Hay calidad en "The Walking Dead", una que no se veía en el subgénero zombie desde que hace un par de años la pequeña pantalla recibiese un impulso que llevaba por nombre "Dead Set" (2008, Yann Demange/Charlie Brooker). Aquella era una miniserie que recogía la idea romeriana del zombie enfocando a esta criatura como una herramienta para llegar a la crítica social, aunque visualmente se enmarcaba más en lo conseguido por Danny Boyle en su importante "28 Days Later" (2002), esgrimiendo una fotografía sucia, cámara en mano y un tratamiento realista de las situaciones. "Dead Set" era (es) oro puro y "The Walking Dead", aunque no atesora tanta calidad, puede defenderse sin mayor problema por conseguir convertir algo difícil haciéndolo parecer fácil: humanizar al monstruo.

Desde los albores del cine se ha intentado y han sido pocos los que lo han conseguido. Darabont y su equipo de guionistas lo lograron perfectamente en el episodio piloto, que sobra decir que es bastante superior al resto de la serie, y que posteriormente han ido definiendo a unos personajes que no son más que clichés (tenemos para todos los gustos), pero que misteriosamente pueden llegar a importarnos. Aunque sea sólo un poco. Así, la odisea de Rick y su grupo de supervivientes a lo largo (o corto) de los seis episodios que conforman la primera temporada de la serie de la AMC demuestran que el subgénero puede tratarse con inteligencia y ganas de hacer las cosas bien. No hay muchos momentos "novedosos" en sus escasos trescientos minutos: ni falta. Todose cuenta de forma tan intuitiva, tan magnética, que casi nos engañan y los hacen parecer nuevos. Sólo hay que ver el memorable tramo final del episodio cuatro, o casi cualquier momento del piloto, para darse cuenta de que hay mucho más que celebrar en "The Walking Dead" que sus simples valores cinematográficos, que los tiene, por supuesto.

No he leído el material original, pero si verdaderamente es mejor o peor, poco importa. Las armas de "The Walking Dead" son claras: apelar a la nostalgia, buscar en los archivos del género y crear un collage tan obvio como finalmente acertado. No queda la sensación de haber visto una magnífica serie tras completarla, pero tampoco la de haber perdido el tiempo. Terriblemente entretenida, sienta las bases para lo que puede ser fantástico en la segunda temporada... o marca un final hacia lo que podría convertirse en una mediocre oferta de género, con buen inicio pero irregular continuación. Por ahora, no hay queja: "The Walking Dead" merece la pena, incluso a pesar de que su episodio piloto pusiese las expectativas a un nivel que luego no ha podido ser alcanzado, salvo en momentos muy determinados.