Un ramo de flores con aromas a recuerdos pasados y con colores de pérdidas vitales.
Loreak es un drama impregnado de ternura sentimental, una historia de amor perdido y buscado, una fábula sobre la soledad y otros aromas vitales. Refleja perfectamente la vida mundana y cotidiana, con una quietud y tranquilidad propia de un tiempo suspendido en el hermetismo y la incomunicación existencial.
Es una película con una narración delicada, sutil, armoniosa… con un espíritu humilde y sencillo. Una pequeña flor que debidamente regada, con el paso de los años, se transformará en una lisonja muy muy grande.
Loreak destila humildad, pero esta humildad también posee un reverso negativo, la amenazante indiferencia en taquilla, la escasez de repercusión. Una lástima para este drama íntimo con retazos de thriller de autor. Es una obra fruto del compendio de personas normales haciendo cosas normales que merece mucho más que la normalidad. Porque Loreak es puro cine , es decir, es una creación absoluta a partir de la nada mayor.
Loreak es una obra a reivindicar, como esa flor erguida y consistente, pero a su vez efímera y frágil.