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Diablo

Thriller Marcos Wainsberg es un boxeador de mediana edad, retirado después de matar a un contrincante en el ring de un sólo puñetazo. Un día, mientras espera la llegada de su ex novia para intentar recomponer la relación cae en su casa su primo Huguito, el clásico chanta porteño, con la camisa manchada de sangre. Al mismo tiempo, Franco Robles, un poderoso magnate corpororativo, se encuentra hospitalizado esperando un transplante de hígado. Pero ... [+]
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
7 de diciembre de 2012
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde sus primeras imágenes, ‘Diablo’ huele a Robert Rodríguez. Entre la desaturación extrema y el blanco y negro, jugando con el viraje a color en ciertos elementos y/o momentos puntuales (como ‘Sin City’), Marcos pelea con “Bombilla” en un combate de box que parece más bien simbólico, onírico o parte de un recuerdo. Fuera del cuadrilátero, donde en un film convencional estaría el público mirando en vivo, en ‘Diablo’ hay oscuridad, salvo por los entrenadores y Ana, la única mujer de la película.

Luego vienen los títulos y, al igual que (sobre todo) en los créditos, el estilo Tarantino/Rodríguez se hace evidente. Colores vivos, el tipo de tipografía de los textos, el cambio de realidad a animación/cómic, el tipo de música.

Empieza la historia. Marcos recibe la llamada de Ana, su ex: lo estuvo pensando, tiene ganas de verlo… llega en tres horas. De ahí en más, como lo imaginamos a partir de la llegada de su sospechoso primo Hugo, habrá problemas y el film se desarrollará en torno a la acción y la comedia de situaciones bizarras y absurdas: confusiones, casualidades y situaciones externas que obligarán al protagonista a involucrarse contra su voluntad, a mostrar toda su brutalidad. Así como “Machete” (D. Trejo) o “el Mariachi” (A. Banderas), el “Inca del Sinaí”/Marcos (Juan Palomino) es, para los demás, una leyenda, un mito, un tipo duro, temido, un campeón. Sin embargo, él sólo busca redención, tranquilidad, ver a Ana.

También desde lo temático hay similitudes: personajes marginales; el contrabando como motivo recurrente; lucha entre el poder del dinero y el poder de la fuerza bruta; los malos son bien malos, armados, salvajes, algo tontos; sarcasmo e ironía con lo religioso y la Iglesia; la violencia; lo primitivo. A esto le añadimos el gore, el humor absurdo y el desfile de personajes bizarros como el policía Friedman (Luis Ziembroski), el “diablo”/Hugo o “café con leche”. ‘Diablo’ va siempre más allá de la narración.

El director no solo homenajea a sus directores preferidos, también le da una impronta argento: la importancia de la familia, los ídolos deportivos, la homofobia, el antisemitismo, el racismo, el clasismo (Marcos es acusado de ser peruano, judío y peronista).

Desde lo plástico, el gore y la violencia explícita se acompañan con unos movimientos de cámara veloces y extravagantes, angulaciones y encuadres poco convencionales y, sobre todo, una gran cantidad (casi todo el film) de planos cortos. ‘Diablo’ utiliza constantemente el recurso de la recopilación en forma de flashbacks, para develar sucesos previamente ocultados.

Aunque a veces parece más un “cover” y da la sensación de que Nicanor Loreti sólo busca homenajear a sus directores favoritos, ‘Diablo’ tiene la virtud de respetar este estilo, donde el absurdo, lo bizarro, la acción, la violencia y el humor negro no deben faltar nunca y son impuestos por “caricaturas” humanas sin sentido del ridículo ni de lo verosímil clásico.

www.quecinemirar.blogspot.com
gonzafer85
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1 de diciembre de 2013
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nicanor Loreti es un buen espectador de Quentin tarantino y Robert Rodríguez y ha decidido hacer lo que hacen ellos, es decir, trocear escenas de sus películas favoritas cual artista apropiacionista y reinventarlo para darle un toque personal metamorfoseando el resultado final.

