Esta vuelta a la realización de Denzel Washington camina sobre el eterno debate (otro más aparte de los que hay dentro de la película) entre el fondo y las formas, o el uso que se hace de esas formas. Es casi imposible no comulgar con el fondo, es absurdo a estas alturas negar la relevancia del racismo y la lucha que la comunidad negra tuvo que llevar a cabo entre auténticas barbaridades para salir adelante y reivindicarse. Pero no se trata de quedarnos sólo con eso, una cosa son las intenciones y otra la estructura de la película, su principal y enorme handicap. "The great debaters" para entendernos es un cruce de "El color púrpura" y "El club de los poetas muertos", un film concebido para emocionar utilizando el guión casi como una fórmula matemática (ya desgastada por cierto) para tal fin. Su tono, sus escenas, el ritmo, cómo se desarrolla la historia, son partes que pertenecen a un estilo hollywoodiense de entender el drama contemporaneo, o melodrama si se quiere, más propio de principios de los noventa que agoniza y no da frutos hoy en día. Entonces hallaremos en "The great debaters" muy buenas intenciones y me parece fantástico que se haga una película sobre unos hechos reales dignos de conocerse, muy bien, pero amigo Washington, si nos llevas otra vez por estos caminos corres el riesgo de que nos quedemos a dos velas, pálidos, insensibles, y me parece que no procede un resultado así.