Fue el mejor. Lo tuvo todo en la palma de su mano. Y, como bien dice una crítica previa en esta misma página, nadie mejor que George Best para ser el protagonista de un docudrama. Si la historia del talento desperdiciado siempre interesa en la gran pantalla, cuando está basada en hechos reales resulta conmovedora.

Con imágenes muy curiosas de la época y también testimonios de protagonistas directos, uno de los más grandes futbolistas del Manchester United precisaba de ese homenaje y de interrogantes. Fue ese gol ante el Benfica, la certificación de ser el mejor equipo de Europa y él su MVP. Cuando se intuía el arranque de una dinastía, Best empezó a perder el foco.

La situación le desbordó y humanamente habría podido ser con cualquiera. No tenía ni idea el mundo de lo que era el marketing, la fama prematura y ser millonarios por golpear un balón con habilidad. Siguió habiendo resquicios de ese fuego que deslumbró al gran Matt Busby, pero sería una llama que iría extinguiéndose.

Lo que hace a personalidades como Rodman o el propio Best tan fascinantes son esos resquicios de gran lucidez que poseen, esos momentos que, según dicen las fuentes, en algunos momentos poseyó el joven emperador Calígula. "Puede ser, pero, ¿crees que los que me siguen son mejores que yo?" bromeó ante un zapatero de la Galia que se atrevió a llamar payaso.

Tuvo el magnetismo y el liderazgo para ser muy querido, dejando una impronta que todavía recuerdan en su círculo más cercano y, por supuesto, los fieles del United. El Quinto Beatle.

Gianni Agnelli y su saga familiar tienen una película. De hecho, probablemente tengan material para una serie o una magnífica novela. No obstante, las aventuras y desventuras de este linaje que es propietario de unos de los clubes deportivos más importantes de Italia, la Juventuds de Turín, son contadas en este hermosos documental de forma pausada y moderada.

La Vecchia Signora controla en este excelente servicio de propaganda que se ve con gusto. Las personas aficionadas al fútbol tendrán aquí imágenes como Del Piero, Platini, Buffon, Zidane, etc. De cualquier modo, cuando se trata de profundizar en algunos de los escándalos que rodearon el descenso del equipo con más scudettos, seguiremos poseyendo dudas.

Se ven los hilos de una red familiar intensa de hombres de negocios, de un linaje que en nada tendría que envidiar a aquel que disfrutamos en "El gatopardo". Un pulso contra hombres tan poderosos como Berlusconi, quien ha escenificado en su exitosa andadura por el AC Milan y su controvertido mandato presidencia muchos de los problemas de un marco político tan fascinante como el transalpino. También de Massimo Moratti y su Inter de Milan, un pulso eterno por las estrellas en la parte delantera de la camiseta.

Deja con la impresión de un ejercicio de marketing perfecto. Pero la Juve, la gran Juve que a todos nos gusta, necesitaría un biopic donde se expongan luces y sombras para hacerle justicia a una de las grandes damas del deporte europeo.

Stanley Kubrick afirmaba que no sabía escribir historias. Por eso, era tan escrupuloso cuando adaptaba trabajos de otras personas. Eso sí, no había nadie como él para llevarlo a la gran pantalla. En "Barry Lindon" su celo alcanzó casi la perfección, además de contar con la colaboración de Alcott, quien regaló una fotografía exquisita para que el visionado de este film sea una verdadera experiencia sensorial.

Un film excelente para comprender la mentalidad de los duelos, el ascenso social como el motor, la guerra que se daba en la Edad Moderna, etc. Su metraje puede parecer excesivo a simple vista, si bien todo se justifica para contar con detalla toda la epopeya vital de un protagonista complejo y con el que cuesta poco empatizar, aunque también odiar.

Ryan O´Neal está excelente como Barry Lindon, un joven lanzado a la vida y que se adentrará en el mundo de las rentas, el juego, los matrimonios de conveniencia y el pecado fatal de poder querer, al fin, querer a alguien más que a él mismo.

Muchas veces, Kubrick ha sido señalado como un director frío, un artista clarividente que se aleja de sus personajes en las emociones que manifiestan. Algo de razón puede haber en ese punto, pero aquí hay varias escenas que muestran justo lo contrario.

Uno de los grandes misterios de Stanley Kubrick es su capacidad de permanecer fascinante ante el paso del tiempo. Desde "Senderos de gloria" a "Eyes Wide Shut", todos sus filmes tienen un punto de misterio que permite relecturas. Por algún motivo, volver a ver "La naranja mecánica" cada vez exige más notas a pie de página. Es fácil comprender por qué fue tan rompedora en su tiempo, si bien a un público actual podría no fascinarle tanto.

Y no es un problema de casting. Malcom McDowell puede poner perfectamente el perfil de Calígula, encarnando a un joven insatisfecho, carismático, violento y profundamente egoísta. Su única debilidad en su jauría de secuaces resultará ser su afición desmedida por la música clásica que le costará ir perdiendo la lealtad ciega de su banda.

Kubrick nos deja varias imágenes rompedoras, busca adaptar con personalidad la novela original y hay una utilización de la banda sonora con astucia ecléctica. Con todo, en su hipérbole y caricatura falta algo, tal vez un hilo conductor menos subrayado.

Quizás su futuro imaginario haya sido menos preclaro que el de "Blade Runner", por citar solamente un ejemplo. La danza de sus drugos y la reflexión político-social deja momentos de sumo interés, pero, a simple título personal, no le veo el círculo cerrado que suele dejar este genial cineasta en todos sus trabajos.

Esperaba mucho viendo "El malvado zorro feroz". Los trabajos precedentes de Benjamin Renner y Patrick Imbert invitaban a seguirles con mucho interés. Además, ese aire de seguir el legado del cómic franco-belga en sus años dorados resulta muy atractivo. De cualquier modo, el visionado de este film me ha terminado dejando sentimientos encontrados.

Pienso que de haberla visto siendo niño, me habría fascinado con facilidad. También valoro esas preciosas acuarelas que están teniendo la valentía de Héctor ante la embestida de ese Aquiles que es Pixar. Hay estilo, arte y pasión en este teatrillo de animales que nos cuentan tres historias.

No obstante, rara vez logra interesarme como espectador adulto, aunque quizás sea cuestión subjetiva mía. Por momentos, me parece que estoy ante una serie muy lograda, pero no tengo un hilo conductor, una segunda o tercera lectura que sí aprecio en otras joyas de la animación francesa.

Deseo lo mejor a lo que están intentando fabricar, aunque, de momento, no he conseguido engancharme. Y me siento un poco "malvado adulto feroz" por decir eso.