Xavier Dolan gira la trama con respecto a la homosexualidad, la presión social y el drama con que se suelen abordar estos temas. El director se va hacia el thriller psicológico a través de Tom y el hermano de su novio, Francis, quienes a través del largometraje van dilucidando el prejuicio latente al interior de una pequeña familia y el entorno rural en el que se desenvolvió el difunto, creando y dándole una continuidad a su doble vida, mentira a la que Tom tendrá que someterse para que la madre "abnegada" Agathe continúe en la creencia de la heterosexualidad de su primogénito.

Una cinta en la que el misterio se da gracias a la postura del joven actor y director, que viene a ser de sumisión y confusión entre una figura tan fuerte como la de su posible cuñado y la atracción que le genera ese dominio que éste viene ejerciendo a partir de la visita prolongada que les hace a él y su madre.

Un thriller que tiene que ver con el señalamiento sí personal, pero también post mortem, que trae implícito la doble moral y sus alcances a nivel psique cuando no se posibilitan las libertades y simplemente quedan en suspensión los deseos. Una propuesta interesante que también muestra el choque social entre lo rural y citadino, los cerrados círculos vuelven una monotonía las tareas, el desenvolvimiento, sin posibilidad de crecimiento; en todo momento existe el peso de la mirada maternal y prejuiciosa que imposibilita concebir otra forma de vivir fuera del granero.

Si bien no es una cinta que me termine por sorprender, tampoco es de esas que pasan desapercibidas, el director se fuga algo de las circunstancias marcadas por el incomodo "que dirán", para llevarnos más por la tensión entre el maltrato y la persecución del antagónico sobre lo que considera una presa en la cual desatar la frustración de lo que detestó de su hermano y él jamás poder afrontar.