La película para mi gusto empieza bien, con una escena estilizada en blanco y negro de boxeo que nos muestra el trauma del protagonista, pero, a partir de aquí, la cosa no me acaba de convencer con los primeros quince minutos de metraje. A lo largo del film los diálogos que reinventa de Tarantino, en un principio me resultan un tanto insulsos, copiando un vocabulario soez a lo argentino pero sin rasgos de brillantez, no obstante, a medida que pasan los minutos los diálogos van ganando en calidad e innovación pero sin llegar a lo más alto. En el aspecto tarantiniano no acaba de estar a la altura, pero tampoco es algo que se pueda criticar, es difícil atrapar al cinéfago de Knoxville.

Sin embargo, en su faceta más violenta, hace un trabajo muy destacable, al nivel de Robert Rodríguez sabiendo sacarte una carcajada a partir de diferentes aberraciones cometidas sobre los malos que convierten en un imposible la pasividad del espectador que comparte el humor negro que caracteriza este tipo sangrías alocadas.

El resultado final es un producto fresco, que se ve con divertimento, que entretiene desde la humildad, que cumple sin mayores pretensiones y que se agradece al ver los dinámicos y simpáticos títulos de crédito.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Lluís
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20 de mayo de 2013
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el motivo por el cual me dispongo a esbozar una crítica sobre esta película. Veo como el puntaje de este film está empezando a bajar y no puedo comprender realmente el porqué. A su vez veo los puntajes de ciertos films de "culto", de Robert Rodríguez, de Tarantino y más perplejo quedo... Este film es una aproximación a estos 2 directores pero desde la mejor perspectiva de cada uno de ellos. Con personajes sólidos, bien construidos y bien interpretados (una actuación soberbia de Juan Palomino y de Luis Aranosky) y con urgencias que hacen funcionar el film desde el minuto uno al final. Planos en blanco y negro o bicolores, buena fotografía y buen guión transforman a la Opera Prima de Nicanor Loreti en una película que el tiempo se encargará de embelesar (o ello espero). Trata de un boxeador que se retiró luego de matar a un rival sobre el ring, hecho que lo ha dejado traumado y no puede soportar, y la llegada de su primo (un típico chanta porteño que anda en movidas muy muy raras). De la mano de distintos personajes bizarros el film comienza a tomar vuelo y ese vuelo, violencia. Sangre por doquier y acción bien justificada no son el único plato fuerte de esta película que recomiendo fervientemente. Espero no los defraude.
arilen
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10 de diciembre de 2012
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tuve la suerte de ver este Film en el Festival de Mar del Plata del año 2011 (de la que resulto ganadora de la competencia Argentina).

Tengo que admitir que sólo fuí porque el horario me resultaba cómodo y quería ver alguna película que participara por la competencia Argentina.

Desconocía por completo al director, y a muchos actores salvo al protagonista.

Con lo anterior quiero decir, que fui a ver esta joyita sin prejuicios, ni buenos ni malos.

Desde un primer momento me sorprendió para bien.

Sabía que iba a tener violencia (el trailer se centra en esto), pero va mucho más allá.

Dinamismo, humor (mucho y bueno), giros inesperados y homenajes a montones. Todo con una fotografía y un ritmo que hacen imposible no disfrutarla, e interpretada por actores que se lucen.

Es una alegría encontrar una película Argentina con estas características que parecen propias
de directores extranjeros.

Es de esas películas de las que se hablará en los grupos de amigos, recordando y riendo. Qué más puede pedirse de un film, sino ser recordado.

Y que no confunda el trailer, que suena a película con pura violencia y nada más. Es cierto que la hay, pero intercalada con muchas otras situaciones que las suavizan. Y es violencia de tipos rudos, no de tripas y zombies. Con el cine de hoy en día, decirle Gore a esto me parece un exceso que puede llevar a mucha gente a alejarse de la sala cuando seguramente la disfrutarían muchisimo.

Sin dudas, vale la pena verla.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
H G
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10 de noviembre de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diablo es una famosa y premiada producción argentina de 2011, opera prima dirigida y coescrita por Nicanor Loreti que puede enmarcarse dentro de las películas gamberras protagonizadas por criminales ineptos y despreciables que se ven metidos en mil y un fregado a cual más demencial, aderezado todo ello de un humor negro y corrosivo atroz.

