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Voto de Melón tajá en mano:
8
Comedia. Romance. Drama Cal Weaver (Steve Carell), cuarentón y puritano, tiene una vida perfecta: un buen trabajo, una bonita casa, unos hijos estupendos y está casado con su novia de la adolescencia. Sin embargo, cuando se entera de que su esposa (Julianne Moore) lo ha traicionado y quiere el divorcio, su vida se desmorona. (FILMAFFINITY)
13 de octubre de 2011
22 de 29 usuarios han encontrado esta crítica útil
No sé si he visto muchas o pocas comedias en mi vida, pero sí las suficientes para saber que cada vez que leo en un cartel aquello de ‘desternillante’ o ‘la comedia del año’, debería llevarme a la sala de cine la almohada, el antifaz y algo calentito para abrazar.

Cada año se estrenan cientos de comedias. La mayoría de ellas resultan patéticas y producen más sueño que sonrisas, más bostezos que carcajadas y más dolores de cabeza que de mandíbula. Pero de vez en cuando aparece una, sólo una que acierta a convertir el patetismo en algo admirable.

Y en esas nos encontramos con ‘Crazy, Stupid, Love’. Es buena, muy buena. Lo es porque funciona también como drama. Eso es lo que hace grande a una comedia. Si no es una XL, está cerca de serlo.

Dos años después de estrenarse con la infravalorada ‘I love you Philip Morris’, el dúo formado por Glenn Ficarra y John Requa nos sorprende de nuevo con un buen lanzamiento de dardos llenos de amargura, mala hostia y melancolía.

Los primeros minutos evocan a la maravillosa ‘Little Miss Sunshine’ con una similar banda sonora y con la presencia de Steve Carell en un casting de peso donde también brillan Ryan Gosling, Marisa Tomei y la insuperable Julianne Moore. La de Carell, por cierto, viene a ser su enésima consagración ya no como actor sino como camaleón exquisito.

Es verdad que las primeras secuencias cómicas funcionan peor que las dramáticas y que las tramas secundarias están un pelín dilatadas. Vale, a la película le cuesta arrancar. Pero tranquilidad: el titubeo se acaba pronto. La trama principal funciona deliciosamente y se echa la película a sus espaldas. El tono termina por engancharnos rápido.

El segundo acto levanta la película y el tercero la convierte en antológica. Es un gustazo cuando te invitan a leer entre líneas bien escritas. El tramo final es una inteligente acumulación de desenlaces y giros brillantes que culmina con otra excelente reinvención del ‘happy ending’ y que debería tener sitio en cualquier manual de la buena comedia.

No quedan cabos sueltos en ‘Crazy, Stupid, Love’. Por fin una película que primero desordena la habitación y después la deja limpia como una patena. La alegría de toda madre y todo espectador. En otra comedia incluso sobraría la escena del discurso y la moralina, pero en esta el cuerpo y la mente dan una calurosa bienvenida a la dosis extra de azúcar.

La bofetada final no es sólo física, también es simbólica. De vez en cuando viene bien reírse a pecho descubierto de todos esos clichés con los que precisamente el cine ha hecho tanto daño al amor. Tal vez la Academia no tenga en cuenta este bombón para los Oscar, pero debería estar allí sin duda. Tampoco pondrá en su envoltorio aquello de ‘la comedia del año’ porque en realidad es mucho más. Hay que saborearlo mientras se deshace en la boca.
Melón tajá en mano
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