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El castillo de Dragonwyck

Drama. Intriga. Romance. Thriller Año 1844. Miranda, la frágil e inocente hija de unos granjeros, es invitada a pasar una temporada en el castillo de Dragonwyck, donde vive un primo lejano de su madre, Nicholas Van Ryn, su esposa enferma y su hija. Miranda se enamora de Van Ryn, quien, al poco de enviudar, se casa con ella, pero entonces empiezan a salir a la luz turbios secretos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
20 de octubre de 2007
59 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elegantísima y muy glamurosa película, como corresponde a una obra firmada por Mankiewicz (la primera que hizo el muchacho). Muy aconsejable para ver con la abuela para que alabe lo guapa que era Gene Tierney y añore ese cine en blanco y negro de polisones, valses, servidumbre negra, chaquetas entalladas con faldones y mansiones con escalera y ama de llaves resabiada. Eso sí, el guión es una catástrofe y hace aguas por todas partes. Una de dos, o la mitad de los actores se murieron en mitad del rodaje y Mankiewicz siguió con la historia arrancando sus páginas del guión y silbando para disimular, o el montador se volvió loco con las tijeras y dejó la peli más rapada que a un quinto y completamente desfigurada, con un argumento errático.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Macarrones
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18 de octubre de 2009
28 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque llevaba años metido en la industria del cine, primero como traductor de subtítulos alemanes al inglés y después como guionista y productor, lo que siempre había deseado Joseph L. Mankiewicz era dirigir sus propias películas, pero como la MGM no le permitía dar el salto a la dirección, decidió probar suerte con la 20th Century Fox. Cuando Ernst Lubitch, encargado de dirigir la adaptación de Mankievicz de la novela “Dragonwyck”, de Anya Selton, se sintió indispuesto, el guionista salió del banquillo, dio un par de carreras e hizo algunos estiramientos y saltó al terreno de juego, dando inicio al una de las más excelsas filmografías de la historia del cine.
¿Y cómo son esos inicios? Bueno, por mucho que se trate de uno de los más grandes guionistas y directores de todos los tiempos, los primeros pasos de Mankiewicz son como los de todo el mundo: se levanta, se agacha, trastabillea, da tres o cuatro zancadas que llenan de esperanza, tropieza con los muebles, resbala e incluso se da algún que otro coscorrón. Y es que la historia de la soñadora e ingenua hija de un recto pastor invitada a cuidar de la hija de un primo lejano en su castillo no acaba de ser, en manos de Mankiewicz, ninguna de las cosas que a lo largo de su metraje pretende ser.
La cosa empieza como un melodrama romántico de época punteado levemente de comedia, con una deliciosa Gene Tierney como la ingenua primita Miranda y Vincent Price, en un papel típico de sus primeras pelis, dando vida a un señoritingo envarado y relamido. Tras su llegada al castillo de Dragonwyck, la cosa gira bruscamente hacia el relato de terror gótico, con tormentas con sus rayos y sus truenos, intrigantes amas de llaves, torres que ocultan misteriosas habitaciones, retratos de desdichadas antepasadas que cantan y tocan el clavicordio solo para los de su propia sangre. Tras añadir unas gotitas de cine social (esos aparceros levantados contra su patrono), se intenta virar hacia la intriga criminal (la muerte de la tragona esposa de Price), y uno empieza a preguntarse en manos de quién está el timón y si no estará ese alguien choteándose de todos nosotros (sí, alguna línea de guión me ha hecho pensar que todo es una gran broma de Mankiewicz), sobre todo cuando el ama de llaves y la tristona hija de Price desaparecen sin dejar rastro y son sustituidas por una doncella tullida y nada discreta que pone de los nervios a Price, cada vez más parecido al malvado Dr. Phibes. No es extraño que, ante el panorama, el pobre Vincent decida recurrir a la droga.
Salvan la peli una espléndida partitura musical muy bien dosificada, su excelente fotografía, la magnífica ambientación de época, algunas escenas puntuales, como el baile en el castillo o los enfrentamientos entre Price y sus aparceros y las grandes interpretaciones de sus protagonistas. En cuanto a Mankiewicz, ¿qué queréis que os diga? Al año siguiente rodaría “El fantasma y la señora Muir”. Solo por ella a este hombre se le puede perdonar todo. Incluso esto.
Normelvis Bates
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10 de marzo de 2006
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera dirección de Mankiewicz, hasta entonces guionista y productor. Sustituyó a Lubitsch, de baja por enfermedad. Se basa en la novela de éxito "Dragonwyck" (1944), de Anya Selton. Los productores fueron Darryl F. Zanuck y Ernst Lubitsch (no acreditado). Se estrenó el 10-IV-1946.

