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Comedia
Tras ser pillado in fraganti en una situación escandalosa unos días antes de su reelección, el presidente de los Estados Unidos decide inventarse un conflicto que desvíe la atención de la prensa de su affaire. Uno de sus consejeros se pone en contacto con un productor de Hollywood para crear una cortina de humo: una guerra en Albania a la que el presidente pueda poner fin heroicamente ante las cámaras de televisión. (FILMAFFINITY)
21 de marzo de 2017
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“Wag the Dog” es una película que trata fundamentalmente de la manipulación de la imagen con fines políticos. Al inicio del film vemos a un grupo de asesores que se reúnen en una habitación para urdir estrategias mediáticas para redimir la imagen pública del presidente de los Estados Unidos de cara a las elecciones a realizarse tan sólo en 11 días, el tiempo límite que tienen para inclinar la balanza a favor de su reelección. Pero no será tarea fácil; la campaña se complica debido al escándalo causado por un presunto abuso sexual protagonizado por el propio presidente, lo que provoca un descenso considerable en las cifras de apoyo a su gobierno. Pero la historia no termina ahí para estos hombres que controlan la maquinaria propagandística del presidente, pues en el mundo de mass media todo es posible; incluso inventar una guerra que nunca tuvo lugar para desviar la atención de la prensa y el público.
El mensaje que nos transmite es rotundo: para los medios de comunicación de masas poco importa la verdad, la realidad o la transparencia política, sólo importa el poder que ejercen por medio de la manipulación de la imagen para convencer a una dormida audiencia de que aquello que ven por televisión es la verdad absoluta, como si la pantalla fuera una ventana por el cuál acceden a la realidad. Al poseer el poder mediático o el denominado “cuarto poder” se convierten en artífices de la opinión pública; aquella opinión pública que encauza tendencias, establece preferencias sociales y que elige o destrona a sus autoridades.
Este cinismo de los medios de comunicación y de la maquinación política es encarnado en las figuras de Conrad Brean (Robert De Niro), principal consejero del presidente, y Stanley Motss (Dustin Hoffman), célebre productor de cine en Hollywood, a quién Conrad contrata para realizar una película que despierta la ambición creativa del productor; la de filmar una guerra ficticia lo suficientemente impactante como para sepultar la bochornosa noticia del abuso sexual del presidente y tornar su adversa imagen en la imagen del mandatario determinado que demuestra ser un auténtico líder en tiempos de conflicto.
Relacionándolo con el capítulo de “Antropología de la Imagen” de Hans Belting sobre la polémica actual en contra de las imágenes, que deseo traer a colación, podría decir que la película nos invita a reflexionar sobre la crisis de la representación de la que hablaba Michel Foucault y las imágenes que actúan como simulacro de la realidad al servicio del espectáculo de lo que hablaba Braudillard. En definitiva, la imagen posee un poder tremendo en la percepción que tenemos de la realidad y es por eso que su instrumentación y el abuso de su efectividad aprovechado por los oligarcas de los medios de comunicación es un tema de mucha actualidad en tiempos en donde las imágenes proliferan en todas partes, lo que de cierta manera nos responsabiliza a ser, cada vez más, observadores despiertos y a mantener permanentemente el juicio crítico y la mirada afilada.
El mensaje que nos transmite es rotundo: para los medios de comunicación de masas poco importa la verdad, la realidad o la transparencia política, sólo importa el poder que ejercen por medio de la manipulación de la imagen para convencer a una dormida audiencia de que aquello que ven por televisión es la verdad absoluta, como si la pantalla fuera una ventana por el cuál acceden a la realidad. Al poseer el poder mediático o el denominado “cuarto poder” se convierten en artífices de la opinión pública; aquella opinión pública que encauza tendencias, establece preferencias sociales y que elige o destrona a sus autoridades.
