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La clase obrera va al paraíso

Drama Denuncia de las condiciones laborales en las fábricas a través de la historia de un obrero modelo que, a raíz de un accidente, se hace sindicalista. (FILMAFFINITY)
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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
4 de agosto de 2011
31 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muy valorada en su momento, como así lo prueban los importantes premios obtenidos, esta película de Petri es paradigmática dentro del cine político y denuciatorio, que experimentó una auténtica eclosión en Italia a partir de los años 60. El objetivo que persigue el filme es criticar la condición de la clase obrera mostrando la alienación de un trabajador que, siendo en principio modélico (va a lo suyo y es un ejemplo de productividad), acaba convirtiéndose en un subversivo (tras sufrir un accidente laboral), toma de conciencia a la que se apareja el deterioro de su vida familiar, e incluso de su salud mental.

Vista hoy, es imposible negar que la cinta ha envejecido, tanto en la forma como en el fondo, circunstancia que no impide que el argumento sea interesante y que aún tenga vínculos con el tiempo presente. El retrato que se hace del trabajo fabril, marcado por el imperio de la productividad y la vigilancia de los supervisores, se asemeja a lo que ya Chaplin propusiera en su estupenda "Tiempos Modernos" (perspectiva que había tomado de la anterior y excelente "Viva la Libertad" de René Clair), aunque despojándolo de humor y acentuando sus aspectos más desagradables y deshumanizadores. Lo cierto es que es una película crispada, en la que los personajes discuten y gritan constantemente, dejando poco margen para la reflexión, y en la que se retrata la división existente entre los obreros, al tiempo que contrapone las formas de lucha de los sindicatos y de los estudiantes de extrema izquierda revolucionaria, sin que ninguno salga especialmente bien parado (a los sindicatos se les acusa de reformistas y a los estudiantes de utópicos revolucionarios "que se lo pueden permitir"). En medio de este caos el protagonista parece condenado a la confusión y la desesperación, que lo llevan hasta la locura, por lo que el mensaje de la historia resulta claramente pesimista.

La película es crispada en todos sus aspectos; desde las interpretaciones, con un excesivo Volonté a la cabeza, pasando por los movimientos de cámara (con frecuencia nerviosos, enfatizando la incertidumbre de las situaciones mostradas, que a veces rozan la violencia), y culminando en la música, a cargo de Morricone. El guión resulta desigual, perdiendo efectividad en los momentos más surrealistas del filme, como los fragmentos de humor absurdo y algunas alusiones ideológicas, que se plantean de forma un tanto confusa.