La acción comienza en mayo de 1844 y se prolonga casi 2 años. Tiene lugar en las proximidades de Greenwich (Connecticut), NY y Dragonwyck (junto a la ribera del Hudson). Narra la historia de Miranda Wells (Gene Tierney), de 18 años, hija de granjeros, que reciben la invitación de un familiar lejano para que una de sus dos hijas vaya una temporada a Dragonwick al objeto de hacer compañía a la hija de 8 años de Nicholas Van Ryn (Vincent Price). Pese a la oposición inicial del padre, Ephraim (Walter Huston), aceptan la invitación.

La película plantea numerosos temas de reflexión, dentro de un conjunto prolijo. Destaca la inmensa ingenuidad y la inocencia de Miranda, derivada de la edad, la vida aislada en la granja y la propia idiosincrasia. La pacífica candidez de Miranda contrasta con el mundo de secretos interesados que guarda el castillo. Entra en conflicto con el egoismo desbordado de Vincent, que tiene arrendadas las tierras a pequeños granjeros en condiciones abusivas e inhumanas. Topa, además, con la atmósfera de despotismo y crueldad de Vincent. La trama dramática sitúa al espectador de parte de la chica y le hace sufrir por su indefensión, fragilidad y los riesgos que la rodean. Otra fuente de inquietud viene dada por las relaciones de tensión que mantiene Vincent con su esposa Johanna, que se ven exacerbadas a raíz de la presencia de Miranda en la casa. Por lo demás, la enfermiza soledad interior de Vincent le lleva a la ocultación de secretos personales, a despreciar a los sirvientes y a rechazar sin compasión la presencia de personas con discapacidad. En este contexto la inocencia de Miranda pone en peligro su integridad y su vida. Es muy interesante el retrato de la sociedad americana de origen holandés, presumida y cerrada sobre si misma, descendiente de los que colonizaron Manhattan en 1624.

La música se basa en una partitura de 39', con una obertura sobrecogedora, temas románticos y fragmentos dramáticos, que desarrollan un tema central. La fotografia recrea con elocuencia el clima de misterio y opresión de la mansión, proyecta sombras expresionistas, reitera encuadres de medio cuerpo y muestra preferencia por los grises oscuros y los negros intensos. El guión construye una narración fluída y coherente, define bien a los personajes y desgrana unos diálogos ágiles y contundentes. La historia es interesante, pero resulta poco sugestiva. La interpetación de Tierney es magnífica y Price borda el papel de villano. La dirección hace gala de una habilidad muy superior a la propia de un debutante.

