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Críticas de Herodoto
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
10
30 de mayo de 2010
24 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lilith, según el mito, apareció al mismo tiempo que Adán de las manos del Creador. Es una criatura espontánea y libre de fascinante belleza que simbólicamente está unido a la Gran Madre de las civilizaciones antiguas, sobre todo en su aspecto oscuro. También aparece como figura legendaria del folclore judío de origen mesopotámico. Se la considera la primera esposa de Adán anterior a Eva.
Lilith es un arquetipo típico de lo femenino: independencia, autonomía, autopertenencia, la vinculación con el propio ser y el propio deseo. Estas características pueden estar en determinadas mujeres reprimidas y ocultas en su interior, pero que actúan desde las propias profundidades de su psique.
El personaje de Lilth reúne todas estas características simbólicas, y R. Rossen sabe plasmarlo en un film brillante; un manual sobre las pulsiones interiores y oscuras del ser humano (destrucción y autodestrucción).
Un Robert Rossen crepuscular pero con una agilidad narrativa que recuerda a los maestros del cien mudo en algunas de las secuencias más poéticas y evocadoras del film. Película que sugiere, que nos insinúa y nos inquieta, igual que esa naturaleza en la que está localizado el sanatorio mental: serenidad y calma, pero que en cualquier momento las pasiones soterradas y los conflictos interiores pueden desembocar en un torrente; igual que el río sosegado pero que agita sus aguas con furia conforme cambia su curso, como se puede apreciar en una serie de secuencia que aparecen en el film.
Rossen muestra su maestría como la de un artesano: cercanía en primeros planos, contrapicados y encuadres (no se necesitan palabras para introducirnos en el alma de estos seres tan complejos); todo encaja con la precisión de un reloj suizo.
Película perturbadora donde los personajes muestran en sus acciones el deseo y la culpa. Testamento de un director aquejado por el dolor físico y moral en su última etapa de su vida y marcado por la triste experiencia de la caza de brujas.
Robert Rossen es un transgresor de la moralidad de aquellos convulsos años, un rotundo “no” a lo políticamente correcto, un estudio de la sociedad y el individuo, una reflexión sobre los límites que separan lo que se acepta como normal en constante dicotomía con lo que es considerado anormal.
Herodoto
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9
2 de junio de 2010
24 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Onegin, novela en verso, es una de las obras fundamentales de Pushkin y una de las novelas rusas más importantes del siglo XIX. Personaje frívolo, cínico y decadente que nos recuerda a Byron o Werther de Goethe, nos introduce plenamente en el romanticismo ruso. La obra es rica en matices sociales, políticos, morales, de una sociedad rusa en una Europa post-napoleónica pero con acusada influencia francesa en las costumbre de la alta sociedad rusa, como también de las clases terratenientes en su ambiente rural.

A mi parecer, cinematográficamente, Martha Fiennes consigue soportar el peso de la novela y mostrarnos la dualidad de Onegin; displicente ante el mundo en el que se mueve pero a la vez absorbido por él. Un relato trasformado en imágenes donde el tiempo y los silencios, aun en sus escuetos pero profundos diálogos, nos hacen navegar hacia sensaciones melancólicas. Hermosa y emotiva a la vez, está realizada con un ritmo pausado pero con gran intensidad. Sí, puede resultar algo preciosista, con cierto aire esteticista en algún momento, pero no hay que olvidar que es una película romántica en su concepción; el peso de la época en la que se desarrolla deja huella inevitablemente.

La ambientación de la película en el San Petersburgo del zar Nicolás I es interesante: la corte y protocolo, el aburrimiento de los nobles y el cinismo de algunos, son estereotipos bien perfilados. La otra cara de la moneda es el ambiente rural menos sofisticado pero muy marcado por la naturaleza, ambiente en el que Onegin no encaja aun sabiendo que es un remanso de paz donde las afectadas formas sociales de la ciudad no son tan marcadas. La cámara retrata la naturaleza tediosa y aburrida de Onegin y también elige el silencio y la ralentización de la imagen para acércanos al ánimo de Tatiana, personaje con un mundo interior que la da un halo de misterio. El color muestra los estados de ánimo de los personajes y la luz favorece en sus tonalidades la ambientación de ese mundo melancólico y que nos recuerda a los pintores románticos de principios del siglo XIX.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Herodoto
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9
12 de junio de 2010
14 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Josef Stalin muere en 1953 con lo que se inicia un breve período de “deshielo” y la necesidad de una coexistencia pacífica entre dos ideologías enfrentadas desde el fin de la guerra. El culto a la personalidad y las purgas stalinistas habían impuesto una firme censura limitando la creación artística, marcada en aquellos años por el realismo socialista en el arte y la absorbente burocracia. En 1956, Jruschov, líder del Partido Comunista, criticó el período stalinista iniciándose una tímida apertura que afectó a la cultura, y como no, también al cine. Y es ahí donde nos encontramos con dos obras maestras imprescindibles para cualquier amante del cine: “Cuando pasan las cigüeñas”, de Mikhail Kalatozov, y “La Balada del Soldado” de Grigori Chujrai; drama tan emocionante que rezuma humanidad en todo su metraje. Este cine era más personal, no aferrado a los valores comunistas tan excelsos y que debían de propagarse por todo el orbe. Pero estos directores también exponían en sus películas valores tan universales que sobrepasaban las convicciones políticas impuestas, y esta película en un claro ejemplo.
