Érase una vez un padre que había sido destruido por dentro, degradado, envilecido, condenado a la condición de esclavo, avergonzado por ello por él mismo el primero, sin voluntad, ciego, adocenado, alienado, desolado. Con una sola luz y esperanza, que su hijo pase al otro lado, escale la valla alambrada, se convierta en esclavista. Ya que solo hay dos opciones, como decía el filósofo aquel tan raro, presuntuoso y latoso, sí, el Hegel, o amo o esclavo, lo demás es humo, vaho de niebla. Y su hijo lo será, esclavista. Seguro. Todo apunta. Pero estamos en el interludio. Pura transición. Y de momento solo es un trepa, un buen chico, la correa transmisora del amo. ¿O no? ¿O se rebelará y defenderá a los de su clase de origen, a los esclavos como su padre? ¿O finalmente ni esclavo ni esclavista, desclasado, perdido, sin sitio?
Todo esto cuenta esta muy interesante película francesa (hay que ver cómo son estos vecinos nuestros, siempre metiendo el dedo en la llaga, haciendo un cine humanista, abierto, poroso, riguroso, no aciertan en todos los casos ni todo es bueno, claro, pero su mirada es oro, inviolable, moral, didáctica, que no sermoneadora, en fin, un lujo, más si lo comparas con nuestra triste rumia autocomplaciente que mira hacia otro lado o que cuando sí atiende a los hechos, se carga de prejuicios, demagogia y sensiblería, hablo en general, por supuesto) de aires marxistas, buenos personajes y repleta de ideas y buenas intenciones. Ah, y con tesis que, eso es cierto, a veces, en determinados momentos (al final sobre todo*), carga las tintas y fuerza, tuerce, dobla a sus personajes por el afán de que repitan como loros ideología más fríamente discursiva, más propia del exterior de la historia que segregada lógicamente por la necesidad de sus criaturas.
Vayamos a la tesis comentada que viene a decir más o menos lo siguiente: el sistema capitalista, en este caso una fábrica no muy grande, devora, devasta a las personas, les come el alma y les obliga a luchar despiadadamente, si tienes la opción (la mayoría están condenados desde el principio a llevarse/pertenecer a la peor parte), por una de las dos posibilidades, únicas, no hay más, o arriba y pisas o abajo y eres pisado y aguantas como buenamente puedes, recoges las migajas.
Y claro, apuntan que eso es malo y que hay que combatir para evitarlo como sea, que para eso están los sindicatos** y la unión de los trabajadores, para ir contra el poder, para que la fuerza de trabajo logre unas condiciones más proporcionadas en relación o respecto a lo que producen, más justas y equilibradas.
Logra, bastante tiempo y bastante bien, lo difícil, que los personajes y la trama vayan juntos, cogidos de la mano como buenos amigos, que las ideas se adensen y se tornen complejas a través de los cuerpos y las almas de los protagonistas.
En definitiva, ni mucho menos perfecta (peca de cierto esquematismo), pero sí muy apreciable.