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Tarzán en la selva secreta

Aventuras Unos cazadores que se hacen pasar por fotógrafos se adentran en Sukulu, territorio donde los animales son sagrados. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
11 de febrero de 2015
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que tenía 8 o 9 años y que, a las 8:00 en punto, me levanté aquella mañana de domingo. Mientras me duchaba, por mi mente pasaban las imágenes del avance que, la semana anterior, había visto sobre la película, <<TARZÁN EN LA SELVA ESCONDIDA>>, que, en este día y con gran entusiasmo, me preparaba para ir a ver. Cuando ya estaba listo para salir, busqué las monedas que día a día guardaba en un tarrito que mantenía sobre mi nochero y mucho me alegré de saber que, esta vez, estaban las cinco que necesitaba para comprar el boleto. La misa, a la que tuve que asistir antes de poder ir a la sala de cine, se me hizo eterna, pero gracias al sonsonete habitual del cura, mis pensamientos volaban y volaban, y mi ánimo se mantuvo en alto.

¡Qué alegría cuando vi por primera vez al Tarzán, Gordon Scott, con ese gran físico, ese porte amable, y sobre todo, esa disposición a defender a los animales que, también para mí (lo aprendí de mi madre) eran sagrados! Y para mi mayor satisfacción, la historia de punta a punta realizaba anhelos como los que, en ocasiones, había soñado: Tarzán nada y los cocodrilos pasan de largo sin pensar siquiera en hacerle daño; domina a los leones que están a punto de atacar a una pareja de gente buena, y hace lo que sea para salvar a un elefante herido.

No menos de una docena de tarzanes, habían ya pasado por las toldas cinematográficas (incluidos los recordados Johnny Weissmuller y Lex Barker) cuando, Sol Lesser, productor, desde 1933, de una larga colección de tarzanes (con, Buster Crabble, Glenn Morris, Weissmuller y Barker), decidió retomar las aventuras del hombre de la selva con un fisicoculturista al que se había encontrado haciendo de salvavidas en una playa. Era éste, un hombre de 28 años, nacido Gordon M. Werschkul, al que enseguida cambió el apellido por el más pronunciable Scott, y con unas pocas clasecitas de actuación, lo puso a representar al que sería uno de los más apreciados tarzanes que, hasta hoy, nos haya dado el cine.

Junto a él, aparece la encantadora, Vera Miles (Jill, la enfermera que se verá en aprietos), quien, además de que con, Gordon Scott, encontraría marido, seguidamente lograría trabajar con directores como: Henry Hathaway, Alfred Hitchcock, Martin Ritt y John Ford; y también tendremos al gran, Rex Ingram, como el cacique; a Peter van Eyck, como el respetable médico; y al malote de tantísimos westerns, Jack Elam, como cazador furtivo dispuesto a traer problemas.

La nueva aventura es un modesto, pero todavía necesario alegato ecologista y de protección de las especies animales, exaltando la labor que Tarzán, y sobre todo la tribu Sukulu, hacen para mantener su territorio como una suerte de reserva donde, innumerables especies, son tratadas como seres sagrados. Como suele ocurrir, el mayor peligro será el hombre blanco que, ávido de pieles, aceites, marfil… no piensa más que en sus mezquinos intereses, sin preocuparse del enorme daño que hace a la naturaleza.

El director, Harold Schuster, ha hecho un filme que logra verse sin dificultad alguna, pero es evidente que atraerá más a aquellos niños que anhelan ver sanas aventuras.

Título para Latinoamérica: TARZÁN EN LA SELVA SECRETA
Luis Guillermo Cardona
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1 de noviembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un argumento interesante cuyo guión no está a la altura esperada dificulta a H.D. Shuster la oportunidad de un mayor éxito de público y de crítica.
Tampoco resulta tan convincente como sus predecesores la participación de G. Scott en el papel de protagonista.
Pero a renglón seguido hay que señalar que la intriga está bien llevada, que los primeros planos se utilizan con mucha habilidad para proporcionar sensación de inmediatez y que la banda sonora acentúa con mucha brillantez los pasajes más destacados de la narración.

La película posee cierto encanto y merece ser vista a pesar de sus defectillos.
ABSENTA
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27 de agosto de 2014
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“Tarzan y la selva escondida” es la primera película en la que interviene Gordon Scott filmada en 1955 tras dejar el papel hasta entonces interpretado por Lex Barker en cinco películas y antes Johnny Weissmuller en 12, dentro del Tarzan del cine sonoro. Sigue rodándose en blanco y negro y a pesar de que hay escenas visualmente agradables cuando está con su esposa en la vida real, la enfermera interpretada por Vera Miles, el hecho de seguir la tradición de hablar con monosílabos e infinitivos del verbo, hace que parezca el típico Tarzan analfabeto de las películas anteriores. Realizada con muy bajo presupuesto y con interpretaciones mediocres excepto la de Vera Miles, la película, a pesar de su corta duración de 73 minutos, no se ve con agilidad debido a secuencias innecesariamente largas. Sólo tiene el interés para el aficionado a Tarzan de ver a Gordon Scott en su debut con el personaje, que coincide que es la peor de todas las interpretaciones que hace y por ello le he puesto el 5. Si es posible, verla en el original porque el doblaje es malo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Mariano Bayona Estradera
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