Chujrai tiene un estilo narrativo firme pero lleno de lirismo en sus imágenes ayudado por un montaje soberbio (sobrados ejemplos tenemos en la historia del cine ruso), y que nos acerca a la parte más humana de hombre donde los valores más nobles y sinceros adquieren sentido al contraponerlos directamente a la locura de la guerra.
Chujrai escogió actores no profesionales para dar veracidad a la historia, pero es evidente que la retórica del realismos soviético todavía influye en alguna interpretación, soslayada, eso sí, de manera portentosa por esa verosimilitud de estos neófitos actores (la trasformación de Alyosha de una pueril inocencia a la madurez adquirida durante su viaje de vuelta para reencontrase con su madre es magnífica).
Porque, sí, el viaje le transforma y nos transforma: el tren como metáfora de la vida, la fugacidad de un encuentro con dos almas necesitadas de cariño en medio de un conflicto, la amistad entre soldados, el reencuentro entre amantes (magníficos primeros planos, muy intensos, con caricias y besos que absorben hasta la última esencia del ser querido).
Pero también esboza lo que la guerra causa en las relaciones entre dos personas en la que uno de ellos muda su sentimiento hacia otra persona y que recuerda, en menor medida claro, a las historias entrelazadas en la obra monumental de Vassili Grossman “Vida y Destino” .
Y por supuesto, el amor filial ante todo. Ya no es el amor a la Madre Patria como aparece explícitamente en otros film bélicos de época comunista (la gran guerra patriótica que ha marcado el inconsciente colectivo del pueblo ruso), sino el amor a una madre; escena que el director rueda de manera magistral, y que se manifiesta en toda su intensidad.
Película imprescindible de ver para evaporar prejuicios sobre el cine de la época post-stalinista.
Herodoto
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10
19 de septiembre de 2010
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
En la Italia de 1860 nos encontramos con el período del Risorgimento, movimiento fundamental para entender un momento histórico fundamental en la historia italiana; su unidad como entidad política que no social y económica: el norte del país más rico y con un desarrollo industrial importante en sus inicios; el sur menos desarrollado, agrícola y con diferencias sociales muy arraigadas a lo largo de los siglos, y que sera mano de obra para las fábricas del norte del país (recordemos la emigración planteada magistralmente en el film "Rocco y sus hermanos").
Visconti, basándose en la excepcional obra escrita por Giuseppe Tomasi, Príncipe di Lampedusa, expone esa corriente ideológica y las mentalidades de la época del Risorgimento. Su puesta en escena es elegante sobria, como los andares sicilianos del Príncipe de Salinas. Un aire de melancolía planea constantemente en esta gran obra, al igual que la triste lucidez de nuestro príncipe; saber que un tiempo acaba y en la que una clase social nueva se impone: la burguesía y su política arribista en una sociedad cambiante. En él vemos el escepticismo creciente, la mediocridad basada en el dinero con el que se gana posición social, etc...; un cambio social que fosiliza a los de su propia clase (excelente escena de la familia del Príncipe entrando en la iglesia del pueblo y ocupando sus privilegiados asientos para escuchar la misa. Cubiertos por el polvo del camino parecen momias de un pasado que ya ha dejado de pertenecerles. ¡Con qué economía de medios el director nos muestra este fin de una época, de una forma de entender el mundo) . Pero hay está, el príncipe con su porte, su imponente mirada observando todo lo que acontece a su alrededor, y por supuesto el magnífico baile, casi a modo de melancólica despedida.
Seres humanos atrapados en sus conflictos humanos, sociales y políticos. Porque como decía Visconti: "No existen explicaciones ni soluciones de los estados del alma, de los conflictos psicológicos, fuera del contexto social. A mi juicio, las pasiones humanas y los conflictos sociales son los que animan y conmocionan la Historia".
Herodoto
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9
27 de junio de 2010
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida del pintor ruso Andrei Rublev, famoso por sus iconos, le sirve a Tarkovsky para hacer un retrato de la vida social, política y artística en Rusia a principios del siglo XV. Película en la que se estudia un período caracterizado por la invasión de los mongoles y de los tártaros y por la creciente influencia del Cristianismo; una Rusia medieval filmada de manera realista por este gran director (los rostros de los individuos, su ambientación naturalista, recuerdan al pintor realista ruso Iliá Yefímovich Repin que en el siglo XIX ilustró la "Eterna y Santa Rusia"). Tarkovsky creó una película en el que el cristianismo es la esencia de la identidad histórica rusa durante un periodo oscuro y cambiante pero que con el tiempo se convertirá en el Imperio Zarista.
Y en este contexto histórico, Andrei Rublev inicia un viaje iniciático desde que sale de su monasterio (resguardo vital) para conocer la realidad (los hombres y sus miserias humanas, la debilidad de las tentaciones, los rituales paganos frente a la religiosidad cristiana ortodoxa, el lado oscuro y malévolo del hombre). Andrei Rublev también es débil llegando a un conocimiento elevado a través de su viaje interior, doloroso, de introspección existencial. Pero resurgirá como un ave cenit desde la culpa y la fragilidad humana para transformarse por medio de su arte en algo más trascendente. Para Tarkosky religión, filosofía, arte son los pilares sobre los que descansa el mundo, y fueron inventados por el hombre para condensar la idea de infinito.
Película que invita a la reflexión sobre nosotros, el hombre contemporáneo, sobre el arte y su esencia y su lugar o función en la sociedad, sobre el significado de la existencia y de la fe, sobre valores humanos y el temor a perderlos. Buscar respuesta a los interrogante del hombre en el tiempo que le toca vivir.
Herodoto
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