El debut del realizador mexicano Emiliano Rocha Minter es una película que busca la provocación sin conseguirlo, a base de imágenes “fuertes” de índole sexual que difícilmente puede escandalizar a nadie en esta época, sobre todo por lo vacío de su contenido.

Ambientada en la Ciudad de México en un futuro supuestamente post apocalíptico, un hombre (Noé Hernández) vive solo en un apartamento al que llegan una pareja de hermanos, a los que somete a una serie de actos viles para sobrevivir.

En la pantalla desfilarán una serie de actos pretendidamente irreverentes, provocativos y nada sugerentes que lo más que provocan es las ganas de ir a la cama pero a dormir, en una película que pretende ser una crítica a muchas cosas en un tono tan solemne como aburrido.

Así, actos de incesto, órganos sexuales en primerísimo plano, sangre, frases que pretenden ser agresivas y chocantes en contra de ciertos valores de la sociedad mexicana, ya sean del orden religioso o patriótico, aparecen una detrás de otra en una catarata de imágenes que no dicen nada, porque no tienen nada que decir.

A la película si acaso la salva, aunque no logra, la actuación de Noé Hernández, quien se mete en la piel de su personaje y consigue volverse lo único realmente inquietante de una película fallida a pesar de contar con el apoyo de grandes cineastas mexicanos detrás de ella.

‘Tenemos la carne’ no transgrede nada, ni mueve a ninguna reflexión, y difícilmente llega a provocar a alguien, si acaso lo único que provoca es sueño y olvidar esta muestra de propuesta pretenciosa vacía y superficial.


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