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El techo del mundo

7,0
993
Animación. Aventuras. Drama 1882. San Petersburgo. Sasha es una joven aristócrata rusa que ha estado siempre fascinada por la aventurera vida de su abuelo, Olukin, un explorador famoso que no ha vuelto de su última expedición a la conquista del Polo Norte. Sasha, lejos de satisfacer a sus padres, que han concertado su boda, se rebela contra este destino y decide salir hacia el Gran Norte siguiendo la pista de su abuelo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
11 de marzo de 2016
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sasha es una joven de buena familia cuyo abuelo Oloukine falleció recientemente en una expedición marítima. Aunque en San Petersburgo se iba a inaugurar un museo en su memoria, el príncipe Tomsky finalmente descarta tal posibilidad, ya que el zar sigue enfadado porque Oloukine perdiera el fabuloso navío Davaï, considerado imposible de hundir. A cambio de esta noticia, Tomsky ofrecerá al padre de Sasha un cargo en la embajada de Roma que le hará olvidar semejante afrenta a su familia. Sin embargo, la nieta no parece demasiado contenta con este cambio de planes, por lo que buscará un remedio que dignifique la memoria de su yayo.

Así transcurren los primeros minutos de El gran viaje de Sasha al Polo Norte (más conocida por Tout en haut du monde o incluso por su título internacional Long Way North), una cinta de animación que dirige el francés Rémi Chayé y que ha sido colmada de reconocimientos, entre ellos el premio del público del pasado Festival de Annecy. Con un dibujo sencillo y una premisa no menos clara, el cineasta galo pretende narrar un cuento de aventuras que en sus formas está lejos de ser típico.

Decimos esto porque El gran viaje de Sasha al Polo Norte es una película de animación que discurre por el camino necesario para trasladar al espectador únicamente la parte importante del relato. Esto significa arrojar por la borda todos esos minutos de relleno que muchos cineastas de películas aventureras introducen en sus trabajos para así abultar más el producto o incluso para tapar el vacío que se esconde entre sus fotogramas. Sin embargo, el film que aquí nos ocupa no entiende de estas burdas manipulaciones: sus 80 minutos de metraje ya son una pista suficiente como para comprender que Chayé no se va a andar con rodeos.

Además, la cinta se encuentra desprovista de cualquier atisbo de moralina barata. Aquí es necesario hablar de la extraordinaria protagonista femenina, que actúa como una verdadera adolescente y no como un subproducto moldeado en base a la topicoína existente; no tiene un talento natural ni pasa de la noche a la mañana a realizar actos increíbles, sino que se nutre únicamente de su ferviente deseo por restaurar la memoria del abuelo perdido. Poseedora de un carisma sorprendente, Sasha porta el emblema de naturalidad que impregna toda la película.

En cuanto a la evolución de la trama en sí misma, desgraciadamente El gran viaje de Sasha al Polo Norte deja poco lugar a las sorpresas tras observar su título traducido al castellano. Aun así, es estupendo descubrir en cada escena varios detalles que alejan a la cinta de la previsibilidad. Por decirlo de otra manera, se desecha aquella guía prototípica que definía el carácter de los personajes en la literatura de aventuras, ya que aquí el único perfil claro es el del héroe (heroína, en este caso), quedando los otros papeles a consideración del espectador.

Más allá de este aspecto, hay que decir que El gran viaje de Sasha al polo Norte es un magnífico relato de aventuras que combina los mejores elementos del género de una forma noble. Asequible también para que sea degustada por el sector infantil, la película de Chayé pertenece a la carta gourmet de la animación que sabe hacer funcionar el género por sus propios medios y no como un mero volcado a lápiz de las películas de imagen real. Habrá que seguir la pista a este cineasta, sobre todo porque ya ha confirmado el estreno para 2017 de A Childhood of Martha Jane Canary, basada en la vida de Calamity Jane y que a priori parece seguir las líneas marcadas con su ópera prima.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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13 de octubre de 2016
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
En paralelo a las grandes superproducciones de animación por ordenador, resisten pequeñas historias animadas con técnicas tradicionales. No es que haya dejado de haber grandes proyectos que recurran a estos métodos, sino que las producciones humildes recurren, por necesidad presupuestaria o artística, a formatos más económicos como el dibujo animado más artesanal, o el stop motion. En apenas unos meses, se han podido ver en España dos películas que forman parte de este segundo grupo, pero que lo hacen porque es la vía expresiva que requieren para desarrollar sus propuestas formales. El cuento de la princesa Kaguya (2013) se apoyaba en la fuerza del trazo impresionista para cautivar con su sencillez. Su director, Isao Takahata, entendió la presencia de la ausencia, concepto que desarrolló tanto en su historia como en la puesta en escena, que acudía a los elementos indispensables y dejaba grandes partes del fotograma sin animar.

