La sirena de Bagdad

Como una agradable parodia, sencilla pero con encanto indudable, la película despliega deliberadamente un aire ingenuo, una apariencia colorista y pinceladas naïf que llegan a la pantalla para impregnarla de magia y fantasía.
Una atractiva atmósfera oriental traslada la acción a un entorno que parece extraída de las mil y una noches:
El espectador se siente cautivado por el dinamismo de la trama, por la fluidez expositiva por la intensidad de la historia y por la sucesión de inesperados giros del argumento.
Curiosa producción de 1953 que merece la pena.

Convencional película de aventuras con humor y fantasía a partes iguales, que resulta un entretenimiento mediano pero simpático en líneas generales.
Si no se le pide mucho gusta y si se exige algo de trascedencia en nuestra memoria pasado un tiempo pues no logra su objetivo.
Y es que, a pesar de estar dirigido por Richard Quine, pre sus excelentes comedias posteriores, no tiene mucha personalidad que digamos, siendo distraída y poco más.
Su humor es irregular, con algunas buenas escena como la lucha a espada entre el amigo del protagonista y el orondo sultán pero también hay alguna chorradita con chistes anacrónicos como los de la cerilla.
Por lo demás, bonitas chicas y un minutaje que no llega siquiera a los ochenta minutos y que resultan más que suficientes para contar una historia de Robert Kent adaptada por él mismo y por Larry Rhine.
Una intrascendente peliculita.

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