Sí, así debería llamarse la productora de Nacho Vigalondo.

No daré muchos rodeos:

Una película técnicamente buena (con talento en el desarrollo, planificación más que interesante), que a medida que discurre te va sacando de la misma, para concluir en una especie de final nefasto. Si se tratara de una película de humor absurdo, podría haber lugar para la risa y el comentario jocoso; pero no, no se trata de humor absurdo, se trata de una película seria absurda.
¿Así cómo nos vamos siquiera a reír?

Personajes que no transmiten ningún tipo de empatía, excesivo uso de los giros de trama, ambientación opresiva cambiando de plano constantemente en la pantalla de un ordenador.

Eso sí, el diseño y arte de la película muy logrado. Me da en la nariz, que se han gastado casi todo el presupuesto en la post producción.

Para concluir: una película de diálogos vacíos, argumento engañoso y desconcertante, con un buen diseño de arte, que se ahoga en su originalidad.

Vigalondo se lo ha pasado en grande, realizando esta película e imaginándose la cara de los espectadores en las salas.
Pese a las incógnitas, no volveré a verla, por que no quiero encajar ningún puzzle, ni volver a pensar quién ni cuándo.
Con una vez es suficiente.
No me pillarás en otra, Nacho. Me quedo con Los cronocrímenes.