Gustavo Loza vuelve con una comedia por demás ordinaria con la que trata de tomar al espectador a través humor más simple, con personajes cliché y del más ramplón, escenas extraídas de cualquier programa televisivo que se regodea con la tatuada incultura de la clase baja y caricaturizándola una vez más irremediablemente. La nulidad de parlamentos ingeniosos aunado a la duración extensa del metraje, hacen una película que no funciona para cualquier público.

Con la actriz de moda Karla Souza en personaje central —que no por eso carismático—, se da rienda suelta a un argumento poco creativo y que por ende las situaciones se vayan tornando forzadas y en las que erróneamente el género se pretende respaldar con diálogos soeces y sin la picardía necesaria que dé soltura a la auténtica comicidad que el director extravía antes del rodaje del filme.

Y es que la idea de un embarazo producto de una noche de copas, resulta tan vista, que nunca funciona y pasa a conformar de esas cintas incomodas en el extenso sentido de la palabra.