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Voto de alegar373:
7
Drama En la escuela, Mattia había estudiado que entre los números primos (los que sólo son divisibles por sí mismos o por la unidad) hay algunos muy especiales, a los que los matemáticos llaman números primos gemelos: son parejas de números primos que están casi juntos, pues entre ellos sólo se interpone un número par. Son números como el 11 y el 13, el 17 y el 19, o el 41 y el 43. Mattia pensaba que Alice y él eran así, dos primos gemelos, ... [+]
26 de marzo de 2013
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nacer. Crecer. Actuar como un niño pensando como un adulto. Ser adolescente sabiéndose diferente. Obligarse a ser adulto aún cuando la emancipación sentimental del ser amado es inevitablemente dolorosa. Vivir conectado a otro individuo cuando resulta imposible conectar con nadie más. Y desde el principio, dolor. Saverio Constanzo adapta la novela homónima de Paolo Giordano como su tercer largometraje, en el que repasa las fases de crecimiento del amor, la desesperanza y el odio más infantil.

Son dos los personajes sobre los que gira esta historia: una chica con una cicatriz física y traumática (Alba Rohrwacher) y un joven de mirada tímida con un secreto bien guardado (Luca Marinelli). Se conocen en el colegio pero su unión durará pese a la madurez y los malos tiempos en que deban distanciarse. Ambos se perciben especiales, con un halo de dolor en sus sonrisas casi inexistentes, con penumbra en sus gestos mortales. Ambos serán apoyo indispensable para el otro. Aunque también duela, eso será el amor.

Constanzo consigue explorar 20 años de la vida de estos dos protagonistas con el mismo contenido que en la novela pero de una manera diferente, novedosa, para que el que ya la conozca pueda revivirla y resentirla de todas las maneras posibles. Los traumas infantiles y las relaciones paterno-filiales se descubren ante unos actores infantiles realmente convincentes (Martina Albano y Tommaso Neri). A pesar de las tres épocas se cuentan de forma paralela en el filme, la de la edad adulta roba más protagonismo actoral, con unos transformados Rohrwacher y Marinelli que transmiten fielmente angustia, desidia y una contrastada felicidad mientras se percibe un uso del propio cuerpo como transmisor del mensaje, de las sensaciones, de la peregrinación psicológica de cada personaje.

Con una respetada fidelidad hacia la idea original de la novela que la inspira, la cinta alberga grandes escenas para aflojar la intensidad en otras tantas. La banda sonora, que por momentos provoca el despertar y otras veces retumba menos que las interpretaciones, está algo forzada aunque se agradece el compás enérgico de las melodías en contraste con la pasividad de los protagonistas. La soledad de los números primos representa los momentos en que la conciencia se estira, la culpa se encuentra y la dependencia se torna invencible; la vida.

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alegar373
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