Antes de nada, he de decir que creo que es mi primera película que he visto del género western y, por tanto, la primera de quien parece ser que es considerado un maestro del celuloide: John Ford, pero eso creo que no es algo que pueda interferir en mi crítica. La mano en la dirección se nota que es de un director de calidad (el inicio ya es alentador con ese primer plano del foco del tren) pero la historia, tal como está contada, y los personajes que la componen, me parece que no es de una calidad cinematográfica notable o extraordinaria (o sea lo que es el guión más algún que otra añadidura). No hay épica alguna a lo largo del desarrollo y si no había intención alguna de épica el metraje torna a ser plano y nada emocionante.
Si este tipo de personajes y de historia es un patrón en el western me voy a sentir bastante decepcionado por este género ya que solo hay que leer buena literatura y darse cuenta de lo folletinesco que tiene, por lo menos, esta película. Comento en el spolier casos concretos.

El director (o guionistas) parece transmitir una postura final ideológica bastante manipuladora aunque a lo largo de la proyección parece que titubea. No voy a exponer cuál es esa postura, debéis descubrirla vosotros, ya que lo hago porque yo no milito en nada ni creo que lo haga, pero me molesta que juegue con una dualidad que parece al final encontrar un cauce en el que depositar lo mejor y vivir así felices aunque engañados.
Y de lo que es la historia en sí, es interesante pero la destrozan los personajes, la "infatilizan" (en ciertos momentos) y la "etiquetan" demasiado rápido tanto desde el bando de los activistas como desde el de la policía.

Es una película que brilla sobre todo por la magnífica dirección y consecución en la actuación de los actores, a destacar al abuelo Gramp Maple, al romántico Alan Squier y al asesino Duke Mantee. Esto se debe a que está basada en una obra de teatro en la que actuó Humphrey Bogart y el hecho de que provenga de una obra teatral influye en que el escenario en el que transcurre la mayor parte de la acción sea en la gasolinera.
Es una película que busca la credibilidad del espectador en situaciones poco realistas con dosis de comicidad, en especial la estancia de Duke Mantee y sus secuaces, por lo que no da lugar a una película cursi o que haya envejecido mal. El espectador necesita ser consciente de un distanciamiento y los guionistas nos lo muestran con la comicidad que envuelve la película (claro ejemplo es la escena del tiroteo, sobre todo cuando Gramp Maple dice: ¡Estarán borrachos!) De hecho, buscando en la web Biografías y Vidas sobre Robert Emmet Sherwood se dice de la obra: "excesivamente inverosímil por el deliberado afán que indujo al autor a representar en tal obra existencias humilladas y por el consiguiente carácter simbólico de algunos personajes"
Aquí no se da cita el amor subyugador, aquel que domina, ya que sorprende que en la película haya una apología de la emancipación de la mujer; pero sí se da el otro significado de subyugador, el que se da en tantas clásicas películas romanticas estadounidenses, el de arrebatar los sentidos. Pero no es un amor subyugador sin razón, sino el de la llegada de un extraño que carga con unas características excepcionales, embaucadoras, ensoñadoras frente a lo árido y deprimente del lugar y frente a Boze Hertzlinger, dominado por los instintos y su fuerza física.
Por esto, hay muchos que han rechazado la película, pero este hecho tiene más sentido que Carta a una desconocida de Max Ophüls, que está mejor considerada.
Como curiosidad, Leslie Howard actuó gracias a su amigo Bogart.

Película agria, lenta y vacía por momentos aunque quiera ahondar en los sentimientos de ambos personajes. La película parece un coche con una rueda pinchada: se mueve pero con ciertas dificultades. El guión no está bien construido, falta hilación y compensación a lo largo de la película. Las escenas de cotidaneidad no tiene casi ninguna cargar poética o sentimental, más bien soporífera. La banda sonora escasa; hubiera venido bien incluir en algunas escenas para dar mayor expresividad. La fotografía logra momentos de hermandad con la situación del momento y la actuación de los dos personajes principales es perfecta para los papeles que desempeñan.

Le concedo un 6 porque la película alcanza un tono mayor cuando se va acercando al final; pero ahí está el inconveniente: que es al final.

Quizás el prejuicio dicte que se va a tratar de otra serie sobre la vida idílica de un famoso; más bien, muestra pautas sobre la aspiración a una buena vida, tanto física como mental.

Quizás esto suene demasiado trivial por quien protagoniza el asunto, la clave está en los testimonios de las personas anónimas que nutren cada uno de los capítulos, que le hacen poner los pies sobre la tierra al rico guaperas australiano. Bueno, también las pruebas a las que se aventura.

Quizás no os interese la serie ni someteros a 30 segundos diarios de ducha fría, o que todo parezca una teatralización para glorificar a Chris; sin embargo, al menos, ved la maravilla que es el último capítulo (en serio), es una oda sobre la aceptación de nuestra mortalidad y una llamada de atención para rodearnos de amor (entiéndase en el pleno sentido).