Película de buena música, excelente fotografía, grandes interpretaciones e intenso dramatismo, pese a la falta de fascinación de la historia.
Miquel
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27 de octubre de 2009
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Joseph L Makievicz debutó en 1946 como director de cine. Y lo hizo por todo lo alto ya que dirigió nada menos que tres películas. De esas tres películas El castillo de Dragonwyck es la más conocida. Lejos de la perfección a la que llegaría en algunas películas posteriores, en esta ocasión se perdió en una historia de misterio que no se sabe muy bien si es una película de terror gótico o un clásico melodrama de la época. En cualquier caso, y aunque el guión de la película haga aguas al acercarse al final, El castillo de Dragonwyck derrocha el suficiente encanto como para cautivar aunque sea de forma moderada.
La historia comienza cuando una joven, que vive con su estricta y religiosa familia en una granja, es invitada a vivir en la mansión de un primo lejano para cuidar de su pequeña hija y además aprovechar la ocasión para darse a conocer el los selectos ambientes en los que se mueven.
La película comienza de forma más que correcta, ensalzada por la labor en esos primeros minutos de los veteranos Walter Huston y Anne Revere. Pero es a la llegada de la joven protagonista a la mansión de Dragonwyck cuando empiezan a surgir pequeñas e inquietantes pinceladas de misterio. Un ama de llaves que insinúa cosas, un retrato con un pasado perturbador, una niña de apariencia un tanto siniestra, una mujer atemorizada, y sobre todo un hombre de presencia imponente y comportamiento más que misterioso. Todas estas situaciones ponen al espectador la miel en los labios, de lo que puede ser una fantástica y absorbente historia. Pero al final nada de esto ocurre. Se presentan situaciones y personajes que luego son abandonados a medida que se desarrolla la historia. Mientras que van surgiendo nuevas líneas argumentales y nuevas sospechas que echan tierra sobre las anteriores. Al final, cuando el supuesto misterio se resuelve, vemos que esas pinceladas a las que me refería antes habían resultado más gratuitas que otra cosa.
Afortunadamente esto que en otra película hubiera resultado catastrófico, en El castillo de Dragonwyck es un problema que, en cambio, no consigue empañar muchas otras virtudes que hacen de la historia algo moderadamente cautivador, como he dicho antes.
Aunque la historia acabe desorientando al espectador, la atmósfera enrarecida, e incluso fantasmal, esta muy lograda. Elementos externos como la música, la fotografía y la espléndida ambientación ayudan a conseguirla.
Pero lo que eleva a la película muy por encima de lo que merece es la presencia fascinante de sus protagonistas. Gene Tierney fue (es) uno de los rostros más bellos del cine, y aquí luce en todo su esplendor. Y Vincent Price hace de su personaje un hombre cautivador e inquietante, de un porte majestuoso. Su interpretación merece todos los elogios.
Aunque El castillo de Dragonwyck bebe de las fuentes de Rebeca no consigue estar a la altura de la excelente película de Hitchcock, y aunque repite alguna de sus virtudes, en cambio acentúa el principal de sus defectos.
ernesto
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31 de mayo de 2012
14 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antológica frase (pronunciada en el tercio final del metraje) para una película más errática de lo que suponen sus créditos. La dirección elegante (teatro, iluminación de sombra y contraste dramático y mucho atrezo) no aporta éxtasis interpretativo, efecto siniestro ni suspensivo o suspensorio. La trama no colabora, preñada de meandros que no apuntalan un desarrollo evidente, previsible y no muy afortunado. Los personajes son simples comparsas (el dr. está tratado con la desidia de las muletazas y la niña mantiene forzado el rictus de “Ay dios mío, en esta casa se va a liar”). Una en exceso rígida historia que apunta a romance, suspense, crítica histórica, gothic tale pero no acaba de enganchar en ninguna de ellas.

Vincent Price ensaya el personaje torturado y mesiánico que luego habría de repetir hasta la hammer y rogercorman extenuación (el clímax final anticipa el bizarrismo de un Dr. Phibes cualquiera y es un interesante contraste, por inhabitual, con el mundo creativo de Joseph K. Mankiewicz). Aun así, esta suerte de monstruo terrateniente que se opone al granjero arrendatario queda mejor sobre el papel que en el esbozo posterior.

Los detalles MVP serán los decorados (vigas de estancias haciendo alarde de minuta, aunque sin atisbo de moralidad wellesiana), el castillo de retratos de antepasados y maldiciones en la noche de Otranto cual mala maqueta y el encanto de un vestuario que impele a Price a vestir de pajarita pese a estar en un estado catatónico de tristeza y barba de cuatro días, y fuerza a la Tierney, a pesar de la tumultuosa corriente folletinesca y trágica que gobierna el castillo, a vagar por los corredores acicalada con un camisón satinado que deslumbra en la penumbra.

Una peli un poco así. Arreglada pero, probablemente, informal.
Bloomsday
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