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Críticas de msuarezpamplona
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
10
21 de agosto de 2010
33 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jean Becker me sorprendió gratamente al convertir una historia de enfrentamiento en un amable canto a la vida en 1998 con "Les enfants du Marais", que como indica su título castellano nos educa acerca de La fortuna de vivir. Hoy, doce años después Becker vuelve a emocionar a el público europeo con una nueva obra maestra titulada "La Téte en friche" o "Mis tardes con Margueritte", protagonizada por dos estrellas del cine francés, Gérard Depardieu y Giséle Casadeus. La película, sin destripar su trama argumental, habla acerca del amor más allá de las barreras del tópico del cine norteamericano, del arte como verdadero modo de aprendizaje sensible e intelectual en el hombre y del afán de descubrir el verdadero potencial de cada uno. La película lejos de suponer un típico drama consigue convertirse en un magnífico ejercicio de la representación de la comedia de la vida tras el drama de la rutina, con un canto a la amistad y una vez más a la vida.
msuarezpamplona
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10
6 de agosto de 2014
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
En nuestro tiempo, los conflictos se miden habitualmente por los datos de muertos y heridos que publican los medios en sus portadas. Este método de evaluación ha hecho que la sociedad ya no vea en las noticias a las personas que padecen las guerras, solo hay números y frases hechas analizando la tragedia. En el momento en el que estalla otra revuelta violenta a millones de kilómetros, las noticias se trasladan de país pero mantienen las mismas palabras, cambiando unos números por otros. Los seres humanos han pasado a un segundo plano en gran parte del periodismo desde hace años. Por suerte, no todo se conoce gracias a estos diarios. El arte y los creadores han sabido tomar el relevo y ofrecer a los ciudadanos las herramientas para ser críticos, inconformistas y estar siempre cerca de las personas y no solo de las cifras catastróficas.

Omar, de Hany Abu-Assad, es una de esas películas que nos enseñan a conocer mejor las mentalidades que han llevado a una batalla sin fin, que de forma cíclica aparece en los telediarios. Fuera de la banalidad con la que habitualmente escuchamos tratar la situación de Israel y Palestina, el director se introduce en las debilidades de pueblos atrapado por una espiral de violencia. La obra no pretende ofrecer una mirada esperanzadora, busca plantear claramente los errores que se comenten una y otra vez, y mostrar la opresión que impide evolucionar a las víctimas de uno de los conflictos más crueles de nuestra época.

El protagonista del filme, Omar, es un joven acostumbrado a vivir perseguido por haber nacido en un lugar concreto. Ama como cualquier otro joven, tiene ilusión por el futuro, pero se ve avocado a una situación de lucha heredada desde hace años. Para poder analizar los enfrentamientos es necesario acercarse a la mentalidad de las personas. Hay que mirarles directamente a los ojos para conocer cómo piensan y sienten, si no seguiremos leyendo cifras que desde hace tiempo no representan a seres humanos.
msuarezpamplona
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10
23 de septiembre de 2010
21 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchos fueron los que lucharon e intentaron revelarse contra el dominio y el fascismo de los patronos. La lucha por una igualdad de clases fue representada por un director que algunos llamarían utópico pero otros lo llamamos valiente y comprometido. Bernardo Bertolucci filmó en 1976 una de las grandes obras de arte del cine italiano, Novecento. Protagonizada por Robert de Niro, Gerard de Pardieu, Donald Sutherland y Burt Lancaster, y con una conmovedora banda sonora de Ennio Morricone. El argumento consigue mostrar aquella época de sufrimiento y el director hace que cada personaje no sea únicamente una persona sino que simbolice mucho más, una ideología, una forma de pensar, pero todo ello mezclado sus propios sentimientos. Por ello el director habla de política, de sufrimiento pero además habla de personas.
La historia nos habla de dos niños: Olmo Dalco, pobre, hijo de trabajadores y Alfredo Berlinghieri , nieto del patrón. Ambos están destinados a enfrentarse pero entre ellos surge una gran amistad que va mucho más allá de los pensamientos políticos, es una amistad inocente y por ello es sincera. Sus caminos continuaran y debido a sus raíces se irán separando. En ellos se va formando esta ideología, Alfredo está destinado a la vida fascista y egoísta, y Olmo debe luchar contra la opresión. La evolución de los personajes lleva a que ambos deban luchar y enfrentarse. Ya no son sólo dos personas luchando, son el comunismo contra el fascismo, la igualdad contra el egoísmo, hasta llegar a esa vía del tren en la que desgraciadamente vemos que el patrón no muere aunque le pase un tren por encima. Lo que tampoco debe morir debe ser la lucha hacía la igualdad, la búsqueda de un ideal posible (parece contradictorio pero no lo es).
Bertolucci también nos habla del fascismo más feroz, el cual lo simboliza Attila. Attila muestra los niveles más altos de maldad a los que puede llegar un ser humano y una ideología. Al morir el patrón y debido a la pasividad de su hijo, que quizás no quiere ser como él porque ve más allá. El fascismo se apodera y maltrata, abusa y se aprovecha de su poder para crecer pisando al inferior.
He decidido escribir sobre ella porque me parece una película muy necesaria ahora que se esta perdiendo la esperanza de cambiar y que el conformismo hace que seamos indiferentes a todo. Debemos ser inconformistas porque vivimos en un mundo lleno de hambre, pobreza, explotación, capitalismo... y muchas personas han perdido la esperanza en un futuro de igualdad. Debemos devolver a las personas la esperanza y luchar por algo que es básico, que he repetido muchas veces y nunca me cansare, ni Bertolucci se cansara, ni todas las personas que defienden la IGUALDAD.
msuarezpamplona
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10
11 de octubre de 2014
12 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
François Ozon, en sus películas, trabaja sobre un aspecto durante años considerado tabú y que en los últimos tiempos continúa provocando intensos debates, la identidad sexual. La obras de Ozon muestran personas que se cuestionan acerca de aquello que les hace de una forma concreta y que les permite ser felices con lo que realmente sienten. En el tortuoso y complejo camino del autodescubrimiento, Ozon no les juzga, les observa y realza la belleza de conocer nuestro verdadero yo. Además de desterrar estereotipos y discursos panfletarios.

