Media votos
6,5
Votos
2.108
Críticas
24
Listas
11
Recomendaciones
- Sus votaciones a categorías
- Mis críticas favoritas
- Contacto
- Sus redes sociales
-
Compartir su perfil
Voto de Francisco:
9
8,1
43.564
Drama
A finales del siglo XIX, el doctor Frederick Treves descubre en un circo a un hombre llamado John Merrick. Se trata de un ciudadano británico con la cabeza monstruosamente deformada, que vive en una situación de constante humillación y sufrimiento al ser exhibido diariamente como una atracción de feria. (FILMAFFINITY)
12 de octubre de 2008
32 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando un mero patrón nos condena a redactar lo que observamos, nos transformamos en el último soldado del desfile de su escuadrón, observando todo desde la distancia, sintiendo la seguridad del que no necesita que le cubran las espaldas.
En cambio, bajo la proyección de una cinta desvirgada, no se observa sino que se teme ser observado, pues quedamos tan indefensos ante el mundo que nos gustaría renacer y sentir el calor que aquella señora ya me brindara.
En cambio, bajo la proyección de una cinta desvirgada, no se observa sino que se teme ser observado, pues quedamos tan indefensos ante el mundo que nos gustaría renacer y sentir el calor que aquella señora ya me brindara.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Empieza la película. Esto no puede ser Lynch. Este patrón no responde a sus manos (creo que se esconde detrás de esa sombra). Pero es que ahora no estoy observando, sólo puedo empezar a sentir. ¿Y si fuese Joseph Carey Merrick?:
El dueño miserable de mi existencia me concede el derecho al ahogo, apoyado por la propia voluntad de mis bronquios. El dolor y el vacío recorren mi espalda curvilínea al son de los golpes de pecho que me cede mientras sacude mi dignidad.
Creía saber lo que era, pero ahora todo está demasiado confuso.
De la nada, un amable caballero me brinda parte de su ayuda. Mi soledad es exterior, es un paraguas malherido. El látigo dejó paso al asombro de los puritanos de la fiesta. Por fin algo de paz.
Hoy creo que ya puedo hablar, y empieza un incesante goteo de palabras y versos. Sé que no les volveré a defraudar. Esta tarde he vivido un momento glorioso junto a una dama, me invitó al teatro, pronto volverá.
Mi corazón es pura piel de tambor, incesante ante el aplauso del respeto de las personas que lo poseen. Esta mi noche, dormiré a ras de dos cuartas del suelo, pese a todo quiero sentir el calor que aquella señora no me brindara.
Te quiero, madre. Tú que a mí me arropas.
El dueño miserable de mi existencia me concede el derecho al ahogo, apoyado por la propia voluntad de mis bronquios. El dolor y el vacío recorren mi espalda curvilínea al son de los golpes de pecho que me cede mientras sacude mi dignidad.
Creía saber lo que era, pero ahora todo está demasiado confuso.
De la nada, un amable caballero me brinda parte de su ayuda. Mi soledad es exterior, es un paraguas malherido. El látigo dejó paso al asombro de los puritanos de la fiesta. Por fin algo de paz.
Hoy creo que ya puedo hablar, y empieza un incesante goteo de palabras y versos. Sé que no les volveré a defraudar. Esta tarde he vivido un momento glorioso junto a una dama, me invitó al teatro, pronto volverá.
Mi corazón es pura piel de tambor, incesante ante el aplauso del respeto de las personas que lo poseen. Esta mi noche, dormiré a ras de dos cuartas del suelo, pese a todo quiero sentir el calor que aquella señora no me brindara.
Te quiero, madre. Tú que a mí me arropas.