Un film de esos que para disfrutar debes aceptar su pacto, creerte ciertos detalles de clara inverosimilitud como el que un niño de 12 años sea el perfecto espía soviético. No porque me sorprenda semejante atrosidad sino por la valerosidad del muchacho.

Pero más allá de eso y de alguna subtrama innecesaria (la doctora y sus paseos por el bosque) es un film que muestra la maestría de Tarkovsky y su fotógrafo de cabecera. Un tipo capaz de atrapar en perfectos planos todo el alma de la narración (me gusta mucho uno en el que el punto de fuga se halla en el centro de Iván y todos los troncos de madera parecen apuntarle). Además de manejar (en este film) con mucha soltura la parte más onírica, como ese sueño de las manzanas, o los recuerdos del pozo, todo magníficamente montado.

No dejemos de lado uno de los puntos fuertes que es la actuación del joven muchacho que interpreta a Iván, perfectamente dirigido y con un trabajo que denota más que saber dramático porque claramente hay un entrenamiento físico (o era muy flaco).

El final se me hace un poco brusco para mi gusto.