Al verla, he comprendido el gran éxito de esta película francesa. Si a mí me ha gustado e imagino que me he perdido el sentido de algunos gags que sólo podrán comprender los franceses, es lógico que en Francia haya arrasado.

La situación que se crea se puede extrapolar a cualquier gran país donde las diferencias entre ciertas regiones pueden ser agudas. Esto unido a la exageración popular puede convertir a dos compatriotas en verdaderos extraños sólo por el hecho de pertenecer a ciudades distintas.

Aquí el protagonista se enfrenta a un traslado por ciertos y rocambolescos motivos laborales. Desde el arranque de la película los gags cómicos se suceden uno tras otro, tanto en el planteamiento de la causa por la que el funcionario debe marcharse como en su viaje al nuevo destino y qué decir de su adaptación a los lugareños y a sus costumbres... y a su lengua. Es francamente divertida. También tiene su lado sensible que pretende dejar una cara amable y conciliadora que le da el toque final.

En fin, una película sencilla, sin grandes pretensiones, pero que cumple su cometido y agrada, que para eso es el cine.