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Marineros de agua dulce

Comedia El malogrado Oliver trabaja desde hace tiempo en una factoría de bocinas. Tal trabajo le está costando la salud, ya que padece una extraña excitación que se convierte en delirio cada vez que suena, junto a sus oídos, una trompa o algo parecido. El médico que ha visitado para acabar con su afección le ha recomendado dos cosas: realizar un viaje largo para relajar los nervios y beber leche de cabra para mejorar su estado. Al conocer el ... [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
10 de marzo de 2011
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quizás, lo que más me gusta de Laurel & Hardy, es que siempre me devuelven el ánimo. Me resultan tan encantadores que, hasta sus películas más simples –y esta es una de ellas-, estimulan mi sistema autocurativo, pues su sola presencia hace que dibuje una sonrisa… y de tanto en tanto no falta motivo para una que otra carcajada. Esto es terapéutico y por eso suelo recomendarlos a cuanto enfermo de depresión se cruza en mi camino. Una buena dosis de Laurel & Hardy es mejor que cualquier droga, puedo asegurarlo. Ellos relajan, reaniman, calman el ánimo, generan entusiasmo, activan las defensas del organismo y traen luz al corazón.

“MARINOS A LA FUERZA” también cumple este cometido, y no nos deniega unas cuantas carcajadas y un buen agregado de sonrisas, pese a la simpleza de su historia. No hay literariamente un gran esfuerzo (Rogers y Felix eran de peso muy liviano), pero hay unos buenos creadores de gags, y sobre todo la primera parte, resulta bastante lograda. Para eso estuvieron ahí Harry Langdon y Gil Prat apoyando a Laurel quien se encargó del resto.

Y ¿cuál es la historia? Ollie está enfermo de “bocinofobia” (para sostener el término del singular doctor Finlayson que le atiende), esto quiere decir que no soporta el ruido de los trombones, saxofones, trompetas o cualquier cosa que suene empujando aire… sobre todo, si quien toca el instrumento, es su muy querido amigo Stanley. Cuando esto sucede, Ollie sufre un colapso nervioso, y como Hulk, se transforma en un ser violento e incontrolable (¡quién sabe si no fue de “MARINOS…” de donde surgió la verdosa mole!).

Resulta muy divertido el largo enredo con el montón de cosas que funcionan al revés en el apartamento que alquilan nuestros amigos, y también la consulta con el doctor Fin nos pareció bastante lograda; por el contrario, las remembranzas chaplinescas de “Tiempos modernos” y “La quimera del oro”, además de improcedentes son desafortunadas, y le bajan el tono a lo que bien pudo ser plenamente original.

El director Gordon Douglas pudo hacer un mayor esfuerzo, pero al parecer, algunos realizadores sin mucho seso se consolaban pensando que, con sólo ver al Gordo y al Flaco en sus habituales rutinas, la gente iba a reírse sin que hubiera que hacer un enorme esfuerzo… y lo peor de todo, es que esto resultaba cierto.

El titulo original “Saps at sea” (Tontos en el mar) dicen que se derivó paródicamente de “Souls at sea” (Almas en el mar) el viejo filme con Gary Cooper, aunque temáticamente no hay entre ellos relación alguna.

Título para Latinoamérica: “MARINEROS DE AGUA DULCE” (Seguro que, quien le puso este título, se bañaba en ríos, pero nunca tuvo ocasión de ir al mar).
Luis Guillermo Cardona
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2 de enero de 2018
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Dentro de filmaffinity, quizás haya sido Luis Guillermo Cardona quien mejor haya definido un problema y bendición que acompañó buena parte de la filmografía de Stan Laurel y Oliver Hardy: la gran mayoría de los productores y directores se sentían cómodos con el hecho de que ver al Gordo y al Flaco eran suficientes para lograr la carcajada. Eso era cierto, aunque eso hizo que bastantes de sus aventuras no explotasen más, buscando esos giros chaplinescos que las habrían elevado en calidad.

Lo sorprendente es que "Marinos a la fuerza" arranca de una manera original, donde el bueno de Oliver sufre una muy peculiar enfermedad que lleva a disparatadas enfermedades. Ello le lleva a tener furibundos ataques de ira al más puro estilo "papá furioso" en la figura de Homer Simpson.

Deja la sensación de que Gordon Douglas no logra mantener el buen tono que se alcanza en algunas secuencias, explotando siempre la innegable química de los protagonistas, siendo, curiosamente, el viaje marinero que hacen un punto de inflexión negativo, no a la altura del innegable ritmo de su arranque.

Tiene un gran interés, aunque es una pena que no fuese una pieza memorable porque el talento de sus intérpretes lo avalaba.
El Libanés
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