Por todo ello un filme interesante, y que hoy, "cautiva y desarmada" la clase obrera europea, parece hablarnos desde un pasado remoto, cuando "apenas" han pasado cuarenta años desde su realización.
Quatermain80
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20 de marzo de 2015
13 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Son conocidas de todos los buenos aficionados al cine las reiteradas intenciones del maestro Eisenstein de llevar a la pantalla “El capital” de Carlos Marx. Ese ambicioso proyecto no pudo ser llevado a cabo. Sin embargo, otros cineastas, a sabiendas o involuntariamente, contribuyeron a la ilustración cinematográfica de ese magno texto económico, si bien fragmentariamente. Uno de los filmes “marxistas” a pesar de sus autores probablemente, y a contrapelo seguramente de sus verdaderas intenciones (uno de sus guionistas, Borden Chase, se mostró siempre como un anticomunista furibundo), fue “Su majestad de los mares del Sur” dirigida por el infravalorado Byron Hoskin, en el que se nos narra cómo en la segunda mitad del siglo XIX las redes comerciales enredan a una sociedad primitiva hasta integrarla en el sistema y desfigurarla en función de las necesidades económicas de los países centrales del capitalismo (proceso descrito en la obra citada del pensador alemán). Otro es este “La clase obrera va al paraíso”, en que, esta vez sí conscientemente, Elio Petri y Ugo Pirro, nos muestran, no sin una dosis de humor que se agradece, cuál es el papel del trabajador en el modo de producción capitalista, más concretamente del clásico proletario de la gran industria: una mera mercancía que se convierte en una extensión de la máquina que acaba transformado, desde el punto de vista humano, en un ser alienado y cuasi embrutecido (tesis también de don Carlos). Pirro y Petri sitúan su historia en el contexto enloquecido de los años setenta italianos en el que los grupos comunistas más radicales intentaban, con muchas razones pero con éxito escaso, que los obreros se sumasen a la estrategia revolucionaria y abandonaran los compromisos de la línea oficial de los sindicatos mayoritarios (léase también del Partido Comunista Italiano) con la burguesía. Obra, por tanto, teórica sobre cómo funciona el capitalismo real y sobre el debate al que éste somete al movimiento obrero en el centro mismo del sistema (en el que la Italia de aquella época fue un laboratorio extremadamente complejo y ejemplar); y también documento de una época imprescindible para conocer la vida cotidiana de una parte de la clase obrera italiana.
Merecen mención no sólo la dirección y la fuerza de la propia historia, sino la organización de la misma, los personajes simbólicos que pueblan el guión y unas interpretaciones magistrales, entre las que destacan la de Gian María Volonté, en uno de sus mejores papeles, y la de Salvo Randone, en el papel de obrero enloquecido por las duras condiciones de trabajo y de lucha obrera en el interior de la fábrica.
En definitiva, cine grande, cine serio, cine trascendente, cine imprescindible.
jokinr
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6 de febrero de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elio Petri, ex-comunista, elabora aquí una parábola sobre las fluctuaciones ideológicas y estratégicas de la izquierda italiana, a través del personaje protagonista, muy bien interpretado por Volonté, y de los personajes que le rodean. Lulù Massa (Volonté) es un obrero modelo, un estajanovista del trabajo a destajo en una fábrica de alguna ciudad del norte de Italia (el film está rodado en Novara, según IMDB). A raíz de un accidente de trabajo, en el que pierde un dedo, su postura frente al trabajo se altera; se vuelve crítico, revolucionario, y toda su vida entra en una profunda crisis. Tal vez Lulù se vuelve consciente de que su antigua seguridad encubría el hecho de que, como el resto de los obreros de la fábrica, él sólo es un instrumento de un gran engranaje que continuará funcionando con él, o sin él.

La película recoge varios asuntos importantes: el trabajo -especialmente el trabajo manual o mecánico- como alienación es uno de ellos. Otro sería la misma clase obrera, progresivamente aburguesada, esclavizada tanto por el trabajo como por una sociedad de consumo representada por la televisión y los objetos que el protagonista guarda en la casa en la que vive con la peluquera interpretada por Mariangela Melato. Un tema destacado gira en torno a la visión que se da de la izquierda italiana, sus divisiones y contradicciones: en la puerta de la fábrica se distingue a una izquierda pactista y reformista, la de los sindicatos tradicionales, y a una izquierda radical y revolucionaria, la de los estudiantes.

Es un largometraje con un tono desesperado, rabioso, que contrasta con el frío de la nieve y la rutina del trabajo en la fábrica. La banda sonora de Morricone, que sugiere los ritmos pesados y mecánicos de las máquinas de una fábrica, es muy apropiada.

