María de la O.

La versión que hizo Ramón Torrado sobre este tema en la década de los 50 tenía cierto encanto pero la versión de Francisco Elías revela una complejidad estética más llamativa en esos fotogramas llenos de fuerza y expresividad. Algo lenta a nivel de ritmo, consigue interesar al espectador mediante unos recursos plásticos fuertemente contrastados y a causa de una pureza en el lenguaje visual que sigue sorprendiendo. Aunque sea una película con limitaciones su valor histórico y artístico es innegable. El poder de sugestión de Carmen Amaya mantiene atento al espectador en una interpretación tan sensible como vigorosa que tiene un sabor especial. Pastora Imperio agrada también y tiene una naturalidad tan grande que no parece que esté interpretando. Tenian el encanto de lo popular. Julio Peña ofrece una de sus varias creaciones memorables porque también está brillante en "Serenata española" y "Siempre vuelven de madrugada" entre otras. Era un actor muy peculiar. La película conserva el sabor agridulce de lo añejo y tiene ochenta y un años de edad lo que hace que sea todo un documento. Y un documento además bien filmado de acuerdo siempre con los recursos técnicos de su época por un pionero como Francisco Elías que con la muy rara película "El misterio de la Puerta del Sol" ya habia comenzado a sugestionar. Su "María de la O" representa una película bella.

Poco que añadir a la crítica que hay aquí. Elías tiene un gusto prodigioso para los encuadres, los cambios de planos, los detalles sugestivos.
Sí, fue el pionero del cine sonoro español con “El misterio de la Puerta del Sol”.
En esta película lo de menos es la tramas. Lo de más es el modo de rodar, nada convencional.
Y, sin duda, ver a Carmen Amaya y a Pastora Imperio, dos mujeres que no necesitaban hablar para impresionar por su belleza y su, como se decía entonces, tronío.
Haced un sitio y un tiempo a la historia del cine español. Quedarse solo en lo actual es empobrecerse.

La musa gitana. La fragua de Vulcano. El camino de los ingleses. La consagración de la copla.
Una hembra de lujo, ese es, por lo menos, su oscuro designio, rosita de Jericó, se ve enamorada por un gitano guapo que canta copla y que no tiene nada en el mercado de la demanda y la oferta, qué cosa, y que justo por eso, por el maldito parné, por su culpa culpita lo rechaza, y por las interesadas palabras de su algo malvada madrastra, la mejor de todos, esto es a fin de cuentas solo un cuento, no otra cosa, y viene un inglés, un indiano inventado, como todo el resto, lleno de pena y misterio, con un pasado muy negro, ahíto de muerte y oprobio, tantos años de exilio y destierro, un hombre to rumboso que tiene cara de gobernador, llegado de la misma California con más onzas que un virrey, para llevársela, para hacerla de oro, a pintarla siempre de nuevo, ay, padrecito hermoso.
Tras unos cuantos bailes, algún cante, mucho llanto y crujir de dientes, un par de cuadros, qué perversidad como de Fritz Lang, y bastantes duros y regalos, por lo menos, hasta un imposible incesto del que ya no me acuerdo, no me creo tu cariño, no han bajado de la frente tus besos, incluso boda gitana si te descuidas, que te tengo metida en la sangre y solo espero que bebas de ella, venga.
Y hasta aparece la Guardia Civil a última hora como en los poemas de García Lorca para aguar la fiesta o de cómo traducir la tragedia griega a nuestra esencia, calé para más señas, también algo paya, por eso de la santa mezcla que todo lo que toca lo mejora.
Folclore, atavismo, espectáculo y verdad.
Suena el quejío eterno de la guitarra flamenca y ya nada importa.
Cantan la canción a todas horas y se nos abren las carnes y se nos derrite el alma, estamos repletos de alegría y pena, es la voz del pueblo, la conciencia que resuena, ese eco que nunca cesa.
Esta España nunca existió, pero está to guapa. Viva la Imperio, qué verbal ingenio, cuánta gracia y destreza con la lengua, menuda tremenda cachonda, y qué decir de Carmen Amaya, que se nos pare la Tierra.
Antes sobraba grandeza, ahora nos conformamos con sonarnos los mocos.
Tópicos, arquetipos, mitos y belleza crispada y serena.
La película es una finura, una delicadeza, Julio Romero de Torres, el pañuelo, el arrebato, el casamiento, no se puede pedir más, ahora estamos en el mismo cielo.
Une drama y comedia con soltura, teatro y música con galanura.
Es, también, Bienvenido, Míster Marshall antes de tiempo, metaficción tan sutil que no se siente ni nadie se da cuenta, un extranjero, el de fuera que llega y hace la comedia, los de dentro que se disfrazan e igualmente fingen y observan con tal de cobrar su parte y finalmente todo es parecido, nadie es diferente, los indígenas y el foráneo son de la misma Andalucía, casa o tierra, de las salinas de Cai y las cuevas de Graná, de Sevilla y de Córdoba, todo había sido en realidad una fiesta, un sueño del que nadie ya se despierta, una farsa y otra arcadia, una divertida jodienda.
La sangre no llega al río, quedó convertida en copla.
El que no se consuela o celebra, no merece nuestra reseña.