Una mañana Marcos Wainsberg (Juan Palomino), el antihéroe de la película, alias El Inca del Sinaí, ex campeón de boxeo retirado después de matar en el ring a un contrincante, El Bombilla, a pesar de declarar reiteradamente su inocencia (cosa que los demás no creen), recibe la visita de su primo Huguito (Sergio Boris), un delincuente incapaz e insensato que se ha metido en un truculento asunto con mafiosos locales, que no hará más que envolver en una espiral disparatada de violencia y locura, repleta de personajes estrambóticos y descerebrados, a su primo Marcos, mientras este espera la llegada de Ana, su antigua novia, que ha decidido darle una nueva oportunidad a su maltrecha relación.

El autor de la obra y el resto de integrantes de la misma, no esconden sus filias cinematográficas, y toda la cinta se orquesta como un gran fresco criollo que homenajea o parodia el cine de gánsteres barriobajeros que deben sortear situaciones esperpénticas estilo Guy Ritchie, diálogos chispeantes y provocativos con vocación de discurso o monólogo vital y explosiones de violencia y sangre sello Tarantino (memorable el discurso reivindicativo de Huguito y el caótico soliloquio de Café con Leche sobre las minas de las mujeres), movimientos de cámara frenéticos con ángulos imposibles y gusto por personajes que bordean el dibujo animado muy del gusto del irregular Robert Rodríguez, situaciones absurdas y coincidencias extrañas que desembocan en arrebatos de hilaridad marca hermanos Cohen (absolutamente genial el giro que da la historia a mitad de metraje después de que Marcos deguste una suculenta comida), referencia al Toro Salvaje de Martin Scorsese con unas escenas oníricas de boxeo que nos remiten al clásico atemporal del maestro neoyorkino y devoción por las bravuconadas, casi marcianas, del cine ochentero de acción (como el personaje del teniente coronel Varela, interpretado por Hugo Quiril, que es una copia hortera y bufonesca de Cobra, el brazo fuerte de la ley o el momento del juego del cuchillo de Aliens, El Regreso), y todo este cóctel bien remozado con el habla típica de los barrios marginales del entorno rioplatense y chistes y denuncias locales como el aún peronismo reinante en argentina, la fobia a los judíos, la ineptitud y corrupción policial, la adoración casi psicopática por los héroes deportivos y la importancia de la familia.

Es merecedor de alabanza cómo Nicanor, que habrá contado con un presupuesto paupérrimo, se las ha ingeniado para crear un producto digno aunque lastrado por esa ausencia de dicha plata. La planificación de las escenas acompañadas de una buena fotografía que sacan todo el partido posible al apartamento de Marcos, prácticamente el único escenario del film, consiguen imprimirle una vitalidad estupenda a un producto que gana muchos enteros con un montaje de ritmo trepidante y de constantes saltos temporales que añaden un plus a una cinta que contada linealmente habría perdido enteros. Así mismo es destacable el uso de la banda sonora que remarca la importancia de algunos pasajes y situaciones y el no escamotear en hemoglobina en las situaciones más descabelladas.

Del prácticamente desconocido reparto (para un servidor), sobresalen los actores Juan Palomino (Marcos Wainsberg) y Sergio Boris (Huguito), que dotan a sus personajes de una cercanía y despreciable vileza tremendamente empática. El resto de actores intentar mantener a flote unos personajes demasiado caricaturescos y pasadísimos de rosca como para ser tomados mínimamente en serio. No obstante, Café con Leche y el Oficial Friedman, interpretados respectivamente por Luis Aranosky y Luis Ziembroski, dejarán una impronta simpática en la audiencia con toda seguridad.

A pesar, como he mencionado, de la notable ausencia de presupuesto, que se hace patente en las escenas de acción (lamentables los tiroteos y algunas peleas) y la pobreza de los decorados de interior que transcurren fuera de la casa de Marcos, Diablo es una producción tan simpática y canalla que consigue paliar esos defectos y convertirlos casi en virtud, como hiciera hace años Robert Rodríguez con su debut, El Mariachi. No hay duda que todos estos fulanos se lo han pasado pipa rodando este desmadre absurdo y violento, siendo capaces de contagiarnos en todo momento con su bulla bastarda. Tal vez, para ser justos (y críticos), habría sido de agradecer algo más de personalidad propia y menos referencia y homenaje, pero estoy convencido que el señor Loreti irá mejorando esto en sus siguientes trabajos.

En definitiva, Diablo es una oportunidad única de conocer el cine actual de género argentino y echar unas risas con los amigos mientras la ojeas y tratas de identificar todas las parodias y referencias que contiene.
Vagabundoespiritual
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