Por otro lado, y a través de la plataforma online Arte Kino Festival, entre el 30 de septiembre y el 9 de octubre pudo verse la cinta de animación The girl without hands (2016). Su responsable, el francés Sébastien Laudenbach, llevaba hasta el extremo su labor animadora al vaciar de color el contenido de cuerpos y objetos. Las formas se representaban a través de los perfiles y los elementos concretos de cada figura. Con esta idea árida, en la que las formas se solapaban entre sí y se fusionaban con el paisaje, el autor depositaba toda expresividad en el trazo, por lo que los detalles, las variaciones ínfimas de la representación, pasaban al primer plano de atención.

En una posición intermedia se sitúa El techo del mundo (2016), más austera que El cuento de la princesa Kaguya en lo que a expresividad se refiere, pero sin llegar a los límites de radicalismo animador de The girl without hands. En esta película, también francesa, los referentes pictóricos parecen claros. Tanto la estética como el modelo de animación remiten al cómic clásico. Su director, Rémi Chayé, inunda el fotograma de colores vivos y texturas orgánicas para hablar de una historia que transpira vitalidad. El autor prescinde de un acabado formal pegado a la representación realista, por lo que, al igual que en los casos anteriores, el trazo se visibiliza y gana expresividad a medida que pierde detallismo; es decir, adopta los preceptos del impresionismo, más interesado en la transmisión de sensaciones que en la representación fotográfica.

La manera habitual de animar es aquella que se mimetiza con la realidad, de tal manera que el movimiento sea tan fluido como lo es el cine de acción real. Por tanto, si se atiende a la manera en que se anima el movimiento en El techo del mundo, se descubre la decisión formal más interesante de la obra, que a su vez es aquella que con mayor fuerza la hermana con su referente, el de la historieta clásica. En este caso parece como si, tras haber terminado la cinta, de manera voluntaria se hubiera sustraído uno de cada X fotogramas. El resultado es un conjunto de estampas que remiten al dibujo estático, inherente al cómic, como si se tratara de viñetas independientes que se proyectaran una detrás de otra, sin esa sensación de fluidez que se ha mencionado previamente. Otra decisión que apuesta por la reducción de elementos a la esencia, y que casa con la mirada contemplativa del relato, de ritmo calmado e interés por la repercusión de cada gesto, de cada acto, de cada plano.

Toda esta labor de síntesis animadora, entre trazos impresionistas y estampas vitalistas, encuentra su razón de ser en la historia que narra. Sasha es una hija de aristócratas de la que se espera un futuro en la alta sociedad rusa presoviética. Un destino que nada tiene que ver con sus ansias de vivir aventuras, de descubrir nuevos parajes y de, a fin de cuentas, liberarse de ataduras sociales y apariencias vacuas. La vitalidad de Sasha es la de la paleta de colores que se emplea, y la de esas texturas que rebosan amor por la vida. Con sus apenas 80 minutos de metraje, este pequeño hallazgo de la animación trasciende cualquier limitación presupuestaria y cautiva con sus códigos propios y su capacidad para narrar en imágenes.
Yago Paris
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22 de febrero de 2017
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Podría parecer que, bajo su prodigiosa animación de formas redondeadas, 'El Techo del Mundo' esconde otro vago relato de moralejas obvias y desarrollo inofensivo.
Cree en tus sueños, confía en tu familia, lánzate a la aventura y todo eso, la misma fórmula de siempre.

Pero decide no ser nada de eso en absoluto, desde el momento en que da más importancia a la naturaleza sentimental del sueño de su protagonista que a la dificultad que entraña el viaje para perseguirlo.
Sasha, una niña de la nobleza rusa, es testigo de como su abuelo Oloukine parte hacia el Polo Norte, todo por plantar la bandera en ese techo del mundo que da su nombre a la película. No hay un vago orgullo nacional en su gesto, sino un respeto reverencial por las maravillas naturales que se va a encontrar, el mismo que le ha querido transmitir a su nieta.
Años después, siendo Sasha una adolescente y desaparecido su abuelo, se reactiva en ella el deseo de partir en su búsqueda, gracias a unas notas encontradas en el mausoleo acogedor en que se ha convertido la habitación del viejo navegante.

