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Ricardo III

Drama Inglaterra, 1930. Versión actualizada del drama homónimo de Shakespeare. Ricardo III, un hombre al que la naturaleza le ha negado todo encanto físico, vive dominado por la ambición de poder. La conspiración, el crimen y el engaño son sus armas naturales; y la piedad, la compasión y la amistad sólo artimañas para someter a quienes le rodean. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
12 de junio de 2007
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de la obra de Shakespeare a una hipotética dictadura fascista en la Inglaterra de mitad del siglo XX.

Como curiosidad no está mal, pero a mí personalmente me gusta más que se respeten los tiempos originales de la obra, que por aquí ya tenemos mucho Calixto Bieito haciendo lo mismo para parecer muy rompedor.. qué guay, qué moderrrrrrrrno, qué imbécil.

Claro que cuando se modernizan estas cosas luego pasa lo que pasa... que parece un poco ridículo en pleno siglo XX intentar cambiar un reino por un caballo... a no ser que te lo chutes, claro.
Gilbert
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7 de mayo de 2007
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Shakespeare estaba fascinado por la historia, no del todo cierta, del jorobado rey inglés que escribió en 1591, siendo por tanto una de sus primeras obras, de las denominadas tragedias. La mejor manera de hacerlas llegar a los espectadores actuales es la adaptación a tiempos más conocidos por todos, de este modo saboreamos sus matices. Pero Shakespeare es Shakespeare y Loncraine es Loncraine. El lucimiento de los excelentes actores del elenco es variado, y sólo entendemos presencias como la de Maggie Smith o una perdidad Kristin Scott Thomas, tan fácil de convencer por Ricardo, por tratarse de una obra del bardo. Ian MacKellen deja de lado la pluma- que muestra en actuaciones gay- para interpretarnos a uno de los malos más malvados del teatro de manera convincente. Pero el problema es que los demás personajes sean tan tontos. Así es malo cualquiera.
mrvazba2k
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17 de marzo de 2012
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Destacada aunque enésima versión de la famosa pieza de William Shakeaspeare con la aportada guinda de que el director Richard Loncraine (Firewall) traslada la acción a una Inglaterra intemporal (aunque podría situarse en la II Guerra Mundial) donde todo signo de institución es militarizado herméticamente por una monarquía totalitaria. Los cielos de York se nublan de sangre cuando en tiempos de paz Ricardo de Gloucester (Ian McKellen), tullido y corrompido por la codicia, conspira contra su hermano George, duque de Clarence (Nigel Hawtorne) y su, hermano mayor, el mismo rey Eduardo IV (John Wood). Su ascenso al poder será irrefrenable así como sus ansias de poder que demostrarán su maldad frente al mundo y una animadversión por parte de los que le rodean, incluso por su propia madre, la Duquesa de York (Maggie Smith) y su cuñada, ya viuda, la Reina Elizabeth (Annette Bening).

Mostrar una Inglaterra totalitaria, propia de la Alemania de Hitler, es el punto fuerte que acentúa ésta adaptación de la obra de Shakeaspeare: un tullido ambicioso que aspira a Rey y que acabará con su propia familia, cueste lo que cueste. Evidentemente, no superará la versión que adaptó Sir Lawrence Olivier en 1955 pero su puesta en escena, un escenario propio de la Europa castigada por las grandes guerras del siglo XX, la adecua a las circunstancias de la época. Y solo faltan los personajes. Y en éste aspecto Loncraine contó con un reconocido reparto (soberbios Ian McKellen, Annette Bening y Kristin Scott Thomas secundados por Jim Broadbent y Robert Downey Jr. Y Maggie Smith) para escenificar la perdición de los hombres en su interminable lucha, y sus más metódicos métodos, para acceder al poder.
Natxo Borràs
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8 de marzo de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entretenida revisitación del clásico shakespeariano desde un punto de vista original, trasladar la acción a la Inglaterra de los años 30-40, así se crea una semejanza entre el liderazgo de Ricardo III y el nazismo. Y para ser todavía más exagerado se respeta el texto de Shakespeare y los protagonistas declaman como si actores de teatro representando una obra situada en el siglo XV se tratase. Debido a ello existen muchas frases que no acaban de tener sentido en esa época, desde múltiples referencias a brujerías a la mítica de "Un caballo, un caballo, mi reino por un caballo" que aquí debiera haber sido cambiada a "Un jeep, un jeep, mi reino por un jeep". También choca ver al rey luchando codo con codo con sus hombres.
Así que esta adaptación acaba cojeando por precisamente su idea principal, ser fiel a la obra pero trasladarla en el tiempo. Debiera haberse adaptado también el guión, ya fuese para hacerla más realista, o más exagerada, pues la película también se muestra irregular en este campo, sin saber muy bien que hacer, una versión fiel o una versión loca, en su parte final opta por esto último y se ve que de haber seguido este camino todo el rato hubiese sido mucho más divertida.

Sus puntos positivos son una gran reunión de actores, una buena escenografía, la dirección no está nada mal, el ritmo es vertiginoso, aunque en ciertos momentos demasiado y al estar constantemente hablando sobre multitud de personajes se corre el riesgo de perderse.

Es una película curiosa, pero no hace olvidar la versión que Laurence Olivier hiciera usando las mismas líneas de Shakespeare pero dejándolas en su espacio temporal.
El resultado es una pelicula entretenida pero que no acaba por resultar muy novedosa.
Meinster
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9 de julio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta adaptación cinematográfica del drama de Shakespeare podrá no ser una gran película, o un film verdaderamente satisfactorio, pero no cabe duda de que es un largometraje curioso, muy curioso. Llevando la historia de Ricardo de Gloucester a la Inglaterra de los años 30 del siglo XX, Loncraine pone en escena un mundo paralelo, un Reino Unido imaginario en el que el país acaba de salir de una guerra civil y, pese a ello, las maquinaciones, los odios, las rivalidades y la sed de poder destruyen a una élite dirigente, llevando al país de nuevo a la guerra. La insaciable sed de poder del protagonista, un competente Ian McKellen, le envilece de forma progresiva en una espiral de asesinatos políticos y en la creación de una dictadura, una dictadura conformada en torno a la parafernalia y los signos externos propios de un régimen fascista de los años 30. Los uniformes negros, las banderolas rojas con el jabalí como emblema, la caracterización de McKellen, con un bigote y un peinado similares a los de Hitler...todo se integra perfectamente en una clara parábola sobre los peligros de la ambición sin límites unida a una tecnología moderna, y una parábola sobre la intemporalidad del Mal.

Si algo enseña este film es que un drama de siglos pasados como la obra de Shakespeare posee una dramaturgia tan poderosa que es capaz de arrojar luz sobre dramas más recientes de la Historia contemporánea.
Pedro Triguero_Lizana
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