La filmografía de Lasse Hallström es muy variada, no solo en estilos sino en cuanto a resultados. Las tiene desde excelentes a películas mediocres, las que menos, la verdad, y en zona intermedia algunos títulos que cumplen pero no aportan demasiado. Aunque “El hipnotista” pertenezca a este grupo hay que señalar que desde luego es un producto superior a la media que ofrece el cine actual, como suele ocurrir también en estos casos con Hallström. No se deja llevar por el ritmo del thriller comercial habitual, sino que además se adentra en la vida personal, en los sentimientos de sus personajes, salvándola de ser un mero producto lineal de tres al cuarto. La labor de sus actores está a muy buena altura, y demás factores como su música, sus efectos de sonido o su fotografía sobre todo le dan un clima conseguido, siguiendo esa “moda” de cine nórdico “noir” a pesar de que abunden los escenarios nevados. Bueno, cine nórdico que traslada su literatura al cine, ya que la corriente proviene de ahí. Y conviene recordarlo, de ahí la importancia que le prestan a la psicología de los personajes y a sus circunstancias dramáticas más que al “suspense” en sí. Creo que ese es el nexo con ese cine de Chabrol, por ejemplo, y en este caso había hasta similitudes en este aspecto (que no similitud argumental) con uno de sus títulos menos conocidos y más ignorados por la crítica especializada en su momento como fue “Laberinto mortal (1978)”, aunque, al menos para mí, la de Chabrol era bastante mejor. Quizás esa fusión entre el drama psicológico y el thriller haya quedado en esta ocasión ni bien proporcionada ni tampoco ha quedado ligada como debiera, y más en un director experimentado y listo como Hallström , pero sí que consigue hacer una película digna y que, hasta en un par de momentos, consigue una lograda tensión, no con sobresaltos, que también los tiene, pero secuencias en las que se ha esmerado y logran poner la piel de gallina. A ver si para la próxima Hallström nos trae una película que pertenezca a su grupo destacado, porque puede y hasta debe, no ya porque el cine sea caro, sino por talento desperdiciado.