Toastmaster (El maestro del brindis)

La cinta, que Boadella ambienta en Los Ángeles y donde se ocupa de una desconocida tradición armenia, la de los ‘Maestros del brindis’ o lo que podría traducirse en nuestra jerga habitual como el ser un elocuente e inspirador anfitrión en banquetes y celebraciones, brilla en su planteamiento precisamente por la ligereza y la frescura que desprenden sus imágenes y por la inusitada y entrañable comicidad que encierra su trama principal, la de un viejo y mugriento tío que tratará de inculcar en su casi desconocido sobrino la herencia familiar de perpetuar en su persona la honorable tradición del ‘toastmaster’. Durante su primer tramo, Boadella consigue seducir por su inevitable adhesión en sus momentos más surrealistas con el recuerdo al cine de Emir Kusturica, solapados por esa apariencia indie que envuelve a toda Toastmaster.

Sin embargo, la trama acaba evidenciando más pronto que tarde no servir para sustentar el metraje de un largometraje y la tierna y simpática historia de iniciación que se nos prometía en un comienzo se desinfla a lo largo de un desarrollo realmente embrollado y donde no queda realmente claro qué aspectos de la trama principal priman sobre otros. Por ello, Toastmaster termina poniendo de relieve la imprecisión de su estructura narrativa y sus aisladas virtudes se empobrecen a lo largo de un metraje excesivamente dilatado por la escasa sustancia que contiene. Otra verdadera lástima (y en este festival ya van…), pues además la cinta de Boadella descubría dos estupendas interpretaciones de su pareja protagonista: el veterano David Hovan y el debutante Sevag Mahserejian, sobre el que además se asienta de manera bastante solvente todo el peso de esta, en definitiva, curiosa y singular película.

“Las historias tienen su propia alma”. Así empieza el discurso final de Alek Nerguizian (Sevag Mahserejian), el reacio aspirante a maestro del brindis que da título al film. Un monólogo que culmina una historia, mínima pero a la vez universal, con la que el debutante Eric Boadella consigue unir el estilo y forma del cine indie USA con la cotidianidad, la ironía y el realismo mágico de las narraciones de, por poner un ejemplo nada al azar, Pere Calders. Como si fuera un capítulo extra –rodado en Los Ángeles via crowdfunding y con actores armenios– de ‘Crónicas de la Verdad Oculta’, Boadella traza un delicado lazo que une tradición y recuerdo gracias a un cúmulo de pequeños detalles –algunos afortunados, otros más toscos– que nos descubren las historias escondidas que nos definen y han hecho de nosotros lo que somos. Una pequeña joya para catar con calma, paladeándola para saborear sus referentes y disfrutar de una mezcla de la que esperamos su próxima cosecha. ¡Genatzt!

La madre de Alek se casa y él se va con su pequeña hermanastra a visitar a su tío pese a la insistencia de todos para que no vaya a la casa de una persona non grata en la familia, que no está invitado a la boda y que parece tener un oscuro pasado. Él cámara en mano y con la creencia de que su tío era un miembro peligroso de la mafia albanesa, quiere descubrir su pasado y rodar un documental de ello. Su tío por otra parte quiere enseñarla la tradición de ser “el maestro del brindis”en el próximo enlace.

Lo más interesante de la película es la sinopsis, con una historia que carece de todo interés y resulta insulsa. Hacia el final mejora algo e intenta evocar un mensaje general de nostalgia, la importancia de las tradiciones o de la familia, pero a esas alturas lo que a uno le lleva evocando hace rato son ganas de tomarse alguno de los copazos que van rodando ante tus ojos para hacerla más llevadera.

Nota: 3'5