Engancha según pasan los minutos. Va de menos a más y entretiene, que no es poco. Se esbozan sonrisas, se escapa alguna carcajada, termina la película y uno se va a casa contento después del típico final feliz. ¿Feliz? Bueno, en Norteamérica sí. En cualquier caso, al día siguiente ya no recuerdas ni una escena. Y es que así es este género, se fabrican como churros, algunas veces unos te gustan más que otros, pero al fin y al cabo, son churros.