Este cinismo de los medios de comunicación y de la maquinación política es encarnado en las figuras de Conrad Brean (Robert De Niro), principal consejero del presidente, y Stanley Motss (Dustin Hoffman), célebre productor de cine en Hollywood, a quién Conrad contrata para realizar una película que despierta la ambición creativa del productor; la de filmar una guerra ficticia lo suficientemente impactante como para sepultar la bochornosa noticia del abuso sexual del presidente y tornar su adversa imagen en la imagen del mandatario determinado que demuestra ser un auténtico líder en tiempos de conflicto.
Relacionándolo con el capítulo de “Antropología de la Imagen” de Hans Belting sobre la polémica actual en contra de las imágenes, que deseo traer a colación, podría decir que la película nos invita a reflexionar sobre la crisis de la representación de la que hablaba Michel Foucault y las imágenes que actúan como simulacro de la realidad al servicio del espectáculo de lo que hablaba Braudillard. En definitiva, la imagen posee un poder tremendo en la percepción que tenemos de la realidad y es por eso que su instrumentación y el abuso de su efectividad aprovechado por los oligarcas de los medios de comunicación es un tema de mucha actualidad en tiempos en donde las imágenes proliferan en todas partes, lo que de cierta manera nos responsabiliza a ser, cada vez más, observadores despiertos y a mantener permanentemente el juicio crítico y la mirada afilada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Así es como Conrad y Motss echan mano de sus influencias y prerrogativas para utilizar al medio y sus recursos y a un cuerpo técnico y creativo para filmar un corto que se ambienta en un país poco conocido como Albania, en la que se observa a una niña padeciendo las consecuencias de un inexistente enfrentamiento bélico. La imagen es difundida en todos los medios televisivos del país y conmueve a una audiencia que no se atreve a poner en duda la intervención militar estadounidense con la excusa de atacar al terrorismo. Los pronósticos del efecto que causaría en el público una guerra inventada se cumplen al pie de la letra como Motss y Conrad lo tenían previsto, pues para éste último una vez que aparece en televisión su estatus de verdad se vuelve innegable.
Posteriormente este poderoso dúo sin escrúpulos se topará con una serie de obstáculos que amenazarán con poner fin a la guerra que nunca tuvo lugar antes de celebrarse las elecciones; dichas amenazas están suscitadas por la CIA y la prensa que se vuelve en su contra. Pero estas oposiciones no sirven nada más que como giros argumentales que nos muestran la sagacidad que poseen Conrad y Motss para sortear cualquier contrariedad que pueda perjudicar el ambicioso proyecto de hacer que el público vote por la reelección del presidente. Escriben discursos emotivos para ser declamados por el presidente, lo aconsejan para que tome decisiones de tal modo que pueda ganarse la adhesión de los ciudadanos, inventan una nueva historia de un soldado abandonado en el territorio enemigo quién fue retenido por terroristas, utilizan a una orquesta para componer músicas patrióticas y sensibleras y coronan la proeza de su aparatosa farsa de desinformación masiva con el funeral del soldado con toda la parafernalia de militar y de héroe nacional. Y al final ambos consiguen lo que se propusieron: renovar la imagen del presidente.
Posteriormente este poderoso dúo sin escrúpulos se topará con una serie de obstáculos que amenazarán con poner fin a la guerra que nunca tuvo lugar antes de celebrarse las elecciones; dichas amenazas están suscitadas por la CIA y la prensa que se vuelve en su contra. Pero estas oposiciones no sirven nada más que como giros argumentales que nos muestran la sagacidad que poseen Conrad y Motss para sortear cualquier contrariedad que pueda perjudicar el ambicioso proyecto de hacer que el público vote por la reelección del presidente. Escriben discursos emotivos para ser declamados por el presidente, lo aconsejan para que tome decisiones de tal modo que pueda ganarse la adhesión de los ciudadanos, inventan una nueva historia de un soldado abandonado en el territorio enemigo quién fue retenido por terroristas, utilizan a una orquesta para componer músicas patrióticas y sensibleras y coronan la proeza de su aparatosa farsa de desinformación masiva con el funeral del soldado con toda la parafernalia de militar y de héroe nacional. Y al final ambos consiguen lo que se propusieron: renovar la imagen del presidente.