El rostro de Karin (C)
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Documental
Tras la muerte de sus padres, Ingmar Bergman hereda un buen número de álbumes de fotos; los primeros datan de mediados del siglo XIX y los últimos de principios de los años sesenta. Con la ayuda de una lupa gigante (que es el objetivo de la cámara), el director sueco decide capturar la magia de esas fotografías para realizar un documento fílmico centrándose en los rostros, sobre todo en el de su madre, Karin. (FILMAFFINITY)
9 de mayo de 2012
10 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un bonito tributo, sobre todo a su madre, que a modo de fotografías le regala esta obra, que debería ser vista por varios motivos, como por ejemplo, por ser del genio Bergman, por ser una obra muy intimista del autor, su gran tacto y sensibilidad, superficialmente por su brevedad, no llega a 15 minutos que pasan volando, y por la maravillosa música melancólia e íntima de Käbi Laretei.
Recomiendo darle un visionado.
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3 de febrero de 2023
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Bergman rinde tributo a su madre y sobre todo a él y su inmenso ego.
Lo mejor con diferencia es la sombría música que eleva esas mustias fotografías.
Sale casi en más fotos que su madre.
Segundo hijo de un pastor luterano, o sea un cura.
Un cuervo protestante, que tuvo la suerte de traer al mundo un creador de imágenes, miedos, paranoias, muerte, obsesiones, terror a la muerte, etc.
La música excelsa en su magnífica melancolía es de Kabi Laretei, cuarta esposa de Bergman.
Pianista y aquí desde luego evocadora de un universo musical genial.
Debieron quedar bien porque hacia mucho de la ruptura, en 1966, también hace un breve papel en Fanny y Alexander.
Tuvieron un hijo, Daniel, también director de cine.
Si no fuera Bergman, quién se interesaría por ver estos onanismos del cineasta sueco.
Ni la tía Berta.
Lo mejor con diferencia es la sombría música que eleva esas mustias fotografías.
Sale casi en más fotos que su madre.
Segundo hijo de un pastor luterano, o sea un cura.
Un cuervo protestante, que tuvo la suerte de traer al mundo un creador de imágenes, miedos, paranoias, muerte, obsesiones, terror a la muerte, etc.
La música excelsa en su magnífica melancolía es de Kabi Laretei, cuarta esposa de Bergman.
Pianista y aquí desde luego evocadora de un universo musical genial.
Debieron quedar bien porque hacia mucho de la ruptura, en 1966, también hace un breve papel en Fanny y Alexander.
Tuvieron un hijo, Daniel, también director de cine.
Si no fuera Bergman, quién se interesaría por ver estos onanismos del cineasta sueco.
Ni la tía Berta.
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