Una nueva amiga (Sección Oficial en el Festival de San Sebastián de este año) no es una excepción a las temáticas habituales de Ozon. La historia se centra en dos amigas que han vivido juntas desde pequeñas. Antes de fallecer, una de ellas pide a la otra que cuide de su marido y su bebé.

Al igual que en filmes como Swimming pool o En la casa, el subconsciente tiene un papel relevante a lo largo de la trama. A lo que hay que sumar que la historia desarrolla dos relatos paralelos que implican al protagonista, uno exterior y otro interior, como sucedía en Joven y bonita. Por un lado, encontramos un relato acerca de las complicaciones de Romain Duris en su hazaña íntima al relacionarse con su ámbito cercano y, por el otro, se revela una implicación consigo mismo, un crecimiento personal conforme va generando seguridad en lo que desea.

En el caso de la citada Joven y bonita, dicho descubrimiento suponía un golpe con la realidad social todavía más duro. Aún y todo, Una nueva amiga plantea que las reacciones de los parientes y amigos más allegados pueden originar un impacto tan doloroso como el que halla Marine Vacth en cada uno de sus encuentros. La verdad ocasiona el abandono por parte del resto de seres que se sienten "normales". Un absurdo y numeroso grupo de personas felices por ser animales banales formados a partir de estereotipos impuestos.
msuarezpamplona
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10
26 de abril de 2015
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ned Merrill (Burt Lancaster en El nadador, de Frank Perry, 1968) decide cruzar un valle nadando por las piscinas de las ostentosas casas de sus vecinos, antiguos amigos y amantes. Merrill es un ser real, pero no es consciente de la realidad. No concibe que aquellos que un día eran sus compinches en busca del fraudulento sueño americano, hoy le echen de sus casas. Ya no es uno de ellos, pero el deseo sigue siendo el mismo.

Consciente de sus sombras e inexactitudes, sigo pensando que Arthur Schopenhauer es el filósofo que mejor y con más acierto ha profundizado en el ser humano. Desde Merrill al personaje de Massimo Girotti en Teorema (Pier Paolo Pasolini, 1968), desde cada uno de los cuatro estamentos de poder descritos en Saló o los 120 días de Sodoma (Pasolini, 1976) a la mayoría que vota por su paga extra en Dos días, una noche (Jean-Pierre y Luc Dardenne) encontramos al hombre dibujado por Schopenhauer. Es decir, desde el clásico patrón esclavista al esclavo que se adhiere al consumismo para seguir siéndolo.

Recientemente hemos asistido una vez más al bochornoso espectáculo de los medios de comunicación analizando tragedias. Morbo, historias truculentas y relatos macabros que se atreven a calificarlos de información. En definitiva, basura con altísimos índices de audiencia que compite con el cotilleo más cutre. Todo es entretenimiento generado para que olvides durante tus horas de ocio y no pienses en quién eres. Así, el resto del día podrán seguir explotándote como a un animal de granja.

Con todo esto llegamos a Ferrara y a Pasolini. En su última película hasta la fecha, el director de The addiction profundiza en el escritor, cineasta y poeta italiano, y lo hace desde la esencia de la creación, desde cada uno de los ámbitos en los que Pasolini fue libre, en los que dejó impresa su visión del mundo, un aviso imprescindible para reaccionar ante lo que sucede a nuestro alrededor y obras para seguir dudando de todo aquello que provoca la mercantilización del ser. Un discurso que por desgracia parece que ha sido ignorado en la actualidad.

Mientras Merrill nada por el río Lucinda descubre la muerte de esa promesa zafia y banal llamada sueño americano, que hoy ya se aplica, con las modificaciones oportunas, a todos aquellos países que pueden permitirse adorar emociones artificiales.
msuarezpamplona
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