Insignificante raza humana, ajena a su destino, a su fin, donde algunos se conforman con el dolor y otros ven luz entre tanta oscuridad. Esperanza. Superación. Caer y levantarse, aun sabiendo que volverán a caer. Encuentran sentido aun sin sentidos.

“Ahora está oscuro, pero sienten el aliento del otro, y saben todo lo que necesitan saber. Se besan. Y sienten las lágrimas del otro en sus mejillas. Y si quedara alguien que pudiera verlos…parecerían amantes normales. Acariciándose los rostros. Con los cuerpos juntos…ojos cerrados…Ajenos al mundo a su alrededor. Porque así es como la vida continúa. Simplemente así.”

Es una oda a la vida, al amor. Una oda a El Amor. Un sentido más, irrevocable e infinito. El sentido más sentido. Aquel que llena la oscuridad de luz, que te ilumina y ciega al mismo tiempo, que te da vida. Podemos vivir sin sentidos, pero no sin amor. No, sin él no se puede. En un mundo donde lo único que te conecta con la vida son tus sentidos, cuando desaparecen…lo único que te hace saber que sigues vivo es el amor. El saber que todavía en este mundo donde todos somos insignificantes, eres importante para otra persona. Saber que tu existencia tiene sentido para alguien. El mundo se mueve por amor.

Y acabó, simplemente acabó. Me quedé unos segundos mirando hacia el techo, hacia la nada. A mi lado estaba mi novio, estaba Él. Me sentía una persona diferente, algo había cambiado en mí en menos de dos horas. Sentía que había perdido el tiempo en muchas ocasiones y que no había valorado los pequeños detalles de la vida como de verdad se merecían. Me propuse seguir el camino para “perder la vista” a partir de ese momento. Y simplemente, le abracé. Y él también me abrazó. Nos quedamos así unos minutos, sintiendo el aliento del otro, sabiendo lo que necesitábamos saber. Nos besamos. Y sentimos las lágrimas del otro en nuestras mejillas. Y si hubiera alguien que pudiera vernos…pareceríamos amantes normales. Acariciándonos los rostros. Con los cuerpos juntos…ojos cerrados…Ajenos al mundo de nuestro alrededor. Porque así es como la vida continúa. Simplemente así.”

Todavía sigo asumiendo lo que he visto, la película en general, por lo que mis ideas todavía están difusas como para escribirlas aquí. Se que me ha gustado, o al menos eso creo. Pero ese final, ay ese final… Me emocioné al verlo sí, sobre todo cuando aparece el perro, qué bonito. Pero luego, tras acabar de pasarme por la garganta y poder saborearlo más detenidamente, fue una sensación de desperdicio. Desperdicio en el sentido de que durante toda la película el realismo, muy duro por cierto, te atrapa hasta amarrarte el estómago con tanta fuerza durante una hora y cuarenta minutos hasta desgarrarte psicológicamente en muchas ocasiones; pero es hablar la madre de esa familia, con esa efusividad como si fuese el tercer hijo que siempre quiso-y-no-pudo, que poco a poco ese realismo que ha perdurado durante todo el film se va disipando por lo que parece ser un retrete al final del tunel.

Mencionar esos créditos finales, esos donde igual muchos no llegaron porque se fueron del cine o porque cerraron el VLC, con sonido de pájaros cantando y un trasfondo de familia feliz caminando por una lógreba playa en un día cualquiera, de esos pre-apocalípticos.

Y aunque no lo parezca la película me ha gustado (aunque el final sea tan-tan). Guión desamericanizado, maquillaje, fotografía y escenificación muy bien conseguidos. Escenas muy muy duras, de esas que ni las lágrimas consiguen atrapar.

Me quedo con la historia del padre-hijo. En concreto, con el papel de padre heroico-realista. Lo mejor de la película sin duda.