La cuarta película de la directora y actriz francesa conocida como Maïwenn, relata la historia de una relación intensa, aunque para nada alejada de la media, en sus diferentes etapas que van desde el enamoramiento, el romance pleno que incluye boda y embarazo y, por supuesto, las mil y una crisis intermitentes.

Tony (la también directora y actriz Emmanuelle Bercot), sufre un accidente mientras esquía en las vacaciones en la montaña, para sanar de su maltrecha rodilla será ingresada durante varias semanas en un moderno centro de rehabilitación.

A partir de ello, diversos flashbacks irán contando la relación de Tony con Giorgio (Vincent Cassel), el dueño de un restaurant que puede ser por momentos encantador y en otros totalmente insoportable, en un enamoramiento repentino y pasional que dará paso a un matrimonio con sus idas y vueltas, que terminará siendo todo un tormento para Tony y no tanto, en apariencia, para el fanfarrón y manipulador Giorgio.

La directora traza un paralelismo entre la recuperación de la rodilla y la cada vez más fracturada relación, todo en un tono de plena histeria, como una radiografía del romance pasional y la posterior vida en pareja con un uso abundante de metáforas, algunas precisas y otras no tanto.

La película se torna un tanto redundante en su último tramo, cuando ya hemos visto abundantes idas y vueltas a una historia que se ha agotado tanto como la relación que cuenta, con los varios excesos de sus intérpretes, tanto Cassel como Bercot, en una representación por demás cargada y estridente.

En otros momentos la película entrega secuencias intensas con un dramatismo más contenido, que dan como resultado un film irregular, contagiado del histerismo que envuelve todo el relato.


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