A mí, “The Guardian” AKA otra de las películas que entra de lleno en el no inaugurado género de americanada, me recuerda a un supuesto test para desenmascarar a psicópatas. Ese en el que se planteaba un supuesto de una mujer que mientras asistía al funeral de su madre vio a un hombre que no conocía de nada, pero se enamoró de él en ese mismo instante pensando que era el amor de su vida.

La mujer, unos días después, mató a su hermana… como yo aniquilé con una mirada homicida a la persona que me transmitió esta hipotética historia firmada por un lumbreras americano con el título de psicología (posiblemente regalado junto a su licencia de armas).

Y si alguno se ha preguntando el porqué una mujer que no hace honor a su condición (mira que no pedir el teléfono ni decirle a su hermana si le conocía o le facilitase gentilmente alguna información antes de asesinarla) puede que las siguientes líneas le hagan ver su naturaleza oculta: la mujer mató a su hermana esperando volver a ver al hombre sus sueños en su funeral. Algo completamente absurdo ya que estaría en chirona limpiando la silla eléctrica donde sería ejecutada.

En EEUU debe haber muchos locos de remate, psicópatas adictos al cine coreano o gente que boicotea sus propios barcos esperando un rescate. Lo digo ya que más de una (o uno) se ahogaría en alta mar gracias a un sabotaje inducido por el irrefrenable deseo de que apareciese el madurito de Kevin Costner y el pesado guaperas (con fecha de caducidad) de Ashton Kutcher. Ambos embutidos en sus trajes de butaneros y dejándose caer con las piernas cerradas y culo en pompa (claro síntoma de bisexualidad) para que diese comienzo una esplendorosa y peligrosa nueva amistad.

El número de accidentes marítimos en EEUU, según desprende el argumento de “The Guardian”, debe ser equiparable al número de accidentes de tráfico del resto del mundo: todo barco que zarpa acaba como el Titanic y siempre hay tormentas o mareas asesinas.
Entiendo también que ninguna compañía de seguros se haría cargo de la seguridad de cualquier embarcación americana con semejante locura de situación.
Otros, más listos, no saldrían de casa y dejarían la puerta abierta fingiendo un calambre en un jacuzzi para que su vecino Sbaraglia acudiese al rescate…

Ni que decir tiene que “The Guardian” es otra más. Otra cinta previsible hasta la médula que parece un alargado e interminable episodio (su metraje de más de dos horas pasan factura) de “Los vigilantes de la playa” pero sin unas agradecidas y sugerentes siluetas femeninas y con demasiada formación académica con nominaciones y expulsiones.
La dedicatoria final la coloca directamente en la otra onda post 11-S, la comercial y escasamente inteligente, del homenaje a las fuerzas y servicios de salvamento.