Tras su viaje se esconde una buena causa, y este tipo de historias nos han condicionado para que, siendo buena la causa, debe ser agradable el camino.
Pero Sasha pronto descubre que no es así: enfrentada al rechazo de sus amigos y familiares, parte en soledad hacia el norte, solo para encontrarse con estafadores disfrazados de buenas intenciones, y la fastidiosa manía que tiene el destino en apartarte de tu camino cuanto más claro lo tienes. La suya no es una búsqueda que se pueda afrontar con lágrimas y arrepentimientos ("¿vas a llorar y darte la vuelta?" le reprocha una posadera que la acoge en su negocio) sino con resiliencia, esfuerzo y una paciencia que nunca ha ejercitado en su vida acomodada.
El triunfo no es solo expresar esas necesarias emociones de forma clara, sino a través de los silencios: prestando atención al momento de la helada madrugada en la que Sasha decidió cambiar su vida, detallando el lento y cansino aprendizaje de sus labores en la posada hasta que es capaz de superarse a si misma... sutilezas que dejan más huella que los diálogos.

Esas dificultades no desaparecen cuando por fin se enrola en un barco rumbo al Polo, sino que, al contrario, se hacen más notorias, enfrentada a rudos marineros que no van a perder la ocasión de recordarle su vulnerabilidad, su inexperiencia, la futilidad de su incierto sueño.
Pero Sasha se ha forjado en el cariño y la resistencia que le han enseñado su abuelo y sus experiencias, no en el beneficio fácil e inmediato que le esperaría abandonando su expedición o cobrando la recompensa por el barco perdido.
Su viaje no es sino la búsqueda de su leyenda personal, de un enigma que debe resolver, y por eso aguanta más que nadie, manteniendo su entereza a pesar del frío, las dificultades o las agotadoras pausas.
Porque su abuelo la sigue llamando, desde esa cima del mundo.

Pero lo que pasa con los viajes es que, por largos que sean, se acaban.
Y al final se olvidan las dificultades que causaron, quedando solo la costra de experiencias que, en el caso de Sasha, convierten a una niña en mujer .
La verdadera belleza está en encontrarse con esa persona que ella quería ser, al final del camino.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Charles
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2 de septiembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el resultado cuando antepones un guión una idea a la tecnología.

Nos cuenta sencillamente una historia, sin clichés, sin el bueno el malo y el feo... personajes en una historia, sin alardes tecnológicos.

dulce, humilde, humana.
oscarito
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23 de abril de 2017
5 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo mejor:
La autenticidad con la que cuenta una historia tan humana, que se aleja de los tópicos comerciales Disney, para volver a las HISTORIAS DE AVENTURAS CLÁSICAS.
La estética es moderna y de una belleza asombrosa.

Lo peor:
Los ojos de la prota eran demasiado grandes y el personaje quedaba un poco ‘ojijunto’ (cosa que no pasaba con los demás personajes).
Que estuviera viéndola sólo en el cine. Lástima que no se haya invertido en una campaña publicitaria en condiciones. Siendo una peli de ‘ÓSCAR’, me temo que pasará sin pena ni gloria.

Historia (9 de 10):
Una narrativa clara, emocional, sencilla pero rica en matices. Los personajes se desarrollan con credibilidad, pasando de ser ’personajes’ a ‘personas’. Quizá le falte un poco de ‘enchanche’ porque estamos acostumbrados al frenetismo de las comedias animadas actuales. Pero me maravilla que en una industria tan ‘mecánica’ como la de la Animación, de tarde en tarde, aparezcan JOYAS COMO ÉSTA.

Estética (9 de 10):
Salvo por el pequeño fallo de diseño en la prota, la estética me ha abrumado. Hecha con manchas, es de una belleza pictórica deslumbrante y extremadamente difícil técnicamente.

Nivel de disfrute (9 de 10):
Iba con un poco de miedo porque el tráiler ME ENAMORÓ, pero me deslumbró. Pasé hora y media embobado viendo una historia sobre el espíritu aventurero del ser humano.

Peli a la que se parece:
Me recordó a las series animadas de mi infancia como MARCO, HEIDI y ANA DE LAS TEJAS VERDES o a las historias de JULIO VERNE. Está totalmente alejada del ‘canon Disney’, se nota el cariño con el que ha sido hecha (no sólo para vender muñecos y merchandising).

Recomendación:
Si te gusta disfrutar de la buena Animación y te encantan las pelis de aventuras clásicas.. te la RECOMIENDO MUCHO MUCHO.
Javi Gamez
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