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Voto de Spock:
10
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123.046
Terror. Intriga
En la costa de un pequeño pueblo del este de Estados Unidos, un enorme tiburón blanco ataca a varias personas. Por temor a los nefastos efectos que este hecho podría tener sobre el negocio turístico, el alcalde se niega a cerrar las playas y a difundir la noticia. Pero un nuevo ataque del tiburón termina con la vida de un bañista. Cuando el terror se apodera de todos, un veterano cazador de tiburones, un oceanógrafo y el jefe de la ... [+]
18 de agosto de 2009
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
O más que miedo: terror. Peter Benchley supo jugar como nadie con los miedos atávicos de los lectores, describiendo al gran tiburón blanco como una formidable, impredecible y despiadada máquina de matar y devorar. Steven Spielberg logró llevar este mismo miedo a la gran pantalla. Ese es su mérito, ése es el mérito de esta película, verdadero clásico del cine que combina la tensión y la acción, y que abrió la puerta a otras películas de inspiración similar (orcas, pirañas, barracudas y pulpos), pero, por lo general, de paupérrima calidad.
Hubiera sido muy sencillo meter la pata al plasmar en la realidad a la bestia que describe Benchley en sus páginas, y el resultado posiblemente habría sido catastrófico, pues recrear a un tiburón blanco con un ingenio mecánico de la época como "Bruce" (la maqueta animada que da vida al escualo) fue sin duda arriesgado. Hoy, tendemos a contemplar al engendro mecánico con cierta compasión, superado como está, al menos en teoría, por la infografía moderna. Sin embargo, otras producciones con tiburones digitales (como "Deep Blue Sea") tienen una apariencia, paradójicamente, bastante más irreal. "Bruce", incluso hoy, aporta mayor sensación de realismo que las creaciones modernas. Las fechorías del escualo atacante y la reacción de los prohombres de la comunidad veraniega ante la amenaza constituyen la primera parte de la historia. Para la posteridad el desnudo de Susan Backlinie, convenientemente censurado cerrando el diafragma de la cámara y filmando a contraluz.
Pero el mérito no es sólo del trinomio Benchley-Spielberg-"Bruce". En modo alguno se puede concebir el tremendo éxito de esta producción de no haber sido por otro trinomio (formado por Scheyder-Shaw-Dreyfuss). Ellos capitalizan en exclusiva la segunda parte de la historia, tal y como sucede con los cuatro últimos capítulos de la novela, donde ocurren auténticos choques de trenes entre los personajes del genial Robert Shaw (inmenso Quint) y del a veces histriónico Dreyfuss (genial Hooper). El tercer vértice del triángulo, Roy Scheyder (insustituible como Martin Brody), queda en este segundo tramo eclipsado por sus "partenaires". No obstante, cuando se considera el peso del personaje en el conjunto de la historia, resulta fundamental, esencial, y completamente básico. Nadie como Scheyder hubiera podido encarnar a un Brody más auténtico.
Cuando todos estos elementos (la fascinación aterradora de la historia, la mano maestra de Spielberg, la magnífica adaptación cinematográfica, el inigualable trabajo de los actores y la inmortal banda sonora de John Williams) se superponen, el resultado no puede ser sino uno: pensártelo dos veces antes de meterte en el mar. Y desde luego, nunca de noche, allí donde no sientes la arena bajo los pies, o donde no puedes ver el fondo. Por todo esto, esta película ocupa y ocupará por derecho propio un lugar destacado en la historia del cine.
Hubiera sido muy sencillo meter la pata al plasmar en la realidad a la bestia que describe Benchley en sus páginas, y el resultado posiblemente habría sido catastrófico, pues recrear a un tiburón blanco con un ingenio mecánico de la época como "Bruce" (la maqueta animada que da vida al escualo) fue sin duda arriesgado. Hoy, tendemos a contemplar al engendro mecánico con cierta compasión, superado como está, al menos en teoría, por la infografía moderna. Sin embargo, otras producciones con tiburones digitales (como "Deep Blue Sea") tienen una apariencia, paradójicamente, bastante más irreal. "Bruce", incluso hoy, aporta mayor sensación de realismo que las creaciones modernas. Las fechorías del escualo atacante y la reacción de los prohombres de la comunidad veraniega ante la amenaza constituyen la primera parte de la historia. Para la posteridad el desnudo de Susan Backlinie, convenientemente censurado cerrando el diafragma de la cámara y filmando a contraluz.
Pero el mérito no es sólo del trinomio Benchley-Spielberg-"Bruce". En modo alguno se puede concebir el tremendo éxito de esta producción de no haber sido por otro trinomio (formado por Scheyder-Shaw-Dreyfuss). Ellos capitalizan en exclusiva la segunda parte de la historia, tal y como sucede con los cuatro últimos capítulos de la novela, donde ocurren auténticos choques de trenes entre los personajes del genial Robert Shaw (inmenso Quint) y del a veces histriónico Dreyfuss (genial Hooper). El tercer vértice del triángulo, Roy Scheyder (insustituible como Martin Brody), queda en este segundo tramo eclipsado por sus "partenaires". No obstante, cuando se considera el peso del personaje en el conjunto de la historia, resulta fundamental, esencial, y completamente básico. Nadie como Scheyder hubiera podido encarnar a un Brody más auténtico.
Cuando todos estos elementos (la fascinación aterradora de la historia, la mano maestra de Spielberg, la magnífica adaptación cinematográfica, el inigualable trabajo de los actores y la inmortal banda sonora de John Williams) se superponen, el resultado no puede ser sino uno: pensártelo dos veces antes de meterte en el mar. Y desde luego, nunca de noche, allí donde no sientes la arena bajo los pies, o donde no puedes ver el fondo. Por todo esto, esta película ocupa y ocupará por derecho propio un lugar destacado en la historia del cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
A los que hemos leído varias veces la novela, siempre nos quedará la decepción de que la historia cinematográfica no haya recogido el conflicto Brody-Hooper, y sólo la confrontación entre éste último y Quint. La excusa bien puede ser el excesivo alargamiento de la historia, o la distracción del hilo narrativo principal. Además, para un moralista como Spielberg habría supuesto un serio aprieto, pues la base de dicho antagonismo fue la infidelidad de la señora Brody (correctísima Lorraine Gary, dicho sea de paso) con Matt Hooper, infidelidad sospechada por Brody. En la novela, Hooper expía su "mala acción" en las fauces del tiburón asesino; en la película, Hooper se va increíblemente de rositas después de escapar, no se sabe cómo, de la jaula de aluminio que el escualo, como no, ataca de improviso y a traición, y esconderse en el fondo del mar mientras Brody, increíblemente, acaba con el terror submarino. Sonríe, hijo de pu...