La cadena Fox readapta esta serie original de los países escandinavos y la ubica en las ciudades fronterizas de Ciudad Juárez y El paso Texas, todo con un planteamiento macabro auspiciado en la realización correcta —técnicamente hablando— que desperdicia la complejidad conferida a la línea divisora entre los Estados Unidos y México.

El desperdicio es innegable, no se aprovechan al máximo las circunstancias actuales de cada región y remite a una idea que aprovecha clichés para evitar el trabajo minucioso de guión. La parte mexicana con la menor fortuna —para variar—, con su respectivo lastre de desigualdad social, su misoginia y por ende los feminicidios perpetrados por casi 25 años. Para el lado norteamericano todo resulta un dibujo tenue sobre esa crítica de reconocer al vecino en general, no sólo al de los negocios, sino al habitante común con el que tienen contacto pero que prefiere tener a la sombra aun cuando de negocios se trate.

La serie cuenta con la intervención del mexicano Demian Bichir quien reitera las diferentes facetas en las que se puede ubicar; un policía de lado mexicano en busca de justicia y que por cuestiones personales se involucra en una maraña de las cuales no saldrá bien librado. Como compañera de trabajo viene Sonia Cross (Diane Kruger), quien sufre de síndrome de Asperger, enfermedad que le imposibilita demostrar afecto y que le va truncando las posibilidades para entablar desde relaciones laborales hasta amorosas.

Al ser un proyecto que divaga sin clarificar sus objetivos, con historias a la par que incidentalmente se tocan, no se convierte en fenómeno, más bien es una más donde ubicamos bien a los buenos y a los malos (Donald Trump).