Película francesa extraordinaria. Le pondría un nueve si no fuera por su final, que aunque me emocionó, no terminó de convencerme. En spoiler explico el porqué.

Su desarrollo narrativo es primoroso, su capacidad de que el espectador se adentre en cada una de esas dos mujeres es absoluta, la penumbra que envuelve a la protagonista resulta desasosegante. La película me atrapó y cautivó, desprende cierta oscuridad pero al mismo tiempo es muy franca y natural. También está repleta de matices, como los que transmite la relación de las hermanas, con una multitud de capas que no la hacen nada fácil de comprender inmediatamente. Se plasma un cariño y una necesidad entre hermanas pocas veces vista en el cine de manera tan primaria, auténtica, nada ñoña. Cada palabra, cada roce, cada mirada, cada silencio, hablan por sí solos.

La actuación de Kristin Scott Thomas posee una madurez aplastante. Esa que le permite construir un personaje que vale más por lo que calla que por lo que habla. Expresa en todo momento, da igual lo que haga su personaje, ella siempre comunica, hasta en la quietud más absoluta esta mujer nos cuenta enormemente. Y aún así es curioso que jamás puedes llegar al fondo de ella. La actriz no ha construido un personaje sino una persona. Y es que, ¡qué difícil es llegar al fondo de las personas!

Elsa Zylberstein no sólo le aguanta el pulso a su más que intensa partenaire sino que su talento está a la misma altura. Compone a una mujer verdadera como pocas, para la cual el amor fraternal está por encima del estigma y el juicio. El fortísimo amor que siente hacia su hermana le hace querer estar con ella, casi ciegamente, cueste lo que cueste, es pura necesidad. Su personaje, además de conmoverme, me resultó bien curioso. Inmejorable interpretación.

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