Producción que aúna las fuerzas de tres de los directores más representativos y potencialmente visuales del emergente éxito del cine asiático, en tres diferentes historias muy bien narradas y de un ritmo más que adecuado.
Las tres historias tienen como objetivo perturbar la mente del espectador, cada una con una manera bien distinta. Desde la repugna de la primera historia de un Fruit Chan que posteriormente la usaría para componer un largometraje, hasta la incomodidad que produce la tercera de Takashi Miike pasando por la impotencia e incluso comedia que presenta el relato de Park Chan-wook.
Los relatos son tan distintos entre si que compararlos es un error, teniendo cada uno su “magia” personal que los hace indispensables. El primero de ellos es el más simple en su concepto pero a la vez el más retorcido de todos ellos, sin duda uno de los platos fuertes (nunca mejor dicho) de la película y que a más de uno revolverá el estómago. Las interpretaciones son adecuadas, a destacar la de la actriz principal con su perfecta gesticulación aportando más si cabe la sensación de asco y repulsa.
El segundo relato es el más extraño de todos y tendrá momentos para todo, incluido el humor, elemento más diferenciado de éste y su mejor baza de cara al resultado final. Presenta una historia absurda en su concepto y en su ejecución, pero que está maquillada de tal manera que no desentona con el nivel de la película. Su condición de extraña le da ese algo que los asiáticos consiguen tan bien en sus producciones, una especie de comedia negra con buen resultado.
El último de los fragmentos, del genial para algunos e insoportable para otros Takashi Miike, es sin duda el más denso emotiva y conceptualmente. El fragmento rezuma el cine de Miike por los cuatro costados, sin la necesidad de imágenes violentas con las que acostumbra a llenar sus películas. Planos largos, casi eternos, poco diálogo e incluso música así como un impacto visual perfecto con escenarios y tomas que hablan por sí solos sin la necesidad de los mencionados diálogos son los elementos del cine de Takashi Miike que vuelven a aparecer en este fragmento, con una historia con un final difícil de digerir en su ejecución metafórica pero que representa otro de los extremos del cine asiático.
Sin duda una película recomendable para todos aquellos un tanto hartos del cine asiático de terror de con fantasmas azulados con sed de venganza, en un ejercicio entretenido y que no se hace tedioso en ningún momento gracias a la duración de las 3 historias.