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España España · Móstoles
Críticas de lyncheano
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Críticas 44
Críticas ordenadas por utilidad
9
25 de febrero de 2010
39 de 45 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nuestro hombre se viste de azul, cubriendo su cuerpo enjuto con la pátina de la seriedad que le otorga el traje. Sus movimientos son pausados, seguros; su hablar es confiado, receloso; sus ideas son claras como un día de verano: dos cafés en tazas separadas y nada de sexo con la de las tetazas, que no es lo mismo, pero viene a ser parecido. Todo en esta cinta tiene un propósito, aunque Jim nos lo oculte durante casi todo el metraje. Como es habitual en él, deja que el film respire y tome conciencia de sí mismo, al igual que hace Isaach de Bankolé, cuyos ejercicios de respiración, a pesar de lo que pudiéramos pensar, no son tanto espirituales como puramente físicos. The Limits of Control resulta ser una sucesión de eslabones iguales, pero distintos a nuestros ojos. Al cinéfilo le resaltará especialmente el eslabón de Tilda Swinton, al melómano el de Luis Tosar, al adicto al opio el de Gael García, al físico convencido el de Youki Kudoh... pero, al fin y al cabo, todos ellos resultan ser cimientos de una misma búsqueda. Una búsqueda seria, la más seria que recuerdo, como así nos lo hace ver el héroe de la película. Héroe merecido y sin paliativos, puesto que acaba salvando lo más grande que jamás se haya tenido que salvar en una película. Y eso que salva es aquello que nos hace únicos, aquello que nos define como humanos y que a muchos de nosotros aún nos mantiene respirando en esta vida huérfana de sentido: la cultura. Y más que la cultura, el afán por aprender. El ansia por rebasar nuestros sentidos, por preñar nuestro deleite en favor de una habilidad, de un arte que sublime el conocimiento, que nos haga recordar que el hombre empezó a ser hombre desde el momento en que empezó a trascender su muerte. Mientras tanto, se nos muestra España como nunca antes: un Madrid de graffitis en las esquinas, una Sevilla de azulejos sucios, una Almería de polvo entre matorrales secos. Y por encima de todo, el español como lengua paradigmática de transmisión de la cultura. De hecho, no es descabellado pensar que el personaje de Isaach represente la figura del nuevo conquistador. Como digo, el asunto es serio. Y como nunca antes hubiera esperado, el maniqueismo resulta aquí necesario y hasta esperanzador, aunque no evidente. No sabemos quiénes son los buenos ni quiénes los malos hasta el final, pero sólo porque nuestra mente narrativa, influenciada por las convenciones del género de espías, presupone una búsqueda material y un trabajo de sicario. Y sin embargo, nada más alejado de la verdad.
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lyncheano
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9
16 de enero de 2009
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Muchas veces he dicho que Darren es el mayor experto en hacer trascender sus imágenes, no sus películas en general, sino todas y cada una de las escenas que componen las mismas. En este caso, Darren hace trascender la basura, el abandono, la decadencia, la brutalidad y, por supuesto, la carne. Ese director de texturas del que espero que sólo haya aparcado momentáneamente su eclecticismo, se centra en revivir la carne, en hacerla bella en su laceración y monstruosa en su grandeza, instrumento que otorga y después priva para siempre, cárcel y útil de vida, carne untada con cerebro que reverdece lo efímero de su apogeo, o nos hace creer en ello a pesar de que somos testigos de su decadencia. Una vez más, el hombre/artista quiere ser especial, y tiene talento para algo. Un algo que quizá sólo le importe a él a ese nivel vital (como toda creación personal), desde luego mucho más que a los fans a los que sólo les satisface un instante, una lágrima de segundo salpicada en sangre en el que poder lanzar un insulto voraz en la cara de alguien mucho más fuerte que ellos para desahogarse de la mierda de sus cochinas vidas en las que nada es especial. Para él, sin embargo, es su vida. Su vida porque es lo único que sabe hacer, o lo único que le hace especial, o lo único que le recuerda que puede ser especial. No obstante, cuando ese algo que te hace especial explota delante de tus ojos y te absorbe, pasa a convertirse en todo lo que eres... y tarde o temprano abandonas a tu hija, abandonas el amor, abandonas tu salud y te abandonas a ti mismo con tal de seguir consumiendo de la droga de ese talento que Dios te ha dado. Y aquí no importa el intelecto. Darren nos ha hablado de dos mundos bien diferenciados en sus películas: el de las drogas y la decadencia, las convenciones de la calle y del mundo del espectáculo, suficientemente alejadas de la intelectualidad como próximas a la sabiduría del oficio; y por otro lado el de los genios matemáticos, eminentes científicos y doctores. Los del primer grupo (Réquiem, y ahora esta Wrestler) buscan ser especiales a partir de la simple facultad de sus virtudes, equivocándose en sus decisiones y echándose a perder (o más bien corroborando esa perdición a la que siempre han estado abocados), pero con el horizonte siempre en mente, negando lo que son y buscando lo que quieren ser. En el segundo grupo están aquellos cuyas complejas virtudes y dotes mentales les impiden saber quiénes son o qué hacen aquí, hasta que les llega la redención en sus prodigiosos finales. De tal forma, Darren les coloca en la misma tesitura de tener que afrontar sus equivocaciones y afrontar su destino, que siempre les será esquivo, independientemente de su status social e intelectual, nivel, oficio, arte, sueños, obra y prodigios.