Hay un detalle que me gusta mucho: una noche, en casa de Lulù, el hijo de Lidia (Melato), Arturo (Federico Scrobogna) está viendo la tele, y escuchamos, sin ver la pantalla, la música de una película del Oeste, que seguramente es "El día de la ira" (I giorni dell´ ira, 1967), de Tonino Valerii.
Pedro Triguero_Lizana
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2 de noviembre de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
A menudo se elogia la importancia de esta película como expresión de un proceso histórico lejano, pero poco se habla de la actualidad que refleja. Y es que, la agudización de la lucha de clases en los años '60 (no sólo en Italia sino a lo largo y ancho de todo el planeta) corresponde a una matriz común que, hoy en día, a pesar de los 45 años que nos separan de la película, sigue más vigente que nunca. La explotación laboral, el constante intento de dividir a la clase obrera en el seno mismo de la producción, las distintas estrategias de lucha, la existencia de intereses irreconciliables entre los que necesitan trabajar para vivir y los que necesitan que otros trabajen para poder mantener sus privilegios... ¿podemos decir que son hechos del pasado sin que se nos caiga todo el peso de la realidad encima? La actualidad de estos ejes -sobre los que gira y se sustenta la película- es innegable. Con todos los matices y los cambios coyunturales, con todos los intentos de emborronarlos, ocultarlos y diluir su importancia, siguen siendo estos ejes los que atraviesan las principales contradicciones de la sociedad actual.

En cualquier caso, resulta interesante la imagen histórica y concreta que recrea respecto a la Italia de los años '60 y '70. Por un lado, la alienación de los obreros y el consumismo creciente (no sólo de los obreros fabriles sino también de los trabajadores de otros sectores, como la peluquera), el deterioro físico y la enajenación mental, la persistencia de la explotación a pesar del desarrollo tecnológico, etc. Por otro lado, las distintas expresiones programáticas (reforma-revolución), las distintas estrategias de lucha, y la presencia de un movimiento obrero y un movimiento estudiantil en incipiente ascenso, cuyas posturas se presentan y desarrollan gracias al acertado señalamiento de una problemática muy concreta: el trabajo a destajo.

El sello de Elio Petri se puede apreciar tanto en la temática social y política del guión como en los desconcertantes e incómodos movimientos de cámara. Gian Maria Volonté, clásico del cine comprometido de la época, nos deleita con otra de sus grandes actuaciones en la que, sobra decirlo, eclipsa con su presencia al resto del reparto. Me parecen también apreciables los detalles de la escenografía, las consignas políticas, el himno italiano sonando de fondo en pleno debate sindical en casa del protagonista, y, en general, el cuidado de otros aspectos secundarios. Por último, la excelente música de Ennio Morricone también caracteriza un ritmo muy particular del cine de Petri.

En definitiva, se trata de una película que, además de tener una excelente puesta en escena, carga contra el relativismo imperante poniendo sobre la mesa una temática que, desgraciadamente, continúa siendo de total actualidad.
Caturla
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13 de febrero de 2015
7 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
La classe operaia va in paradiso (La Clase obrera va al paraíso, 1971) es un filme que dirigió el italiano Elio Petri, y que ganó de manera ex aequo la Palma de oro en Cannes, precisamente con otro filme italiano, dirigido por Francesco Rosi, Il Caso Mattei (El Caso Mattei, 1972). Premiando esta Dupla, el jurado de Cannes reconocía el esfuerzo de la cinematografía italiana, con dos directores que se encontraban precisamente en la tendencia de realizar un cine social que ponía constantemente el dedo en la llaga. Por otra parte, el filme de Petri marcaría una tendencia dentro de su propio país, con películas como Mimì metallurgico ferito nell’onore (Mimi, metalúrgico herido en su honor, 1972) de Lina Wertmüller o L’Italia s’è rotta (L’Italia s’è rotta, 1976) de Steno que utilizarían muchos elementos del filme precedente[1].

La Clase Obrera va al Paraíso se hace eco de las contradicciones del milagro económico italiano y su cara más oscura. El filme nos presenta un obrero, interpretado por Gian Maria Volonté, que trabaja en un complejo industrial. Este personaje es lo que podríamos considerar como un Estajanovista, que trabaja como modelo de los empresarios burgueses. Todos los jefes lo utilizan como ejemplo a seguir para los demás obreros, por la manera tan productiva con la que trabaja (sin quejarse de su sueldo y horario). Mientras los demás obreros tardan horas, nuestro personaje consigue sacar adelante la producción en unos minutos. En esta primera parte de la película, observamos como nuestro protagonista se encuentra totalmente ajeno a los movimientos sindicalistas, que se encuentran cada día a las puertas de la fábrica, advirtiendo de las precarias condiciones en las que se encuentran los obreros.

