona con decorados recién puestos y una historia previsible y básica. Hay que ver que bien vestidos y limpios iban en esa época, tanto unos como otros. Enero 2016 tpa.
Angel
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