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España España · Málaga
Voto de Nuño:
10
Drama Libremente inspirada en un episodio que marca el fin de la carrera del filósofo Friedrich Nietzsche. El 3 de enero de 1889, en la plaza Alberto de Turín, Nietzsche se lanzó llorando al cuello de un caballo agotado y maltratado por su cochero y, después, se desmayó. Desde entonces, dejó de escribir y se hundió en la locura y el mutismo. En una atmósfera preapocalíptica, se nos muestra la vida del cochero, su hija y el viejo caballo. (FILMAFFINITY) [+]
11 de marzo de 2017
19 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
1. Tiempo

Dos personas toman asiento y, juntas, admiran uno de los nenúfares de Monet. A los cinco minutos, uno de ellos se levanta y, satisfecho, abandona la sala. El otro lo hace 136 minutos después.

¿Podría acompañar a cada pintura, a modo de instrucción, en su placa identificativa, cuál es el tiempo de contemplación inequívocamente "adecuado", para saber cuál de ambas personas ha disfrutado mejor la obra?

2. Imagen

La desintegración no admite unos colores que ya han sido borrados. La luz, escasa, ha de ser contraplano y hermana de un negro despiadado. El viento arrastra lo que bien pudieran ser cenizas.

3. Sonido

"El viento es un can sin dueño,
que lame la noche inmensa".

Dámaso Alonso

No sería apropiado que a un desánimo bicromático le acompañase un universo acústico rico y variado.

La granja de Turín tiene dos pistas; el silencio hostigado por un viento que parece hacerle clamar (y que, además, sopla siempre en la misma dirección), o la sinfonía del horror que Mihály Vig parece haberle compuesto al mismo Satán.

4. Espacios

Un detalle de composición espacial extraordinario. Hay dos escenas en las que el caballo, tras negarse a andar primero y a comer después, es reconducido a su establo. Al cerrar Erika Bók las portezuelas, el plano queda suspendido y fijado en ellas; el espectador sufre la reclusión silenciosa y resignada del equino, en un agónico fuera de campo: ha quedado atrapado con él, y teme la oscuridad que hay tras las puertas, desde fuera hacia adentro.

Cuando la austera dupla padre e hija se afanan en sus grisáceas rutinas dentro de la casa, oímos el viento en la lejanía, incesante, y nos sentimos temerosos de salir y sufrir su impenitente látigo; tememos lo que hay tras las puertas, desde dentro hacia afuera.

No hay remanso alguno; la desazón acomete sin piedad. A cada lado del umbral hay desolación.

[Padre e hija empacan y huyen. Sin previo aviso, vuelven y, sin mediar palabra, deshacen su equipaje. A la decisión de trasladarse le ha de seguir un atroz interrogante; ¿adónde, que no sea como aquí?]

5. El silencio

La película remite, en su final, a su premisa inicial, la anécdota sobre el abrazo fraternal de Nietzsche al caballo. Tras eso, "el abismo le devolvió la mirada" y ya nunca habló.

Nietzsche, un genio clarividente y, por ello, una persona frágil, llegó a la Nada antes de que su cuerpo se apagara. En esta película, caballo, hija y padre, en ese orden, la alcanzan también. Tarr exclama que ya vivimos en ella, y que es una cuestión de tiempo, de conciencia o de mal azar, que acabemos encontrándonos, irremediablemente, con los ojos del diablo.

[Tarr sabía que, en su recapitulación final, antes de callar él también apagando su cámara, no podía negarse a sí mismo una justicia particular. La de extender, y extendernos, un blanco infinito que, por unos momentos, lo cobije todo, uniforme infinito; ya sea como promesa, o como una necesaria mentira compasiva]

Gracias.
Nuño
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