En la segunda parte del filme, el personaje que interpreta Gian Maria Volonté acaba tomando conciencia. Esa es la clave de toda la película y la que nos permite entender el planteamiento de Elio Petri. Nuestro personaje pierde un dedo trabajando en la fábrica y a partir de ahí entra en una espiral de locura, participando de la revuelta obrera. La película es una evidente crítica al concepto de alienación de las clases obreras, que tan en boga estaba en los años setenta. Nuestro protagonista se entera de que el modelo que hasta entonces estaba siguiendo (las comidas con la familia a la luz del televisor son bastante significativas) es totalmente absurdo.

Hay sin duda, un elemento de crispación absoluta, de esquizofrenia irreductible, que es palpable desde el primer minuto de la película hasta su amargo final. La Clase obrera va al Paraíso no es una película más sobre la condición social o la lucha de clases. Hay un elemento desquiciante que impregna la película como una mancha de aceite, expandiéndose por todo el metraje. Esto es comprobable ya por la abigarrada forma con la que Elio Petri configura toda la película. Desde los primerísimos planos de nuestro personaje, que parecen incrustados en el filme de manera casi aleatoria, como si no hubiera una planificación de la puesta en escena detrás (cuando si la hay), hasta el incesante ruido que se presenta en el filme cada vez que se rueda en la fábrica, que embota la mente del espectador, dejándole totalmente fuera de sentido.

Argumentalmente, lo delirante tiene una representación evidente en el filme, con la inclusión en la trama de la propia locura: Nuestro protagonista, una vez se ha concienciado realiza un viaje al manicomio, donde encuentra un antiguo obrero que también luchó por las causas sindicales, y que ahora debido a los conflictos que tuvo en su momento con los jefes de la fábrica, ha ido perdiendo el norte. De hecho el filme inspecciona muy correctamente el estrés continuo al que supone estar sometido con los turnos extenuantes de horas de los obreros. Nuestros personajes, aún después de haber terminado su jornada, siguen repitiendo los gestos mecánicos que han ido repitiendo en la fábrica. Como comenta nuestro protagonista en cierto momento, cuando realiza un discurso sobre sus compañeros para concenciarles: No somos más que máquinas, ¿Merece la pena vivir así?.

La estética del filme se compromete profundamente con la propuesta del filme. Gracias a su estética, la película se adentra en el mundo que Elio Petri construye. Ahora bien, la belleza de La Clase Obrera va al Paraíso no es precisamente una cercana a la amabilidad, sino precisamente todo lo contrario. Sólo hay que observar a nuestro protagonista principal, continuamente manchado de la grasa y el aceite proveniente de las máquinas. Todo es oscuro en el filme, y se puede decir que prácticamente no hay ningún momento de esperanza. Esto en imágenes se traduce mostrándonos una familia que vive prácticamente a oscuras (prácticamente aislados, solos ante el aparato de televisión que predica continuamente sobre sus cabezas), así como unos paisajes desolados que parecen totalmente estériles (situados alrededor de la fábrica)

Una de las mejores secuencias nos la regala el cineasta, Elio Petri, combinando la música del magistral Ennio Morricone, quien compone la banda sonora de la película. Se trata de los planos en los que vemos entrar a nuestros obreros en la fábrica. Gracias a la música de Morricone, crispada y belicosa, y a la puesta en escena de Elio Petri (que apunta a los obreros desde arriba, convirtiéndoles en una masa deshumanizada) la sensación de que estamos observando una batalla es total.

[1] ZACCAGNINI, Edoardo, I “mostri” al lavoro!: contadini, operai, commendatori ed impiegati nella comedia all’italiana, Ed.Sovera Multimedia, Roma 2009, p.79

https://neokunst.wordpress.com/2015/02/13/la-clase-obrera-va-al-paraiso-1971/
Kyrios
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