Muy distinta a lo que me esperaba, pero me ha gustado y sorprendido. Un trabajo muy personal -tanto que se hace indescifrable por momentos, y ahí radica su calado negativo o positivo según gustos- de Carlos Reygadas, lleno de onirismo. A pesar de lo pausada que es, encaja muchas piezas al estilo de su paisano Iñarritu, y deja varias secuencias que por sí solas merecen el visionado del film y marcan la lírica del todo. De una oscuridad inusual y desconcertante en algunos tramos, sólo equiparada por el drama social y familiar cuya resonancia está más allá del fondo visible e invisible.
Arquetipos cortazarianos en el sentido trivial a la par que metafísico, aunque quizás con un punto de autosuficiencia y sobreactuación que encaja peor aquí que en la literatura. Hay momento en los que los personajes, niños incluidos, no terminan de hilar la ejecución dramática y se pierden en postureos tan bellos en ocasiones como confusos para la entelequia del todo. Pero quizás sea esa la intención de su director, lo cual me resulta más que meritorio, y aún con ciertas pretensiones de opacidad latente que empañan bajo mi punto de vista el resultado final, es justo ahí, en el epílogo, cuando nos recuperamos del desconcierto anterior y se cierra el circulo de manera brillante.