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lyncheano
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8
22 de junio de 2009
42 de 56 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay tres cosas que funcionan por encima de todo en Calvaire, esta mezcla de thriller rural y "survival movie" belga. A saber, son: la atmósfera que envuelve la cinta de principio a fin, esa sensación de violencia inminente y sexualidad contenida, a la que ayuda sobremanera una dirección por encima de la media; la segunda es la locura del pueblo como metáfora del paroxismo o exaltación sin límites de la pasión, que provoca en el espectador la sensación justa de irrealidad como para no tomártela en serio; y la tercera es precisamente la boya de realismo en mitad del océano de locura, interpretado con una homosexualidad inherente y una cobardía explícita por el actor protagonista de la cinta, que hace que volvamos a tomárnosla lo suficiéntemente en serio como para pasarlo realmente mal. Y todo esto, como les gusta decir a los progres del género de terror: sin efectismos ni vísceras. Sea como fuere, el gran acierto de la cinta es el impacto que provoca ese comportamiento absolutamente enloquecido del protagonista secuestrado y confundido con la mujer del loco de la posada. A muchos les confundirá, pues estarán acostumbrados a que el que sufre acabe siendo el héroe y se enfrente al sinsentido de la locura de su torturador, convirtiéndose indefectiblemente en un animal y tan asesino como el propio malo de la peli. Pero eso no siempre es así. De hecho, en la cruda cáscara de esta superficie que llamamos realidad, habría más casos de este ejemplo que del otro, tan machacado por los survivals americanos y copiado por todos los demás países.
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lyncheano
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2
6 de septiembre de 2007
42 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un día como otro cualquiera, el productor de lo que después sería esta película llamó a uno de los directores que tenía contratados, un tal Lee Tamahori que ya le había salido resultón en un par de trabajos anteriores. Esto fue lo que hablaron...
¡ring-riiiiiiiing!
-sí, ¿quién es?
-Hola Lee, soy yo, Paul, que he estado pensando en hacer algo grande, tío, una película de verdad con sentido y con un contenido más profundo, una cinta memorable, ¿me sigues?...
- oye tío, te oigo fatal, ¿qué dices de una cinta lamentable?...
- no, no, digo MEMORABLE, ya sabes, como una de esas de Kubrick, mírate un par de cintas del Maestro e intenta captar su filosofía, mézclalo con ese guión que nos trajeron hace ya tiempo, ese del tipo que podía ver dos minutos de su futuro y...
-¿Que ponga en la peli un par de trozos de cintas de Kubrick? eso está hecho, pongo un cacho de Teléfono Rojo y otro cacho de la Naranja Mecánica, ¿qué te parece?
- sí sí, eso, el viernes el viernes. Pues eso, que te leas el guión y no la cagues...
- ¿Que me meta el guión por dónde?, oye lo mejor será que meta mejor una bomba atómica de por medio, que eso siempre da resultado... ¡¡como en Teléfono Rojo, y mira qué bien le quedó a Kubrick!! Pero además nosotros contrataremos a Nicholas Cage y a una tía que esté buena
- Oye, no te oigo nada Lee, no sé qué coño estas diciendo de mi mujer... en fin, que eso, que tengas algo para el viernes y ya lo hablamos aquí...
-¿Que me encargue yo de todo?, vale vale, pues entonces hago que los malos sean rusos y que haya un momento en la película en la que salgan doscientos quince Nicholas Cage, ¿no te parece chula mi idea?
- ¡Anda, qué casualidad! yo también estuve el otro día en el IKEA, pero no sé qué tiene que ver eso con lo de la película, anda que nos estamos yendo del tema principal... te mando un adelanto de tropecientos millones de dólares, ¿te vale con eso?
- Sí, sí, me gusta mucho el queso... y ya te contaré qué tal me ha ido con lo otro, con lo de la película, venga tú, nos vemos...¡Ah! por cierto... ¿cómo la vamos a llamar?
- ¿Un banco abierto a estas horas? ni idea, tronco, mira a ver el Banexto ese de la calle cuarenta y trés...
- ¿Next? sí, podría estar bien... por eso de que el futuro viene después... ya lo pillo, muy bueno. Venga, un abrazo, tardaré tres días en rodarla y trescientos tres en ponerle los efectos especiales, lo de siempre...
-Vale, vale, ya hablaremos de eso de las naves espaciales..., venga, hasta el viernes.
-Adiós, que aproveche, igualmente...
lyncheano
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8
20 de mayo de 2009
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde su primera escena, Greenaway sienta las bases de lo que va a ser su película: un ángel tarado se columpia desde un andamio suspendido en el cielo mientras con su asqueroso, obsceno tartamudeo próximo a la arcada, nos advierte a hombres y mujeres que dejemos de divertirnos en la cama. Lo burdo del maquillaje y el atrezzo nos anticipa que lo que vamos a ver a continuación es una obra teatral de contornos indefinidos; lo elevado de su posición nos indica que será un auto sacramental, de temática religiosa; su tartamudeo y aparente debilidad nos habla de un Cielo moribundo, una época en la que los iconos divinos son creados con la misma facilidad con que son destruidos, y todo por no ser más que meros espejos de la condición humana; por último, la forma en que mete y saca esa convulsa lengua de su boca nos remite al sexo más sucio y a la pura depravación, temática que se mezclará con la religión en un cochino acto sexual durante y a través de toda la cinta, para darnos a entender que estamos ante un retablo de las más bajas perversiones humanas. Greenaway nos cuenta la misma película de siempre, pero esta vez está lo suficientemente cerca del cocinero y el ladrón que es capaz de cocinar una obra cuanto menos exquisita. Los actores de tamaña representación teatral se mezclan con los espectadores que asisten a la función en una amalgama de personajes que bullen por el teatro de la vida, que no es sino la representación de este mundo, unos siglos antes, en el que todos deseamos tener un papel digno de consideración.
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lyncheano
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